Me hice millonario antes de graduarme, cuando todos aún se reían del Bitcoin. Antes de los veinte ya tenía más dinero del que podía gastar... y más tiempo libre del que sabía usar. ¿Mi plan? Dormir hasta tarde, comer bien, comprar autos caros, viajar un poco y no pensar demasiado..... Pero claro, la vida no soporta ver a alguien tan tranquilo.
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Capítulo 24: Contacto íntimo
El set de grabación de Lark Media Inc. estaba en completo silencio.
Las luces cálidas caían sobre el escenario, donde Adrián Foster se apoyaba ligeramente en el hombro de Sarah Parker y del camarógrafo Mark Evans. Ellos ajustaban la iluminación mientras el director de contenido, Claire Williams, observaba con la mirada tranquila pero profesional que la caracterizaba.
—¿Listos? —preguntó Sarah, levantando una ceja hacia Adrián.
—¿Está listo el señor Foster? —intervino Claire, captando el leve nerviosismo en sus gestos. No esperaba que el CEO de la empresa —acostumbrado a firmar contratos millonarios— pareciera tan tímido, como si fuera un adolescente enfrentando su primera escena romántica.
Adrián se recompuso, inspiró profundamente y asintió.
—De acuerdo, empecemos.
—Bien. —Sarah dio un paso adelante y levantó la mano—. ¡Acción!
Mark se colocó la cámara al hombro, apuntando directo a Adrián y Claire.
—¡Esperen! —dijo Adrián, levantando la mano con una sonrisa avergonzada—. Olvidé el texto.
Todos lo miraron, suspirando.
—¿Lo recuerdas ahora? —preguntó Sarah, divertida.
—Sí, sí. Estoy listo.
—Perfecto. ¡Acción!
El sol del mediodía se filtraba por las persianas del set, creando un ambiente íntimo y sereno. Aunque fuera de las cámaras hacía calor, dentro del estudio el aire acondicionado mantenía una sensación fresca, casi inquietante.
La escena representaba un momento de despedida. Adrián, interpretando al esposo de una mujer enferma, debía transmitir tristeza y amor contenido.
Se sentó junto a la cama, miró a Claire —quien hacía de su esposa— y dejó que la emoción lo invadiera.
—Cariño… —dijo con voz temblorosa—. El médico asegura que si mantienes el ánimo, pronto te recuperarás.
—Corten. —La voz de Sarah resonó en el estudio—. Claire, cariño, eres una paciente moribunda, no alguien a punto de ir a una cita. Estás demasiado sonrojada —bromeó, riendo—. Sé que Adrián es guapo, pero necesitamos que parezca una escena trágica, no una comedia romántica.
Todos soltaron una carcajada. Claire rodó los ojos y exhaló.
—Calor del set, eso es todo. Vamos de nuevo.
—Perfecto —dijo Sarah—. ¡Acción!
Adrián volvió a tomar la mano de Claire.
—Cariño, el médico dice que si mantienes el ánimo y te cuidas, pronto estarás bien…
Claire respiró profundo, dejó que su voz se quebrara apenas.
—Tengo… algo que decirte.
—No digas nada. Lo importante ahora es que descanses. Cuando estés bien, tendrás décadas para decírmelo todo —le respondió él, suave pero firme.
—No, tengo que hacerlo. —Ella tosió levemente, fingiendo debilidad—. Escúchame… si algún día no estoy, no quiero que te hundas en la tristeza. Prométeme que abrirás tu corazón, que viajarás y disfrutarás la vida. Quiero que cumplas mis sueños por mí.
Adrián tragó saliva. Por un instante, su mente se vació. La emoción era tan real que olvidó que estaban actuando.
La cámara captó su mirada vidriosa, su respiración entrecortada. Sarah observó desde el monitor con una sonrisa satisfecha.
—Excelente… —murmuró—. Ahora el abrazo, recuerden el abrazo.
Adrián vaciló. No estaba seguro si debía hacerlo, pero cuando vio a Claire con los labios entreabiertos y esa fragilidad serena en su rostro, simplemente lo hizo.
La abrazó.
Su cuerpo era suave, cálido, con ese aroma a champú caro que siempre usaba. No era una fragancia invasiva, sino ligera, casi adictiva.
Por un instante, Adrián olvidó las cámaras, el guion, todo. Solo existía ese momento.
Claire también lo sintió. Su corazón latía con fuerza, los dedos temblaban sobre la espalda de Adrián. El contacto era tan real, tan humano, que el aire pareció detenerse.
Entonces, una voz cortó la magia.
—¡Corten! —gritó Sarah de nuevo.
Adrián se quedó inmóvil, aún abrazando a Claire.
—¿Por qué cortas justo ahora? —preguntó con una mueca de frustración—. Estaba en personaje.
Todos rieron. Incluso Claire tuvo que esconder una sonrisa.
—Eres bueno, jefe —dijo Sarah, cruzándose de brazos—. De verdad tienes talento para esto… pero tus movimientos siguen siendo un poco rígidos. Tienes que fluir más.
—¿Rígido? —repitió Adrián, incrédulo.
—Sí, cariño. Cuando tu esposa te está muriendo en brazos, no solo le sostienes la mano. Tienes que abrazarla, sentirla, dejar que la emoción te atraviese. —Sarah chasqueó los dedos—. De nuevo, desde “Cariño, te llevaré a conocer el mundo”.
Adrián respiró hondo, volvió al lugar y repitió:
—Cariño, te llevaré a conocer el mundo y a probar cada comida deliciosa que haya por ahí.
Esta vez el abrazo fue más natural. Claire se dejó llevar, y ambos se fundieron en un silencio lleno de emociones.
Adrián la miró a los ojos.
—Nadie ocupará tu lugar —susurró.
Claire, en su papel, respondió con una sonrisa tan dulce como triste.
—Gracias, amor mío… Quiero dormir un rato, un sueño muy largo.
Adrián bajó la cabeza, fingiendo que la sostenía mientras ella “moría” en sus brazos.
—¡No! —gritó con fuerza.
Sarah levantó la mano.
—¡Corten! Perfecto. Esa fue la toma. Terminamos hoy.
El silencio se rompió con los aplausos del equipo.
Kevin Brooks, el asistente de maquillaje, comentó divertido:
—Jefe, no parece que sea su primera vez actuando. Esa escena fue brutal. Casi lloro.
Adrián se rió.
—Gracias, Kevin. Si alguna vez me canso de los negocios, te avisaré cuando empiece mi carrera en Hollywood.
Mark, el camarógrafo, agregó mientras recogía los equipos:
—Con esa química entre ustedes, el video va a explotar en redes.
Sarah asintió.
—Definitivamente. Fue una toma excelente.
Adrián aplaudió una vez.
—Buen trabajo, todos. Se lo ganaron. Esta noche, la cena corre por mi cuenta.
—¡Sí, señor Foster! —contestaron al unísono, entusiasmados.
Claire no dijo nada. Solo sonrió levemente mientras acomodaba su cabello. Aquella tarde había sido… distinta. No solo por la actuación, sino por lo que sintió cuando él la abrazó.
Quizás trabajar en Lark Media Inc. no era tan malo después de todo.
En el camino de regreso, ella ocupó el asiento del copiloto.
No hablaron. Adrián mantenía la vista fija en la carretera; Claire observaba por la ventana el sol cayendo sobre los edificios de Manhattan, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados.
El silencio entre ellos no era incómodo. Era… algo más.
Algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.
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