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En Los Brazos Del Don Cruel

En Los Brazos Del Don Cruel

Status: Terminada
Genre:Mafia / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Biah Santos

Klaus Glendson Cassano es el primogénito de la familia más temida de Manchester. CEO de una gran empresa y Don de una de las mafias más influyentes, es conocido por su frialdad, su inteligencia aguda y una brutalidad sin límites. Entre noches llenas de fiestas y una vida de poder absoluto, Klaus vive bajo la constante presión del consejo para cumplir un deber que insiste en postergar: el matrimonio.
Tras años evitando compromisos, el consejo decide intervenir y pone en riesgo su título como Don. Obligado a elegir una esposa entre las herederas de la mafia, Klaus se niega a ser manipulado. Acepta casarse… pero con una condición: la elección será suya, y solo suya.
Entre amenazas veladas, alianzas políticas y juegos de poder, Klaus inicia su propia cacería. Pero lo que era solo una obligación estratégica puede convertirse en un desafío aún mayor cuando la mujer equivocada —o demasiado correcta— cruza su camino.
Porque, en el mundo de Klaus Cassano, amar es debilidad. Y él no acepta flaquear.

NovelToon tiene autorización de Biah Santos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 13

Klaus...

Alana me miraba con miedo, la ayudo a levantarse y volvemos al salón de fiestas, Felipe se acerca a nosotras y la mira asustado.

—¿Qué pasó? ¿Qué sangre es esa?

—Relaja, Felipe, la sangre no es de ella.

Digo presumiendo lo que pasa por sus pensamientos.

—Llévala a casa, tengo un asunto pendiente aquí.

Ordeno.

—Claro, señor. ¿Vamos?

Ella me mira por algunos segundos, pero después se da la vuelta y acompaña a Felipe hasta la salida.

—¡Vaya! Te estaba buscando por todas partes, ¿conseguiste encontrar a tu esposa?

Me volteo dando de cara con Fenrril.

—¿Por qué quieres saber tanto sobre mi mujer?

Pregunto amenazando su alma, apenas con una mirada.

—Calma, apenas quería conocerla.

—Ella no se estaba sintiendo bien, entonces mis hombres la llevaron a casa.

Digo y puedo notar la indignación en su mirada, no me gusta ese interés de él en Alana.

—Es una pena, bueno, que se mejore.

Dice y yo me alejo observando el tumulto en frente del baño femenino, Sergio está con tanta rabia que comenzó a culpar a todos que están en el local por la muerte de su hija.

—¡Quien hizo eso va a pagar de la peor forma posible! ¡Arrancaré la cabeza del miserable!

Yo apenas cruzo los brazos observando el teatro.

—Yo la maté.

Digo con la mayor tranquilidad, mientras las miradas se vuelven para mí, Sérgio me encara con furia.

—¿Y por qué el señor haría eso, Don?

Pregunta levantándose.

—Ella se metió donde no fue llamada, yo dejé bien claro que Alana es asunto mío.

—¿Está diciendo que mató a una de las hijas de la Manchestary por causa de aquella vagabunda de la Martineli?!

En el mismo instante que él altera la voz, todos en el salón sacan sus armas, mirando hacia él, al final yo soy el Don.

—Sérgio, entiendo que en el momento estás en choque, conversamos otro día.

Digo dándome la vuelta.

—¡Mataste a mi hija!

Dice llamando nuevamente mi atención, yo respiro hondo, perdiendo la paciencia, cosa que no existe en la familia.

—Maté, ¡y estoy a punto de matarte también! Entonces es mejor cerrar la puta boca, carajo.

Él baja la cabeza a contra gusto y yo salgo del salón, entro al coche y doy la partida. Durante el trayecto mi celular no paró de sonar.

—¿Qué fue, porra?

Pregunto atendiendo, mientras observo la pista.

—Soy yo, querido, no necesita quedar tan estresado.

—¿Por qué me llamaste, Laura?

Pregunto.

—Quiero verte, estoy muriendo de saudades. Adivina dónde estoy.

Yo levanto una ceja.

—¿Dónde diablos estás, Laura?

—En nuestro nido de amor, ven para acá, estoy loca para matar las saudades.

Yo no acostumbro llevar mujeres a casa, mucho menos a mi cama, entonces compré un apartamento donde puedo llevar a las chicas.

—Tu propuesta es tentadora, pero no iré.

—¿¡Qué?! ¿Cómo así?

Yo desconecto el celular y estaciono en la cochera, en seguida entro a casa.

—Hasta que al fin.

Dice Felipe sentado en el sofá.

—¿Qué quieres?

Pregunto pasando por él, yendo hasta la cocina.

—¿Te volviste loco? ¿De quién era toda aquella sangre?

Pregunta viniendo detrás de mí.

—De Ana.

Digo colocando un poco de agua en el vaso.

—¿La mataste?

Pregunta pasando la mano en los cabellos.

—Sí, ella estaba a punto de acabar con mi plan de venganza contra los Martineli's, sé que hice mierda, pero ella debería saber que es una pésima elección meterse en mi camino.

—Porra, Klaus.

—¿Y la chica, dónde está?

Pregunto bebiendo el agua.

—En el cuarto, ella estaba asustada, imploró varias veces durante el trayecto para que yo la dejase ir.

Yo doy una sonrisa de lado.

—Ella no tiene culpa de lo que Leon hizo, hermano.

Yo cierro la cara en el mismo instante.

—No estoy haciendo eso por lo que Leon hizo, sino para vengar la muerte de mi consigliere.

Digo serio

—Todo bien, si prefieres engañarte a ti mismo, adelante. A propósito, mi hermana vendrá aquí por la mañana, ella está ansiosa para su próxima misión.

—Qué óptimo, necesito de ella para dar un jaque mate mortal y simplemente eliminar todo y a todos de la Camorra.

Digo y él asiente.

—Bueno, voy a volver para mi turno, buenas noches, hermano.

Dice tocando mi hombro.

—Buenas noches.

Digo y él se retira. Después de eso, yo subo para mi cuarto, tomo un baño demorado y malditos flahsbacks surgen en mi mente, yo doy un puñetazo a la pared y salgo, yendo hasta el closet, visto apenas un pantalón de chándal y voy hasta el cuarto donde la mocosa está.

Abro la puerta y allá está ella, durmiendo tranquilamente, yo me aproximo de la cama observando su semblante sereno.

Yo doy una sonrisa de lado, así que percibo que ella está fingiendo, para provocarla, yo coloco una mecha de su cabello que estaba en el rostro, detrás de su oreja y es en ese momento que ella abre los ojos y saca un cuchillo, colocando la misma en dirección a mi abdomen desnudo.

—Aléjate de mí...

Su voz está trémula, así como su mano.

—Jajaja, entonces la monjita resolvió mostrar las garras.

Digo con puro desprecio.

—Y-yo voy a perforarte si te acercas más...

—Ah, ¿es mismo?

En un solo movimiento yo la desarmo, lanzando el cuchillo lejos, cuando me doy cuenta, estoy encima de ella, sujetando sus manos encima de su cabeza, ella está jadeando con la aproximación y yo desvío la mirada para su cuerpo, mismo usando una camisola recatada, puede notarse su cuerpo esbelto.

—¡Te odio!

Dice debatiéndose, intentando salir de mis garras.

—Yo también te odio y haré de tu vida un infierno, dulzura.

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