Holii mi nombre me lo reservo, pero soy colombiana y me gustaría compartibles mis historias y que les guste y me puedan apoyar. TQM
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El peso de lo que siento
Estaba hecha un ovillo en el piso, tratando de respirar entre tanto sentimiento atravesado, cuando escuché tres golpes suaves en la puerta.
Caro: Ann… ¿puedo pasar? —la voz de Caro sonaba preocupada, pero dulce.
No respondí, no me salían las palabras pero ella igual entró.
Caro se detuvo al verme ahí, con los ojos hinchados y las mejillas mojadas.
Caro: Ay, amiga… —susurró, y se sentó a mi lado sin preguntarme nada más.
Me abrazó sin decir una sola palabra, no sé cómo supo que estaba mal, pero me alegra mucho que esté aquí. Era exactamente lo que necesitaba.
Caro: ¿Fue Tiago, verdad? —preguntó con suavidad.
Solo pude asentir, y al hacerlo, otra lágrima se escapó, terca y dolorosa.
Caro: Ese imbécil te gusta más de lo que dices.
Ann: No… yo… —mi voz se quebró— No quería sentir esto, Caro.
Caro suspiró y me dio un pequeño apretón en el hombro.
Caro: No escogemos a quién querer, amiga… pero sí escogemos quién nos hace daño.
Sus palabras me atravesaron directamente.
Ann: Él no tendría que importarme tanto… pero lo hace —murmuré con rabia contra mí misma—. Odio sentirme así.
Caro: Lo sé, pero lo que pasó hoy no es tu culpa, el fue el que buscó a Isa, no tú.
Ann: Y aun así, me reclama porque bailé con alguien más… ¿te das cuenta?
Caro levantó las cejas, indignada.
Caro: Entonces deja que se reviente solo, el que juega con fuego, se quema.
Me hizo reír un poquito con eso, apenas un segundo, pero lo necesitaba.
Ella se levantó y me tendió la mano.
Caro: Ven, te haré un té y luego me cuentas bien… todo, hasta el mínimo detalle.
Tomé su mano y me levanté despacio, sintiendo aún ese dolor en el pecho, pero también un alivio: no estaba sola.
Antes de salir del cuarto, miré por última vez hacia la ventana, hacia la calle vacía donde él ya no estaba.
Y pensé, con un hilo de voz que solo yo escuché:
—Algún día… dejarás de dolerme.
No sabía si era verdad.
Pero tenía que creerlo.
Caro se quedó toda la tarde conmigo. Vimos películas de Barbie (es para niñas, pero nos encanta), nos hicimos skincare y comimos helado, mucho helado.
Mi celular sonó y era un mensaje de Tiago, pero Caro no me dejó verlo, apartó mi celular y lo apagó.
Caro: Nadie nos va a interrumpir.
Apagó el suyo también y en ese momento sentí tanta empatía de su parte que me alegré aún más de tenerla como amiga.
En algún momento nos quedamos dormidas apenas y sentí el olor del perfume de mi mamá entrando al cuarto; supongo que nos apagó el televisor.
La noche transcurrió con tranquilidad, mi cuerpo descansó, por fin, de tantas emociones acumuladas.
Cuando abrí los ojos, noté que Caro no estaba en la habitación, pero dejó una tarjeta en mi mesa de noche:
"Me tuve que ir tengo cita médica temprano, prometo escribirte más tarde. I love you."
Sonreí al leer la nota, Caro es muy linda.
Agarro mi celular y lo enciendo.
De inmediato empezaron a llegar notificaciones: mensajes de Tiago, de mi mejor amiga, de Caro, de Juan y Pedro.
Pero los de Tiago eran los que quemaban la pantalla.
Tiago (10 mensajes sin leer).
Último: Ann contéstame necesito hablar contigo.
Sentí un nudo en la garganta.
Quería ignorarlo.
Quería bloquearlo.
Quería… cualquier cosa menos sentir esto.
Me pasé la mano por la cara, aún hinchada por haber llorado tanto.
—¿Y ahora qué quieres, Tiago…? —murmuré con cansancio.
El celular volvió a vibrar.
Tiago: Ann, por favor no quiero que las cosas queden así.
Mis dedos temblaron un poco, me quedé mirando la pantalla sin abrir la conversación, sin moverme.
Estaba a punto de soltar el celular… cuando una llamada entró.
TIAGO llamando…
Mi corazón dio un salto.
La pantalla iluminó todo mi cuarto oscuro.
Tenía tres opciones:
Contestar.
Rechazar.
O dejarlo sonar hasta que él se cansara.
Tragué saliva y apreté los dientes.
Y mientras el zumbido del teléfono llenaba la habitación, solo pude pensar en una cosa:
No estoy lista para escucharlo… pero sé que tarde o temprano tendré que enfrentarlo.
Los segundos pasaron lentamente, el celular seguía vibrando en mi mano.
Y justo cuando estuvo a punto de cortar…
Toqué la pantalla, no para contestar, lo hice para bloquear todas las notificaciones de Tiago.
La llamada se detuvo, el silencio volvió y por primera vez desde ayer respiré sin que doliera tanto.
No sabía si lo había hecho por orgullo, por rabia… o para protegerme.
Pero sí sabía una cosa:
Este día apenas empezaba, y Tiago no iba a dejar las cosas así de fácil.