“Lo expuse al mundo… y ahora él quiere exponerme a mí.”
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Capitulo 11:– Mañana después de la caída
Apítulo 5
El aire fresco de la madrugada golpeaba el rostro de Isabella mientras Lucas caminaba a su lado por la acera silenciosa. Sus pasos resonaban suavemente entre las paredes de los edificios cercanos. Cada tanto, Isabella se tambaleaba ligeramente, más por la resaca emocional que por el mareo físico que aún sentía.
—Creo que voy a vomitar de nuevo —balbuceó, agarrándose el estómago mientras reía torpemente.
—Solo un poco más y llegamos —dijo Lucas, tratando de mantenerla estable—. Ya casi llegamos a tu casa.
—¡Uf! Esa piscina… ¿viste lo caro que era el traje de Damián? —dijo ella entre risas y quejidos—. ¿Qué hago si lo manché? ¿Le envío un cheque con mi vida incluida o…?
Lucas la miró y soltó una risa, aunque no pudo evitar fruncir el ceño un segundo después al recordar cómo Damián los había observado esa noche.
—Isa, no hables demasiado de eso. Si él supiera que estás pensando en eso, podría… —Lucas dudó, sin encontrar la palabra exacta— Bueno, ya sabes cómo es él.
Isabella se apoyó en su hombro, torpe pero confiada.
—¿Cómo voy a saber qué hacer con alguien que parece salido de una película de villano elegante y frío? —dijo, riendo entre balbuceos.
Lucas se rió, aunque su mente no podía apartarse de la imagen de Damián empapado, mirándola con esos ojos azules que parecían atravesarle.
—Vamos, solo intenta descansar un poco —dijo, ajustándola para que no tropezara.
Cuando llegaron a la casa, la luz del amanecer iluminaba el jardín. Los padres de Isabella ya estaban despiertos. Su madre, Clara Fernández, la recibió con una toalla y una mirada preocupada, mientras su padre preparaba algo de desayuno.
—¡Mi Dios, Isabella! —exclamó su madre—. Te vi en el jardín y pensé que habías muerto ahogada.
—No, mami… solo estaba intentando hacer un espectáculo acrobático de agua —balbuceó Isabella, con una sonrisa torpe y las mejillas enrojecidas—. Pero creo que fallé.
Su padre se rió, intentando quitarle tensión.
—Parece que la fiesta fue más intensa de lo que imaginábamos.
—No imaginas —dijo Lucas, quitándose la chaqueta empapada—. Y honestamente, ella hizo todo sola. Yo solo… traté de que no se convirtiera en un video viral.
Isabella suspiró, apoyando la cabeza en la pared, aún sintiéndose mareada.
—Eso sería divertido, ¿no? Que alguien subiera un video mío vomitando y cayendo en la piscina… épico.
—No es tan épico cuando estás tú dentro —replicó Lucas con una sonrisa, aunque en su interior sentía un nudo de preocupación.
Mientras Isabella se cambiaba y se acomodaba, Lucas escuchó un mensaje en su teléfono. Era Sofía, con su tono dulce pero venenoso:
"Lucas… asegúrate de que Isa no haga otra escena hoy. Dile que no toque nada, que beba agua y se quede tranquila. Nadie quiere que se haga viral otra vez."
Lucas frunció el ceño. Sofía siempre tenía esa manera de aparecer justo cuando no debía.
—Sofía… —murmuró, más para sí mismo—. Siempre metida en todo.
Isabella salió del baño con una bata ligera, todavía un poco mareada.
—Lucas… ¿tú crees que Damián me va a recordar? —preguntó, sentándose en la cama—. Me dijo cosas anoche que… no sé.
Lucas se sentó a su lado, consciente de la tensión.
—Isa, él… sabe que puede intimidarte, pero no lo hace solo por eso. No sé, parece… que te estudia, como si estuviera decidiendo qué hacer contigo.
—¡Qué miedo! —balbuceó Isabella, cubriéndose la cara con las manos—. Y yo solo quería olvidarme de todo y divertirme un poco.
Lucas suspiró y puso una mano en su hombro.
—La verdad, Isa… anoche no fue solo la piscina. Hay rumores y videos. La gente habla. Pero tú eres fuerte, ¿vale?
Isabella levantó la vista, sorprendida por la seriedad en sus ojos.
—¿Rumores? ¿Videos? ¿Qué hicieron ahora?
—Nada que tú no puedas manejar —dijo Lucas, aunque su voz denotaba preocupación—. Pero lo mejor es que estés preparada. Sofía ya está moviendo sus piezas.
Mientras hablaban, en la otra parte de la ciudad, Damián Montenegro estaba en su despacho, la voz de su madre resonando por el teléfono:
—Damián, quiero que te concentres. Hoy hay reuniones importantes con clientes, nada de distracciones. El negocio Montenegro no se detiene por caprichos emocionales.
—Lo sé, madre —dijo él, con voz fría, ajustando su corbata mientras miraba su reloj—. Solo que… anoche hubo un incidente que merece mi atención.
—¿Qué incidente? —preguntó ella, con tono autoritario.
—Una chica —dijo él con calma—. No es asunto tuyo.
—Hijo… —su madre suspiró—. Recuerda que una distracción te puede costar más que un mal día.
Damián cortó la llamada, dejando que su mirada azul se posara en un cuadro de la ciudad iluminada. Sus pensamientos volvieron a Isabella. La justiciera del blog, torpe, ingenua, y aun así… capaz de despertar su interés y su frustración al mismo tiempo.
De vuelta en casa de Isabella, ella seguía sentada, todavía procesando todo. Lucas, a su lado, respiraba hondo.
—Mañana… vas a tener que enfrentar todo lo que pasó anoche —dijo con cuidado—. Rumores, videos, gente hablando…
—¿Y Damián? —susurró ella—. Él también va a ser una consecuencia de esto, ¿verdad?
Lucas asintió.
—Sí. Y no va a ser fácil, Isa. Él… sabe cómo hacer que recuerdes sus palabras. Y no necesariamente de la mejor manera.
Isabella se mordió el labio, intentando no mostrar miedo.
—Solo… espero que pueda… mantener la cabeza fría.
—Lo harás —respondió Lucas—. Aunque Sofía ya esté tejiendo otra de sus trampas.
Isabella suspiró, apoyando la cabeza en su hombro.
—A veces… siento que todos conspiran en mi contra.
—Y a veces… —Lucas le pasó un brazo por la espalda, protegiéndola—, solo necesitas un amigo que te recuerde que no estás sola.
Isabella sonrió, un poco más tranquila, aunque su mente no podía dejar de pensar en la fiesta, la piscina, Damián, los rumores… y la sonrisa manipuladora de Sofía.
El amanecer iluminaba la habitación y, con él, la certeza de que la vida en la preparatoria nunca sería tranquila, y que cada gesto, cada mirada, y cada palabra tendría consecuencias… algunas bastante dolorosas.