El Horizonte de Nosotros es una cautivadora historia que explora las complejidades del amor y la identidad. Chris, un joven profesor de cosmología, vive atrapado en un conflicto interno: su homosexualidad reprimida choca con los rígidos prejuicios impuestos por sus creencias religiosas. Su vida dará un giro inesperado cuando conozca a Adrián, un hombre carismático y extrovertido que, a pesar de ser padre de un niño pequeño, descubre en Chris algo que lo atrae profundamente.
En este encuentro de mundos opuestos, ambos se verán enfrentados a sus propios miedos y deseos. ¿Podrá Chris superar sus barreras internas y abrirse al amor que le ofrece Adrián, o será consumido por la culpa y la autonegación, conduciendo a su autodestrucción?
NovelToon tiene autorización de Joél Caceres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Impacto Inesperado
La coordinadora, una mujer de carácter firme y meticulosa, había organizado un viaje de estudio que prometía ser único: recolectar rocas de distintas regiones del país para enriquecer los contenidos académicos de la carrera. Además, los profesores que acompañaran a los estudiantes obtendrían créditos que serían útiles en el futuro para concursos o becas. Todo parecía estar bajo control, pero había un detalle que rondaba en la mente de todos: el consumo de alcohol. Como los estudiantes eran adultos, la coordinadora no podía imponer restricciones, pero sí pedía discreción. La firme advertencia fue clara: “Si algo ocurre con el alcohol, avísenme, y tomaremos medidas”.
Adrian, con su caracter extrovertido y siempre dispuesto a compartir, se sentó junto a Chris, su profesor de cosmología, durante el viaje en bus. Adrian no era el tipo de persona que se guardaba sus pensamientos. Desde el principio, le contó todo sobre su relación con la madre de su hijo, Lucas, y la tensa separación que habían tenido. No le importó mucho que Chris fuera su profesor; su carácter abierto lo impulsó a hablar sin filtros.
Chris, era una persona más reservada, un hombre religioso, educado y disciplinado, que había aprendido a manejar bien sus emociones. Por eso, al escuchar la historia de Adrian, pensó que no tenía nada de qué preocuparse. Para él, Adrian parecía ser un joven heterosexual, alguien con quien podía tener una conversación sin que su secreto se viera amenazado. Lo que Chris no sabía era que Adrian, en su manera de hablar tan abierta, había comenzado a sentir algo que no había anticipado: una atracción inesperada hacia él.
Adrian no podía evitar fijarse en la forma en que Chris mantenía su cabello rubio, suave y cuidado. Su piel blanca y la tranquilidad que emanaba al hablar le resultaban fascinantes. En los momentos más silenciosos, cuando sus miradas se cruzaban de manera casual, Adrian sentía algo más que admiración. Era una mezcla extraña de fascinación y deseo que, al principio, no entendía. Pensaba que simplemente era una admiración por su profesor, pero a medida que avanzaba el viaje, se dio cuenta de que había algo más en juego.
El día terminó con todos los estudiantes y profesores llegando al hotel donde pasarían la noche. Los jóvenes parecían emocionados por el día siguiente, pero la noche trajo consigo algo más. La coordinadora, cumpliendo con los protocolos, asignó habitaciones a los estudiantes y profesores. Adrian y Chris compartirían habitación, lo que, aunque parecía inofensivo, dejó a Chris ligeramente nervioso.
“No hay motivo para preocuparse,” pensó Chris. “Mi secreto está a salvo, no hay nada que temer.”
Sin embargo, había algo en el aire, una tensión invisible que Chris no podía identificar con claridad. Adrian, por su parte, intentaba relajarse mientras se acomodaba en la cama. Se sintió curioso por el ambiente, observando cada detalle de la habitación, pero sobre todo, se fijó en Chris. Era imposible no hacerlo; todo en él le resultaba atractivo, pero se contenía. Pensaba que era solo una atracción superficial, algo que se pasaría con el tiempo.
La mañana llegó temprano. Chris seguía dormido, agotado después de un largo día de viaje, mientras que Adrian ya se había despertado. En el silencio de la habitación, Adrian no pudo evitar mirarlo. Algo en la manera en que Chris se veía tan vulnerable mientras dormía, con su rostro suave y tranquilo, le parecía... tierno. Adrian sonrió en silencio, disfrutando de ese momento fugaz.
Pero de repente, algo inesperado ocurrió. Adrian, como era habitual, tuvo una pesadilla, una de esas pesadillas en las que las sensaciones se vuelven tan reales que el cuerpo responde sin pensar. En un movimiento instintivo, golpeó a Chris en el ojo, creyendo que era una amenaza. El golpe fue rápido y sorpresivo, pero al instante, Adrian se dio cuenta de lo que había hecho.
Chris despertó de inmediato, atónito, sintiendo dolor en el ojo, pero también una fuerte vergüenza. No entendía lo que había pasado, y la confusión en su rostro era evidente. Adrian, por otro lado, no pudo evitar reírse de la situación. Era algo tan absurdo y fuera de lugar que no pudo dejar de bromear.
“¡Das buenos derechazos, che! ¿Quién lo diría? Una persona tan pacífica, aparentemente, pero con un formidable sistema de defensa.”
La risa de Adrian era contagiosa, y Chris, aunque avergonzado, no pudo evitar sonrojarse. El calor de su rostro lo traicionó, y Adrian, al ver la expresión de su profesor, no pudo evitar divertirse aún más. Chris, entre risas y disculpas, se cubrió el rostro, incapaz de mirar directamente a Adrian.
“Perdón… no quería… Fue un golpe sin querer…” decía Chris, aún con la voz entrecortada, mientras sus mejillas se ponían rojas.
Adrian sonrió, sintiéndose algo más cerca de Chris de lo que esperaba. El momento había sido un pequeño accidente, pero para él, había algo en la forma en que Chris se sonrojaba que despertaba algo más profundo dentro de él.
A medida que avanzaba el viaje, Adrian no podía dejar de pensar en lo que sentía por Chris. Era un deseo que crecía lentamente, pero con cada gesto, con cada conversación compartida, sentía que su atracción por él aumentaba. Lo que al principio parecía solo una fascinación por su apariencia y su carácter tranquilo, pronto se convirtió en algo mucho más complejo.
Chris, por su parte, seguía sin entender lo que estaba pasando. Su fe, su educación religiosa, y su vida privada le decían que debía mantenerse alejado de esos sentimientos, pero algo en Adrian lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado antes. Mientras el viaje continuaba, ambos sabían que estaban cruzando una línea invisible, y ninguno de los dos sabía exactamente qué hacer con lo que comenzaba a florecer entre ellos.
El día comenzó temprano, con el sol apenas asomándose en el horizonte, cuando Irene, la coordinadora del viaje, reunió a todos en una pequeña sala del hotel. Con su tono autoritario pero amigable, les entregó a cada uno una carpeta con un plan detallado de lo que se llevaría a cabo durante la expedición. Había un aire de entusiasmo en la sala, aunque no todos compartían el mismo fervor por las lecciones académicas que se darían a lo largo del día.
Con los papeles organizados y los equipos preparados, la expedición partió hacia el campo. El profesor Pedro, el encargado de la geología, era un hombre de aspecto rudo y entusiasta que dirigió la caminata, explicando todo lo relacionado con las formaciones rocosas y la historia de la tierra que pisaban. Mientras recorrían los campos, observaban aves y tomaban fotos de las maravillas naturales, aunque no todo eso estaba relacionado directamente con la lección, los estudiantes disfrutaban de la actividad. Para algunos, era una oportunidad para escapar de la rutina, disfrutar del aire libre y, en el caso de Adrian, encontrar un nuevo espacio para compartir con los demás.
Mientras tanto, Chris se mantenía al margen, observando cómo Adrian interactuaba con los demás, con su carácter extrovertido y su habilidad para conectar con los demás. A veces, sus miradas se cruzaban, y Chris se sentía incómodo, sin saber cómo actuar ante esa atracción que empezaba a crecer. Sin embargo, intentaba concentrarse en lo que Pedro explicaba, en las formaciones rocosas y las lecciones que, hasta ese momento, habían sido su único refugio.
El recorrido continuó sin problemas hasta que, de repente, el profesor Gabriel, un hombre ya mayor, resbaló en una roca mojada y cayó al suelo. La escena fue dramática: todos se agacharon rápidamente, pero pronto se dieron cuenta de que Gabriel no podía levantarse por sí mismo. El sobrepeso y la caída lo habían dejado inmovilizado, y el miedo se apoderó de todos los presentes. El caos se desató, pues nadie quería moverlo sin causar más daño.
Adrian, quien había estado observando la situación desde lejos, reaccionó rápidamente. A pesar de la evidente preocupación, no dudó ni un segundo. Con una mezcla de determinación y calma, se acercó a Gabriel y, con una facilidad sorprendente, lo levantó con cuidado. Era evidente que el esfuerzo no le costaba en absoluto. Sin embargo, el gesto no pasó desapercibido para Chris, quien observaba la escena desde un costado.
Mientras Adrian subía al profesor Gabriel a la camioneta de la institución con agilidad y sin dificultad, Chris no pudo evitar sentirse un poco desconcertado por la destreza de Adrian. La imagen de Adrian cargando a Gabriel con una naturalidad que parecía desafiar las expectativas de todos hizo que un cosquilleo recorriera la espalda de Chris.
¿Cómo podía alguien tan joven tener tal fuerza? se preguntó, sintiendo una mezcla de admiración y una extraña incomodidad. El gesto desinteresado de Adrian, su confianza al actuar en una situación tan delicada, lo dejaba pensando en su carácter y en algo más que no se atrevía a identificar con claridad. Era algo que, de alguna manera, lo fascinaba y lo desconcertaba al mismo tiempo.
Mientras la camioneta se ponía en marcha con Gabriel a bordo, los estudiantes se agruparon nuevamente alrededor del grupo, algunos comentando sobre lo ocurrido, otros buscando consuelo en la normalidad de la situación. Sin embargo, el ambiente entre Adrian y Chris había cambiado. Aunque no se decía nada, había una tensión en el aire, una corriente sutil que circulaba entre ellos.
Chris intentó distraerse con las explicaciones del profesor Pedro, pero no podía dejar de pensar en la imagen de Adrian cargando a Gabriel, de la facilidad con que lo había hecho. Era algo que no podía sacarse de la cabeza. Lo observó a lo lejos mientras caminaba al lado de sus compañeros, y algo dentro de él se removió, una mezcla de celos y atracción, de incertidumbre y deseo.
Por su parte, Adrian continuaba su camino como si nada hubiera ocurrido. Hablaba con los demás estudiantes, manteniendo su actitud alegre, pero internamente sentía algo distinto. Después de la experiencia con la pesadilla en la habitación, su atracción por Chris parecía intensificarse. No podía negar que algo en el comportamiento de Chris lo había cautivado, pero al mismo tiempo, no sabía cómo manejar la situación. ¿Debería decirle algo? se preguntaba mientras continuaba observando a su profesor, que, aunque distante, no dejaba de llamar su atención.
A medida que avanzaba la jornada, ambos se mantenían distantes, pero la tensión estaba presente. Chris luchaba con sus propios sentimientos, mientras que Adrian seguía sin comprender del todo lo que estaba sucediendo dentro de él.
Y, mientras la jornada de campo continuaba, ambos se encontraban atrapados en un espacio de incertidumbre, entre lo que querían y lo que creían que debían hacer. Nadie sabía cómo evolucionaría la situación, pero lo que estaba claro era que este viaje había cambiado algo entre ellos, algo que ninguno de los dos podría ignorar.
Ame.