Sofia acaba de divorciarse luego de un matrimonio tranquilo en el que la falta de comunicación entres ella y su exesposo Erik los llevo al divorcio. En esta etapa de su vida ella decide renacer y hacer todas esas cosas que nunca hizo por lo que primero empieza con un nuevo trabajo.
Alessandro es el nuevo jefe de Sofia, el ayuda a la mujer a mejorar cada día mientras que poco a poco se va acercando a ella con el fin de no dejarla jamás.
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capitulo 8
La consulta termino rápido porque al no tener los análisis solo me dio una dieta básica en la que se basaba en la reducción de carbohidratos he incrementación de la ingesta de líquidos. El preparador físico me indico ejercicios para principiantes en los que me evaluaría para ver mi evolución y ver cómo me ajusta. También acorde con Laura tomar una de sus clases básicas para ver cómo me iba con ello y así termine mi día, con una nueva dieta y un plan de ejercicio que creo que me hará sudar a lo mal llevado.
Llego a mi casa rendida, con dolores en el cuerpo y eso que lo único que hice fue hablar, técnicamente. Supongo que es el estrés de haberme sentido sobreprotegida por mi gruñón que no me abandono en ninguna de las consultas y discutí con los profesionales como si fuera algo más que mi médico, jefe o amigo.
Por muy mal que pueda llegar a sonar, me gusto. Me gusto sentirme protegida y querida.
Se que Erik a su modo me quería y me quiere, pero no de la misma manera. su forma de quererme era más fraternal, luego de que tuvimos a nuestro hijo Andrés las cosas se enfriaron. Supongo que su trabajo lo consumía y a mí el ser madre me llevo a volcarme en eso y deje de preocuparme por todo lo que venía con el matrimonio.
Aun así, ahora me siento diferente. Mis hijos ya están grandes y es como volver a la soltería prácticamente. Solo que esta vez es literal. Estar divorciada me da ese papel que nunca creí volver a tener.
Sin ánimos para nada solo respondo los mensajes de mis hijos, me preparo una cena liviana y me sumerjo en la tina para relajarme perfectamente.
Al salir del baño, voy derecho a la cama y antes de dormirme porgo mi teléfono a cargar y programo una doble alarma para despertarme mañana y no pasar por el mismo papelón que hoy.
Alessandro:
No sé qué estoy haciendo. Debo estar volviéndome loco, pero acá estoy temprano en la mañana parado en frente de la puerta de Sofia para asegurarme de que luego de la extracción de sangre tome su desayuno.
—¿Ale? —su encantadora voz sorprendida me hace levantar la mirada del piso para fijarla en ella.
—Buen dia —digo y espero sobre el rellano de su puerta.
—Tengo que ir al bioquímico antes de ir al trabajo, ¿Surgió algo que necesite mi colaboración? —pregunta, se ven tan hermosa esta mañana que siento celos de todos los que podrán admirar su belleza.
—Estoy aquí para acompañarte, no me gustaría que te desmayes por ahí al tener que asistir en ayunas para la extracción de sangre —me escuso y ella me mira por un momento como evaluando mi respuesta.
—No soy tan débil como debes de suponer —dice.
—Lo sé, pero necesito hacer esto —apremio y dirijo mi mirada a cualquier lado para no sentir que de cierta forma la acoso.
—Bien, dame un momento para terminar de alistarme —abre más la puerta de su casa—. Pasa por favor.
Como si fuera su cachorro le hago caso y entro a su morada. Ella sube por unas escaleras y yo recorro con la mirada la sala. No es muy grande, pero es acogedora.
Sobre un mueble hay fotos de ella con sus hijos y una llama mi atención, tomo el marco entre mis manos para verla mejor. Se nota que en ella es muchísimo más joven y no me decido cuando es que luce más bella si ahora o antes, el dia de su boda.
Unas ganas de destrozar el marco y ese recuerdo que la une a ese hombre me hacen dejarlo rápidamente antes de cometer una locura. Sigo mirando las fotos para distraerme y me percato que es la única que tiene con el susodicho. Espero poder persuadirla de alguna manera para que la próxima vez que esté aquí no este ese recuerdo que me hace hervir la sangre.
A la mierda no tengo porque esperar que ella tome la iniciativa. Vuelvo a tomar el portarretrato y lo meto dentro del primer cajo que encuentro en el mueble, muy por debajo de todo lo que hay dentro. Luego acomodo los demás para que parezca que no falta nada justo a tiempo porque cuando volteo veo que ella viene bajando las escaleras nuevamente y ahora si una oleada indescriptible de celos me invade.
¿Porque viste tan bien para ir a sacarse sangre?
Lleva un traje color azul marino, de esos con falda lápiz ajuarada a sus caderas, mangas tres cuartos y una blusa por debajo color blanca holgada. Sus tacones del mismo color que la blusa resuenan en la baldosa y cuando enfoca su mirada en mi siento que mi mandíbula se cripta. Luce tan hermosa que siento los celos cubrir todo mi ser. Es irracional y novedoso a la vez.
Estos sentimientos que despierta en mí son tan novedosos y me confunden de igual manera. Nunca creí volver a sentir algún tipo de afecto por una mujer y aquí estoy superando todas mis expectativas.
—Lista —dice y quiero gruñir, pedirle que vuelva a su cuarto y que se cubra.
—¿Segura? —pregunto de todos modos, tratando de que suene casual y no como un loco posesivo y celoso que no quiere que a su mujer la veo otro hombre.
—Mmmm... —murmura pensativa y mira dentro de su bolso —. celular, billetera, documentos, ropa de cambio... —enumera mientras ve dentro de su enorme bolso—. ¡El pedido de análisis! ¡Que tonta! —chilla y se voltea para dirigirse a la cocina, toma un papel y lo mete dentro de su enorme bolso junto con las demás cosas—. Gracias casi me olvido eso —dice regalándome una enorme sonrisa que apacigua la bestia dentro de mí.
Salimos de la casa y se asegura de colocar llave antes de mirarme. Le indico que suba a mi coche mientras la espero con la puerta del pasajero ya abierta. Se sonroja, pero no dice nada y se acomoda en el auto. Se la ve tan bien que surge el deseo de hacer esto diariamente, como si de pronto todo lo que respecta a ella corriera por mi responsabilidad. Es como si fuera una necesidad de protegerla, pero sé que tiene más que ver con el loco posesivo y celoso que habita en el fondo de mi ser, que mera caballerosidad.
Llegamos al laboratorio de mi amigo y le agradecí concedernos el primer turno. Sobre todo, por mi condición que inexplicablemente no incluye a Sofia. El único problema es que no me deja ser yo el que le extraiga la muestra de sangre.
—¿Estás loco? Este es mi trabajo —dice el—. No puedo creer que no confíes en mí.
—No es eso —me justifico—. Es que no quiero que la toques —reniego como si mis palabras se justificaran por si solas.
—Es una paciente, estoy felizmente casado, mi esposa espera nuestro segundo hijo y tu no quieres que toque a tu secretaria ¿Te has vuelto loco? —regaña.
—Si lo pones así suena mal, pero...
—Pero nada, si no quieres arruinar nuestra amistad déjame hacer mi trabajo, de lo contrario busca otro laboratorio —sentencia firmemente y me siento la peor escoria del mundo.
¿Como puedo dudar así de él?
—Lo siento tienes razón, pero me quedo junto a ella —cruzo mis brazos en señal de protesta, me siento como si fuera un crio. Actúo como tal. Qué vergüenza.
—¡Bien! —gruñe.
Salgo y busco a Sofía que la encuentro hablando con la secretaria de mi colega.
—¿Todo bien? — pregunta al verme.
—Si, es tu turno —anuncio y le indico el camino hacia donde le extraerán la muestra.
Entramos y ella se acomoda donde Javier ya está preparando toda la extracción. Se ha quitado la chaqueta y desde donde estoy puedo ver el valle de sus pechos abundantes y rellenos. Me pierdo en ellos soñando en pasar mi lengua entre medio, morder sus picos y lamer su piel rosada. Siento un tirón en mi pantalón y enseguida busco otro escenario para distraerme.
Genial, la aguja.
—¿Es la apropiada? ¿No es muy grande? —pregunto mirando la enorme jeringa.
—Es la indicada para la enorme lista de análisis que sugeriste —me mira levantando las cejas y noto el pronto regaño silencioso.
—Yo...
—¿Quieres esperar fuera? —corta mi declaración.
—No, acordamos que estaría presente —gruño.
—Bien, pero cayado —señala Javier.
—Bien —coincido y me siento en una de las sillas.
Sofia solo los mira mientras intercambiamos esta pequeña riña y siento que el hormigueo de mi interior comienza a surcar mi torrente sanguíneo. La ansiedad está haciendo de las suyas en mi interior.
Lo veo tomar un aparato y colocarlo en su brazo para hacer presión mientras ella aprieta los dedos de su mano. Cuando lo veo palpar en busca de su vena me levanto y me acerco. Coloco las manos en mis caderas y cuento la cantidad de veces que sus dedos tocan su tersa piel.
Javier se detiene y levanta la mirada hacia mi dirección. Sofia hace lo mismo.
—¿Todo bien? —balbucea sofí.
—Alessandro —advierte Javier y yo quiero rugir.
—Bien —resoplo y vuelvo a mi lugar para ver que todo comienza de nuevo.
Mi pie izquierdo comienza a hacer un movimiento nervioso que detiene los movimientos de la mano de javier y me mira intensamente. Suspiro y miro el techo cruzándome de brazos.
Vuelve a la tarea y cuando toma la jeringa para perforar su preciada y delicada piel casi pierdo la cabeza.
—¡No! —gruño levantándome de la maldita silla que me mantiene alejado—. ¡Es muy grueso la vas a lastimar!
—Alessandro —ruje mi amigo y lo miro agitado, sintiendo que me comienza a faltar el aire.
—No la toques —digo y levanto a Sofía para atraerla a mí.
—¿Qué pasa? —pregunta ella mirándome algo asustada.
—No quiero que te toque, que te lastime —admito sintiendo que estoy fuera de lugar.
—No lo hará, pero necesito que me dejes hacer esto sola y será mejor que esperes fuera —dice ella tomando mis manos entre las suyas.
Miro la unión de nuestras manos y suspiro, cierro los ojos por un momento haciéndome a la idea de que nada le pasará, que todo estará bien y que Javier es un profesional.
—Bien, esperare afuera —digo, suelto sus manos, antes de salir le dirijo una mirada de advertencia a Javier.
—Dios, hombre actúas como un sínico —dice el cuándo ya estoy por salir, su tono es confidente para que yo solo lo escuche.
—Si, así es por eso ya sabes —señalo y miro sus ojos—. Ella despierta algo dormido en mí y la protegeré con todo lo que tengo.
—Pues deberías de decírselo —aconseja.
—Si, lo se. Debo encontrar la forma —admito y me dirijo a uno de los sillones a esperar.
No pasa mucho tiempo desde que la puerta se volvió a serrar en que de ella sale Sofía, su chaqueta ya la tiene puesta y cunado me ve me dedica una sonrisa que hace que todo se sienta bien.
—Listo, Javier dijo que los análisis estarán listos para dentro de dos días —dice.
—Genial, ahora a desayunar —indico mientras le abro la puerta de calle.