Alexander y Sofía. dos enemigos mortales que acaban con sus vidas al mismos tiempo. sin imaginarse que sus destinos se unirá en una época diferente, en un siglo moderno, como el XXI
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Capítulo 13: Defender a mi esposa.
Iván se interpuso entre ella y su madre. La expresión de Sofía se tornó en una clara mezcla de sorpresa y frustración, su ira contenida casi podía sentirse en el aire.
— ¿Qué haces? No ves que este cuero de mujer está hablando estupideces —dijo Sofía, la voz cargada de sarcasmo, dirigiendo su ira principalmente hacia la figura de la madre de Iván.
La madre de Iván, una mujer de mirada severa y tono despreciable, reaccionó de inmediato.
— ¿A qué te refieres con cuero, esposa inútil?
Sofía no dudó en responder, con un desdén que la llevó a cruzar la línea del respeto.
— Mírate en el espejo, vieja.
Un silencio incómodo se hizo presente, solo interrumpido por el leve sonido de la respiración contenida de Iván. La madre de Iván, indignada y furiosa, se lanzó hacia Sofía, intentando golpearla, pero Iván rápidamente se colocó entre las dos, como un escudo humano, protegiendo a Sofía.
— ¡Basta!... Sofía, guarda la espada —dijo Iván, su voz firme pero a la vez suplicante.
Sofía, sin embargo, no se dejó persuadir tan fácilmente, desafiando a Iván con una mirada intensa.
— Dame un motivo para hacerlo... No cuenta que sea tu madre.
Iván, acercándose a ella y bajando la voz para que solo ella pudiera escuchar, le dijo en un tono de advertencia.
— No aquí, no podemos matar a nadie. Mira en tus recuerdos. Eso se penaliza peor que en nuestra época...
Las palabras de Iván resonaron en la mente de Sofía, haciéndola reflexionar. Sabía que ceder a la ira podría tener consecuencias devastadoras, y que Iván tenía razón. Pero la sombra de la suegra, con sus recuerdos repletos de maldades y rencores, la seguía atormentando. La Sofía original había padecido bajo el yugo de su suegra, que había hecho todo lo posible para destruir su vida.
— Iván, encárgate de este parásito por hoy. Estoy cansada —decidió finalmente, el tono de su voz más cansado que desafiante.
Al pasar junto a la madre de Iván, no pudo evitar soltar una última amenaza.
— No porque no pueda matarte, no creas que no la usaré para torturarte a ti y a tu hija. Usa la cabeza y no te metas conmigo ni para dirigir la mirada.
Sofía salió de la habitación, dejando tras de sí un rastro de tensión y enojo. Iván, ahora libre de la influencia de Sofía, se volvió hacia su madre, sintiendo un repudio creciente hacia su progenitora.
— Hijo mío... ¿Cómo fuiste capaz de dejar que esa mustia me hablara así? —protestó su madre, incapaz de aceptar que su hijo defendiera a Sofía.
Iván sintió un escalofrío de desagrado al escucharla llamarla "mustia". Reflexionó sobre lo que había sido su vida en esta familia, cómo había permitido que su madre lo manipularse y que la antigua versión de él había lastimado a Sofía debido a su cómplice silenciosa.
— No hables así de mi esposa. Ella merece respeto. Es la última vez que le hablas así. O te vas de la casa de inmediato. Quítate, Giovana —replicó Iván, con un tono despectivo que jamás había utilizado con ella.
La mujer quedó atónita ante la insolencia de su hijo, incapaz de articular una respuesta. Era como si el mundo se hubiera detenido. Su mente, que siempre había manejado la situación como un marionetista, ahora se encontraba sin hilos que controlar.
— ¡Iván Ivanovich! ¡Ve aquí! —gritó, pero él se negó a responder, dirigiéndose a donde se encontraba Sofía.
Justo entonces, Clarisa, la hermana de Iván, hizo su entrada. Caminaba con dificultad, apoyándose en dos muletas, la caída le había lastimado el fémur.
— ¡Te lo dije! —gritó Clarisa— Están raros los dos. Más soberbios y engreídos. Más mi hermano, que defiende a esa zorra inútil.
La tensión en la habitación se espeso. Giovana y Clarisa intercambiaron miradas rápidas, su desprecio por Sofía era grande y seguía en aumento.
— Ya veremos cómo resolveremos esto. Iván no puede retroceder de los planes que tenemos con Sofía. Tenemos que sacarla de esta casa —dijo Giovana.
— Madre, Iván está extraño. Él es el indicado para convencer a la tarada de Sofía. Pero él ahora no está en sus sentidos —respondió Clarisa.
Giovana, sumida en sus pensamientos, tomó un vaso de whisky y lo bebió de un solo trago, el líquido dorado brillando en la luz tenue como su mirada fría y calculadora. Quedó en silencio, planes y estrategias girando en su mente como un torbellino.
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En otro lugar de la mansión, Sofía se encontraba en su habitación. Maldecía en silencio mientras se quitaba las joyas y los zapatos. Los lanzó lejos, como si cada objeto fuera un recordatorio de la rabia que sentía. Iván la observaba entendiendo su frustración.
— Lamento haberte detenido. Pero aquí no podemos matar como antes —dijo Iván, tratando de suavizar la situación.
— Ahhh, lo sé. Te juro que estaba así de cortarle la cabeza. Debo mantener la compostura —Sofía respondió, acercándose a Iván con una sonrisa provocadora.— Baja el cierre. No llego —le pidió Sofía, viendo cómo su vestido, tan delicado, parecía un obstáculo en ese momento.
Iván la miró mientras le bajaba el cierre, sintiendo su piel bajos sus dedos en un disimulo de bajar el cierre, la atracción que los unía crecía descaradamente.
— ¿Qué haremos? —preguntó, mientras sus dedos se movían con cuidado. — No quiero cenar con ellas. Quiero concentrarme en el contrato de mañana.
Sofía se sostuvo el vestido, mientras se acercaba a su armario.
— No bajemos entonces. De seguro están planeando algo contra de mí y, de seguro, tratarán de disuadirte. Pero tengo hambre.—contestó, su tono reafirmando una determinación.
Sofía encontró una ropa cómoda y comenzó a cambiarse. Iván no podía evitar notarlo.
— ¿Acaso no te sientes incómoda cambiándote frente a mí? —preguntó Iván, sus palabras brotando casi sin pensarlo.
— Lo dice el hombre que se desnudó frente a mí ayer. Además, admira, contempla y desea lo que tienes delante. No tienes a una mujer cualquiera.—respondió Sofía, su tono cargado de picardía.
Iván, sintiéndose atrapado en un juego peligroso, miró sus ojos, sintiendo que la línea entre la provocación y el deseo se hacia más estrecho. Luego, tomando el teléfono de la mesa, decidió cambiar de pensamiento.
— ¿Sushi o pizza? —preguntó, intentando desviar su mente de las sensaciones que lo invadían.
Sofía se echó a reír, una risa que resonó entre las paredes de la habitación.
— ¿Puedo pedirte a ti?
— Pizza entonces… —respondió Iván, ignorando su pregunta.
Por ahora, se concentran en el mañana. Sin embargo, luego de cerrar el contrato, Iván se encargará de planear con Sofía de cómo sacar a su hermana y madre. Donde él le confesará lo que intentan hacer está familia en su contra.
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