Siempre pensé que mi destino lo elegiría yo. Desde que era niña había sido un espíritu libre con sueños y anhelos que marcaban mi futuro, hasta el día que conocí a Marcelo Villavicencio y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.
Él era el peligro envuelto en deseo, la tentación que sabía que me destruiría, y el misterio más grande: ¿Por qué me había elegido a ella, la única mujer que no estaba dispuesta a rendirse? Ahora, mí única batalla era impedir que esa obligación impuesta se convirtiera en un amor real.
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Capitulo XIX La decisión ha sido tomada
Punto de vista de Diana
Luis Vega me había puesto en una posición imposible. La decisión de tener un hijo con Marcelo fue lo más complicado que me había tocado hacer en la vida. Aunque no lo veía tan mal, ya que un hijo es una bendición y su padre es un hombre poderoso, lo cual indicaba que tendría una estabilidad económica que yo jamás podría ofrecerle.
En fin, la decisión estaba tomada, así que solo debía prepararme mentalmente para lo que ocurriría esta noche y para enfrentar lo que se viene después.
Al salir del piso de presidencia me encontré con mi amiga Irene. Ella me reclamó apenas me vio, su rostro reflejaba la decepción.
—¿Por qué siempre me tengo que enterar por la prensa de tus cosas? Pensé que éramos amigas, pero últimamente me has estado guardando muchos secretos.
—Lo siento, no son cosas mías. Sabes cómo es la familia Villavicencio y se suponía que la noticia no saldría a la luz hasta que pasaran unos meses —Me dolía mentirle a mi amiga, aunque lo estaba haciendo para protegerla de la verdad.
—Sabes que puedes confiar en mí, siempre hemos sido amigas desde hace muchos años y te he mostrado mi lealtad. No me parece justo que tus cosas importantes las guardes de mí.
Las palabras de Irene me hicieron sentir mal, pero la verdad era que no podía decir nada de lo que me estaba pasando. La vergüenza no me lo permitía. ¿Cómo iba a decir que mi supuesto padre me entregó como moneda de cambio, utilizándome para acabar con una guerra entre las dos familias, y que además me tengo que entregar a un hombre que no amo para darle un hijo que asegure esa alianza? Definitivamente, era muy denigrante todo lo que me estaba pasando y que yo estaba permitiendo.
No pude seguir hablando con Irene, así que solo bajé la cabeza y seguí mi camino. Una vez salí de la empresa, el chófer de Marcelo ya me esperaba para llevarme a la mansión. Traté de bloquear cualquier pensamiento que me recordara mi triste vida. Sin embargo, era difícil olvidar la traición de Sergio, el desapego de mi padre y la mirada de decepción de Irene. Todo estaba en mi contra y ya no tenía salida.
Media hora después llegué a la mansión. Fui directo a la habitación que compartía con mi esposo, en la cual estaba su olor en cada rincón. Traté de pensar en lo que me hacía sentir cuando lo tenía cerca, pero los nervios no me lo permitían.
En fin, la decisión estaba tomada y no había vuelta atrás. Empecé descansando un poco; necesitaba estar tranquila y controlar mis nervios. Cerré los ojos, obligándome a dormir. El sueño fue caótico, lleno de luces de cámaras y besos forzados.
La alarma sonó cerca de las cuatro de la tarde, lo que agradecí, ya que estaba en uno de esos sueños en los que no podía despertar.
Revisé mis mensajes para saber si alguien se había acordado de mi existencia. Tenía uno de Irene: —Amiga, sabes que cuentas conmigo, no debí presionarte. Cuando estés lista para hablar, aquí te voy a esperar. Te quiero mucho—. Sonreí ante sus palabras. Por lo que decidí contestar.
—Gracias, amiga. Espero que pronto podamos tener esa conversación.
Abrí el segundo mensaje. Este era de Marcelo. No lo voy a negar, el nudo que se me hizo en el estómago fue muy extraño.
—Paso por ti a las siete de la noche. Si hay algún cambio, por favor me lo haces saber—. Era obvio que Marcelo me estaba dando la oportunidad de arrepentirme. Sin embargo, el poder que me estaba ofreciendo para conocer mi verdad era muy tentador y, la verdad, cuando tomo una decisión, es muy difícil que me retracte.
Respondí a su mensaje inmediatamente: —La decisión ha sido tomada, nos vemos a las siete.
Dejé el teléfono sobre la mesita de noche y me dirigí al baño. El proceso de preparación para la noche más crucial de mi vida había comenzado. Tenía tres horas para transformarme de una esposa en apuros a una mujer fuerte, lista para un "acto" de amor que cambiaría mi destino.
Punto de vista de Marcelo
La pronta decisión de Diana y el apresurar las cosas me dejaron sorprendido. Pensé que ella nunca aceptaría algo así, aunque sabía que la necesidad de querer saber qué pasó realmente entre su madre y Luis era lo que más la había motivado a aceptar mi propuesta. El precio para la verdad era un hijo, y ella estaba dispuesta a pagarlo.
Cuando supe que había llegado a la mansión le envié un mensaje, el cual tardó unas horas en responder. Pensé que se había arrepentido y que no sabía cómo expresarlo. Sin embargo, su respuesta me dejó atónito. Fue un mensaje directo y sin vacilaciones: La decisión ha sido tomada, nos vemos a las siete.
Me quedé en la oficina el resto de la tarde. Aproveché que tenía mi propio lugar privado en ese sitio, así que ahí mismo me aseé y cambié mi ropa por algo más formal. Le había preparado una sorpresa con todas las normas que ella había pedido; al menos eso le debía.
Una vez estuve listo, fui por ella, aunque en el camino de salida de la oficina me encontré con mi padre. Don Roberto me esperaba en el pasillo, su expresión tan dura como el mármol.
—¿Cómo pudiste embarazar a la hija de nuestro enemigo? —reprochó, lleno de odio.
—Padre, eso es una mentira de Luis Vega para cubrir su escándalo. Pero eso ya no importa, porque la vamos a convertir en verdad.
El rostro de mi padre palideció. —No tienes derecho a intervenir en mi vida. Yo escogí a Diana como la madre de mis hijos. La amo y ella me ama, y lucharemos contra todo por nuestra familia. —Esperaba haber sido lo suficientemente convincente para que mi padre entendiera que no pensaba dejar a mi esposa y mucho menos quitarle a mi hijo. Mi tono era de desafío absoluto. —Entiende que ella ya es una Villavicencio y como tal tiene toda mi protección y apoyo.
—Está bien. Respetaré tu decisión —dijo, su voz tan fría que congelaba el aire—. Pero al primer error por parte de ustedes que ponga en peligro el apellido Villavicencio, ese matrimonio se acaba. Y el niño... el niño es nuestro.
Don Roberto Villavicencio no me dio la oportunidad de poder responder; él solo se dio la vuelta, alejándose de mí. Su amenaza resonó en mi mente. Acababa de obtener un permiso condicional para seguir con mi plan de venganza, pero la condición era ahora crear una familia perfecta para proteger el nombre.
No pensaba seguir perdiendo el tiempo, ya que me quedaba lo justo para ir por Diana y empezar de manera real nuestro matrimonio. El reloj marcaba las 6:45 PM. Diana había pedido romance y yo se lo daría, pero lo que ella no sabía era que, a pesar de la frialdad de nuestro acuerdo, me sentía inexplicablemente emocionado. Era hora de cumplir con mi parte del trato.