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VEINTICUATRO (BL)

VEINTICUATRO (BL)

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Posesivo / Romance oscuro / Mi novio es un famoso
Popularitas:5.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Daemin

Lo secuestró.
Lo odia.
Y, aun así, no puede dejar de pensar en él.
¿Qué tan lejos puede llegar una obsesión disfrazada de deseo?

NovelToon tiene autorización de Daemin para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 12: Nathan Liu

El Lamborghini se detuvo frente a la entrada principal de la pista de pruebas. No era cualquier lugar: enormes hangares de vidrio, el logo de Liu Motors brillando sobre una fachada blanca y metálica, y más allá, el asfalto extendiéndose como una promesa.

Había movimiento por todas partes. Ingenieros con tablets en mano, técnicos ajustando neumáticos, inversionistas con trajes caros comentando cifras mientras se servían café en mesas altas. El aire estaba cargado de gasolina, caucho y expectación.

Dylan bajó del auto despacio, pero en cuanto vio los vehículos alineados al fondo, no pudo evitarlo. Se quedó mirando como idiota. Prototipos de carrocería futurista, colores que parecían salidos de una exhibición, motores rugiendo en pruebas de arranque.

—Joder… —susurró, apenas audible.

Nathan lo observó de reojo, con media sonrisa. No dijo nada, solo caminó al frente con la seguridad de quien sabe que todo aquello le pertenece.

Un grupo de inversionistas lo saludó enseguida. Nathan estrechó manos, habló en voz baja con uno de ellos, y Dylan se quedó a un lado, todavía con la mirada perdida en los autos.

Fue entonces cuando alguien se plantó frente a él. Un tipo de traje gris claro, más joven de lo que esperaba, con la sonrisa confiada y una tablet bajo el brazo.

—Así que este es el famoso Dylan —dijo, como si lo conociera de toda la vida.

Dylan parpadeó, bajando la mirada del superdeportivo rojo que tenía enfrente.

—¿Y tú quién eres?

El otro rió, inclinando apenas la cabeza.

—Alex. Amigo, asistente, niñera ocasional de Nathan. Escoge el título que más te guste.

Dylan arqueó una ceja.

—Niñera suena bastante apropiado.

—Lo supuse —replicó Alex, sin perder la sonrisa—. Aunque a juzgar por la cara que traes, no sé si necesitas una también.

Dylan iba a responderle, pero un rugido de motor le robó la atención. El prototipo negro mate acababa de encenderse al fondo, y el sonido lo atravesó entero. Los ingenieros se apartaron para dejar espacio, y Dylan dio un paso adelante casi sin darse cuenta.

Alex lo miró de reojo, divertido.

—Sí… así nos quedamos todos la primera vez. Tranquilo, no eres el único que babea con esos bichos.

Dylan intentó disimular, cruzándose de brazos.

—No estoy babeando.

—Claro —respondió Alex, con tono burlón—. Como si no tuvieras los ojos brillando.

Nathan, a unos metros, los observaba mientras hablaba con los inversionistas. Su mirada se detuvo en Dylan, que no apartaba los ojos del auto. No era necesario decirlo: le gustaba verlo así, emocionado, relajado, sin rabia en cada gesto.

El presentador de la prueba levantó la voz con un micrófono en mano.

—Señoras y señores, gracias por estar aquí. Hoy tendrán la primera demostración en pista del Aquila V12, nuestro prototipo más ambicioso hasta ahora.

Los inversionistas aplaudieron suavemente. Dylan tragó saliva, sin quitarle la vista de encima.

Alex se inclinó hacia él, murmurando con complicidad:

—Y adivina quién va a estar al volante.

Dylan giró la cabeza, aunque ya lo sabía. Nathan ajustaba los guantes de cuero negro, caminando hacia el auto con la calma de alguien que no conoce el miedo.

Dylan no pudo evitar sonreír cuando lo vio. Nathan se acomodó en el asiento del prototipo negro mate como si fuera su trono personal. Ajustó los guantes con calma, movió los hombros y luego bajó la visera del casco. Los ingenieros cerraron la puerta con un golpe seco y el rugido del motor encendió la pista.

—Ven conmigo —le dijo Alex, dándole un leve empujón en la espalda.

Lo guió hasta una sala acristalada a un costado, elevada unos metros sobre el asfalto. Desde ahí se veía todo: la recta principal, las curvas cerradas al fondo y el panel central lleno de pantallas. Ingenieros y técnicos seguían los gráficos en tiempo real: velocidad, temperatura del motor, presión de neumáticos.

Un grupo de inversionistas, con copas de champán en la mano, observaba la pista desde la baranda. Conversaban entre ellos en voz baja, pero todos giraron la cabeza cuando el motor rugió más fuerte.

Dylan se quedó pegado al vidrio, los ojos abiertos de par en par. En una de las pantallas, la cámara de cabina mostraba a Nathan ajustando la posición del volante. Su rostro apenas se intuía bajo el casco, pero esa calma suya era inconfundible.

—Esto es otra liga… —murmuró Dylan, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.

Alex lo miró de reojo y sonrió.

—No te preocupes, nadie espera que entiendas las gráficas. Solo disfruta el espectáculo.

—Idiota —replicó Dylan, pero sin apartar los ojos de la pista.

El presentador habló otra vez por el micrófono, su voz resonando en toda la sala.

—Inicia la prueba de rendimiento. El conductor es el señor Nathan Liu.

Algunos inversionistas aplaudieron suavemente, otros levantaron sus móviles para grabar. Dylan sintió un cosquilleo raro en el estómago. Verlo ahí, listo para lanzarse al asfalto, no era lo mismo que verlo tras un escritorio o jugando a ser cazador.

Los semáforos de la pista se encendieron: rojo, amarillo, verde.

El Aquila V12 rugió con un estallido brutal y salió disparado por la recta, dejando una marca negra en el pavimento.

Dylan apretó las manos contra el vidrio, los ojos siguiendo el auto como si fuera lo único que existía.

—La madre que lo parió… —susurró.

Alex soltó una carcajada baja.

El Aquila V12 devoró la pista como un animal suelto. El rugido del motor retumbaba en cada curva cerrada, y las pantallas mostraban números que subían como locos: velocidad punta, aceleración, tiempos de vuelta.

Nathan lo llevaba al límite, pero con una calma insultante. Cada cambio de marcha era preciso, cada derrape controlado. Los ingenieros apenas hablaban, concentrados en la telemetría. Dylan, en cambio, estaba con el corazón en la garganta, siguiendo cada movimiento.

El auto pasó rugiendo frente a la sala acristalada y, unos minutos después, se detuvo en la recta principal con un frenazo limpio, dejando humo y olor a caucho quemado en el aire.

Los aplausos no fueron escandalosos, pero sí firmes. El tipo de aplauso que no se da por emoción sino por respeto.

A un costado, uno de los inversionistas —un hombre mayor, de traje azul marino y corbata sobria— murmuró hacia el asistente que lo acompañaba:

—No lo esperaba. Generalmente el CEO nunca se sube al prototipo. Eso lo hace el piloto de pruebas.

El asistente, con la tablet en mano, respondió igual de bajo:

—Es arriesgado, pero tiene un valor simbólico. Envía un mensaje: si el propio Liu confía en el coche, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?

Otro de los inversionistas, más joven, asintió mientras tomaba nota mental:

—Además es un golpe de efecto para la prensa. Si mañana se filtra el video, la imagen de marca se multiplica. El CEO como rostro y como conductor. Marketing puro.

El primero frunció el ceño, más práctico.

—Siempre que no se estrelle. Un error aquí y se nos cae medio proyecto en reputación y millones en inversión.

El asistente levantó la vista hacia la pista, donde Nathan caminaba entre técnicos y flashes de cámaras internas.

—Conociéndolo, señor, creo que justo ese es el punto. Nadie arriesga como él.

Dylan escuchaba de reojo, todavía pegado al vidrio, sin despegar los ojos de Nathan. No entendía de branding ni de ROI, pero entendía lo que había visto: ese cabrón había domado la máquina como si hubiera nacido para ella. Y aunque le jodiera admitirlo, le había impresionado.

Alex se acercó, cruzado de brazos, disfrutando el silencio de Dylan.

—¿Y? —preguntó con media sonrisa—. ¿Sigues pensando que es solo un loco?

Dylan chasqueó la lengua, sin apartar la vista.

—No es para tanto.

Pero sus ojos lo traicionaban.

Nathan terminó de estrechar manos con dos de los inversionistas y se desvió hacia la sala acristalada. Caminaba con calma, el casco en una mano, la chaqueta colgando de su hombro. El murmullo de respeto lo seguía como una sombra.

Dylan se tensó apenas lo vio subir. No era el mismo hombre que lo había besado contra un asiento ni el que lo había cargado como costal de papas. Era otro. Era… público.

El más joven de los inversionistas se acercó, hablando lo bastante alto para que Dylan lo escuchara.

—Impresionante, señor Liu. Lo de hoy va a reforzar la confianza del mercado. No cualquiera arriesga su propio cuello por un prototipo.

—Así es —añadió otro, más veterano—. Liu Motors tiene asegurado otro trimestre de titulares.

Dylan parpadeó.

—¿Señor… qué? —murmuró, sin pensarlo.

Alex, que estaba justo a su lado, lo miró divertido.

—Oh, ¿no lo sabías? —su sonrisa era de pura malicia—. Nathan Liu. CEO de Liu Motors. Magnate, rostro de Forbes, el tipo que todos quieren tener en su portada.

Dylan se le quedó viendo, incrédulo, como si le hubieran metido un puñetazo en el estómago.

—¿Liu…? —repitió, tragando saliva.

Nathan llegó justo en ese momento. Se detuvo frente a él, ignorando el murmullo de los demás, y le entregó el casco como si se tratara de un gesto casual.

—¿Te gustó el show?

Dylan lo fulminó con la mirada, todavía procesando.

—Eres… —le costaba sacar las palabras—. El puto Liu.

Nathan inclinó la cabeza, con esa sonrisa torcida que parecía hecha para joderlo más.

—Creí que ya lo habías notado.

Las risas discretas de algunos inversionistas llenaron el fondo. Dylan se apartó un paso, como si necesitara aire, pero Nathan volvió a acortar la distancia y apoyó una mano en su hombro, firme, posesiva.

—Ahora lo entiendes, gatito. No soy solo el hombre que te tiene en su casa. Soy el que dirige todo esto.

Dylan tragó saliva, con el corazón desbocado. Ya no era solo un loco con dinero. Era el hombre más intocable del país.

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Mel Martinez
ME ENCANTA WUAOOO QUE HERMOSA PAREJA
Esther Grace: me alegro que te esté gustando 🥰
total 1 replies
Michi Leysan
no sé llamaba Dylan Seo???
Maru19 Sevilla: No, te preocupes 👏👏👏
total 6 replies
Belen Peña
esta maldita me cae ree mal😭😭😭
Belen Peña
recién la empecé a leer y ya e encanta😭😭
Mel Martinez
por favor no me digas que se complica la cosa no
Mel Martinez
que capitulo
Mel Martinez
me encanta esta novela espectacular bien escrita y entendible te felicito
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