Mi nombre era Rosana, pero morí en un motel de mala muerte con olor a humedad y fracaso. Lo último que recuerdo antes de desmayarme fue un tipo que pensaba que pagarme le daba derecho a todo. Spoiler: casi lo logra.
Desperté en una cabaña en medio del bosque, con siete hombres mirándome como si hubiera caído del cielo... o del catálogo de fantasías medievales. Y yo, sin entender nada, tuve la brillante idea de decirles que me llamaba Blancanieves. Porque, total, ¿qué más daba? Ya había vendido hasta mi orgullo… ¿por qué no mi identidad?
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capítulo 13
En la cabaña, el silencio solo se veía roto por el crepitar del fuego y el leve silbido del viento colándose por las rendijas de madera. La tensión era espesa, como si cada partícula de aire estuviese impregnada de lo que acababa de ocurrir.
Luego de que los intrusos se marcharan, Elías fue el primero en reaccionar. Caminó con pasos largos hasta donde estaba Blancanieves —o Rosana, como algunos la conocían— y, sin decir una palabra, la envolvió en un abrazo fuerte, casi desesperado.
—Creí que te perdíamos… —murmuró con un nudo en la voz.
Pero apenas tuvo tiempo de sostenerla. Tobias, imitando el gesto de su amigo pero con menos delicadeza, la arrebató de sus brazos y la atrajo hacia sí.
—No nos vuelvas a asustar así, por favor —dijo, intentando sonar firme, aunque el temblor de sus manos lo delataba.
Gael, que hasta ese momento había permanecido de pie, observando con el ceño fruncido, dio un paso al frente. Su voz sonó grave, cargada de recelo.
—¿Quién era ese tipo? Y esa mujer… tan descarada.
Nikolai, que hasta entonces se había mantenido en la penumbra, se acercó también. Sus ojos grises se clavaron en ella, inquisitivos.
—Y lo más importante… ¿qué hacías sola en el bosque?
Rosana respiró hondo. Sabía que no podía contarles toda la verdad, pero tampoco podía mentirles por completo. Cualquier palabra mal medida sería como encender una chispa en un cuarto lleno de pólvora.
—La mujer… —comenzó, escogiendo cuidadosamente sus palabras— es una deidad.
El murmullo de sorpresa fue inmediato. La incredulidad se dibujó en los rostros de todos… excepto en el de Nikolai. Él no se dejó impresionar.
—Cuando fui atacada por el cazador —continuó Rosana— creo que morí. Y ella… me dio una segunda oportunidad.
Los hombres se miraron entre sí. En sus expresiones se mezclaban la confusión, la duda y un rastro de temor. Para cualquiera de ellos, las deidades eran poco más que leyendas que se contaban junto al fuego en noches de invierno. Pero Nikolai, que había estudiado viejas artes y conocía historias prohibidas, sabía que no todo eran cuentos.
Recordó las palabras de su antiguo maestro, quien le había hablado de una mujer con poder para arrebatar y devolver la vida. Una fuerza antigua y caprichosa, cuyo interés por los mortales era tan impredecible como una tormenta en el mar. Y lo más inquietante: había sentido personalmente su magia esa noche. Él, uno de los últimos brujos de su especie, no había podido moverse cuando ella lo había decidido.
Rosana bajó la mirada, buscando el hilo de su explicación.
—Estando en el bosque vi algo… que llamó mi atención. No sé cómo, pero llegué hasta allí. De pronto… desapareció. —Se interrumpió un segundo, indecisa, y luego giró la cabeza hacia Gael—. Pero pronto te vi a ti.
Gael parpadeó, sorprendido por la mención directa.
—Me pediste que no me alejara del campamento —continuó ella, con un tono que mezclaba timidez y determinación—, y…
Se detuvo. La atención de todos estaba fija en ella, y la presión de tantas miradas empezó a incomodarla. Pero decidió seguir.
—…nos besamos.
Las palabras quedaron flotando en el aire como un golpe invisible.
El silencio fue absoluto. Tobias frunció los labios, mirando a Gael como si acabara de traicionar a toda la hermandad. Elías entrecerró los ojos, intentando procesar lo que había escuchado. Nikolai, por su parte, permaneció inmóvil, evaluando las implicaciones más allá de lo personal.
Gael… bueno, Gael no estaba mejor que los demás. Esa parte del relato lo había tomado por sorpresa, tanto que por un instante olvidó respirar. Sin embargo, mantuvo la compostura y esperó a que ella continuara.
Rosana tragó saliva y prosiguió.
—Pronto empecé a sentir un dolor en la garganta… y un ardor que jamás había experimentado.
Algunos intercambiaron miradas confusas, intentando entender a qué se refería. Ella continuó:
—Y luego, de repente… Desperté en una especie de limbo donee la deidad me dijo lo que habia sucedido y que se encargaria de despertarme. Luego de eso volvio a desaparecer.
—¿Ella? —preguntó Nikolai, con un matiz de interés en su voz.
—Sí —respondió ella—. Pero antes de irse me dijo que me despertaría. Y lo hizo.
Un silencio denso volvió a llenar la cabaña. El crujir de una viga bajo el peso del viento pareció más fuerte de lo normal.
Tobias fue el primero en romperlo.
—Entonces… —su tono era una mezcla de escepticismo y recelo—, ¿quieres decir que ese hombre era el… príncipe que te despertó?
Rosana dudó antes de asentir.
—Sí.
Elías se pasó una mano por el cabello, exhalando con frustración.
—Y esa mujer, la tal deidad, ¿es la misma que apareció aquí y lo trajo?
—Es la misma —admitió ella.
Gael apretó la mandíbula.
—¿Y por qué demonios lo haría?
Rosana sostuvo su mirada.
—Porque, según ella, era parte de un trato.
La respuesta no calmó a nadie. Si acaso, encendió más preguntas.
Nikolai habló entonces, con voz baja pero cargada de significado.
—No es bueno que una deidad tenga interés en ti, Rosana. Esos seres no actúan sin un propósito… y casi nunca es algo que convenga al mortal.
Ella no respondió. Sabía que tenía razón, pero tampoco podía renegar de la oportunidad que le había dado. Sin esa intervención, estaría muerta.
Tobias bufó, incapaz de contenerse.
—A mí no me importa si es diosa, bruja o reina… no me gusta que venga aquí y juegue con nosotros como si fuéramos fichas.
Elías lo apoyó con un gesto.
—Si vuelve a aparecer, no pienso quedarme de brazos cruzados.
Gael, en cambio, permaneció callado, aunque en su mente se repetía la imagen de ese beso robado en el bosque. No entendía por qué ella lo había hecho, ni qué papel había jugado realmente ese hombre que se hacía llamar príncipe.
Nikolai, viendo que el ambiente se tensaba, decidió cortar la discusión.
—Por ahora, lo importante es que está viva. Lo demás… lo discutiremos después.
Los demás asintieron, aunque a regañadientes.
Rosana agradeció en silencio el cambio de tema. Sentía que cualquier palabra adicional podría provocar una pelea. Aún así, el peso de las miradas la acompañó el resto de la noche.
Cuando todos comenzaron a dispersarse, Gael se quedó un momento más cerca de ella. No dijo nada, pero sus ojos hablaban: exigían respuestas. Rosana, sin embargo, no se las dio. Simplemente apartó la vista.
En su interior, había una mezcla de gratitud y temor. Gratitud por la segunda oportunidad que Lilith le había otorgado, y temor por el precio que podría tener.
Afuera, el viento había arreciado. Entre los árboles, una figura observaba la cabaña a la distancia. Sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible antes de desaparecer entre las sombras.
La noche aún no había terminado… y el juego apenas comenzaba.
/Facepalm/
/Facepalm//Facepalm//Facepalm//Drool/