Lena, una joven que siempre ha sentido que es diferente, sin saber por qué. En la noche de su vigésimo primer cumpleaños, su vida da un giro inesperado cuando descubre que es la Luna destinada del alfa de la manada más poderosa de la región, un hombre llamado Aiden, conocido por su ferocidad y liderazgo implacable.Aiden, marcado por una profecía ancestral, ha esperado años para encontrar a su Luna, la única persona capaz de calmar la bestia dentro de él y traer equilibrio a su vida. Sin embargo, Lena no está dispuesta a aceptar su destino fácilmente. Mientras lucha por comprender y aceptar el vínculo que la une a Aiden, descubre que su conexión va mucho más allá del amor: está vinculada a un oscuro secreto que podría destruirlos a ambos.En medio de luchas internas, conflictos con otras manadas, y una amenaza que podría desencadenar una guerra, Lena debe decidir si está dispuesta a aceptar la marca del Alfa y el destino que le ha sido impuesto, o seguir su propio destino
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Capítulo 13 La Primera Noche como Esposos
La luz de la luna se filtraba a través de los árboles mientras Aidan guiaba a Lena hacia la cabaña.
La madera crujía suavemente bajo sus pies mientras cruzaban el umbral. La pequeña construcción de madera, con su chimenea de piedra y sus paredes adornadas con recuerdos de la manada, parecía más acogedora y cálida que nunca.
Había algo diferente en el aire, una sensación de hogar que no estaba presente antes. Quizás era la certeza de que, a partir de esa noche, no estarían solo juntos como Alfa y Luna, sino como marido y mujer.
Aidan cerró la puerta detrás de ellos y, sin soltar la mano de Lena, la miró con una intensidad que le quitó el aliento.
No había palabras que pudieran expresar lo que sentían en ese momento. Su vínculo, ya sellado y fortalecido por la ceremonia, parecía brillar en el aire entre ellos, una conexión tan profunda que casi podía tocarse.
Lena se encontraba en un torbellino de emociones. La certeza de que había tomado la decisión correcta la llenaba de una paz inesperada. Todas las dudas y miedos que habían plagado su mente durante semanas parecían haber desaparecido.
Ahora, solo quedaba el amor que sentía por Aidan, un amor tan grande que la desbordaba.
Sabía que lo que estaban a punto de compartir esa noche no era solo una expresión física de su amor, sino también una confirmación de su vínculo y su compromiso mutuo.
Aidan se acercó lentamente a ella, sus ojos fijos en los de Lena, como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro. Sus manos encontraron la cintura de ella, y con una suavidad que contrastaba con la fuerza de su presencia, la atrajo hacia él.
El calor de su cuerpo la envolvió, y Lena sintió cómo su corazón se aceleraba, latiendo en sincronía con el de Aidan.
Sin decir una palabra, Aidan bajó la cabeza y la besó. Fue un beso lleno de pasión contenida, un fuego que había estado ardiendo dentro de ambos desde el momento en que se conocieron, pero que ahora se desataba sin reservas.
Lena se entregó al beso, dejándose llevar por la intensidad de las emociones que la embargaban. Sus manos encontraron el camino hacia el cabello de Aidan, enredándose en él mientras lo acercaba más a ella.
El tiempo parecía detenerse mientras el mundo exterior desaparecía. La única realidad era el calor de los cuerpos unidos, la sensación de los labios de Aidan sobre los suyos, y la certeza de que estaban exactamente donde debían estar.
Con cada caricia, cada susurro, cada mirada, Aidan y Lena se entregaban el uno al otro de una manera que trascendía lo físico. Esta era su primera noche como esposos, y querían que fuera perfecta, querían sellar su amor y compromiso de la manera más pura y sincera posible.
Aidan la levantó en brazos con facilidad, como si fuera lo más natural del mundo, y la llevó hasta la cama. La colocó suavemente sobre las sábanas, sus ojos nunca apartándose de los de ella. Lena sentía su piel ardiendo, su corazón latiendo con una intensidad que la hacía sentir viva como nunca antes.
—Lena —susurró Aidan, su voz ronca por la emoción—. Eres todo para mí.
Lena no pudo evitar sonreír, aunque sus ojos brillaban con lágrimas de felicidad.
—Y tú para mí, Aidan. No hay nada que desee más que estar contigo, ahora y siempre.
Aidan la besó de nuevo, esta vez más suave, más lento, como si quisiera saborear cada momento. Sus manos comenzaron a explorar su cuerpo, acariciando su piel con una delicadeza que la hizo estremecerse.
Lena respondió con la misma pasión, dejándose llevar por la necesidad de sentirlo, de estar más cerca de él de lo que nunca antes había estado.
Mientras se entregaban el uno al otro, el vínculo entre ellos se hacía más fuerte, más profundo. Lena podía sentir cómo cada caricia, cada beso, cada susurro en su oído fortalecía el lazo que los unía.
Aidan era su Alfa, su compañero, su esposo, y ahora, más que nunca, Lena sabía que su destino estaba ligado al de él. Y eso la llenaba de una felicidad indescriptible.
La noche se llenó de susurros, de caricias, de suspiros que hablaban de amor y devoción.
Aidan y Lena hicieron el amor con una pasión que solo los que están verdaderamente enamorados pueden entender.
Era como si cada vez que se unían, sus almas se entrelazaron más, sus corazones latieran al unísono, y sus cuerpos se fusionaran en una sola entidad.
No había nada más en el mundo que importara en ese momento. Solo ellos dos, juntos, sellando su amor de la manera más pura y sincera.
Cuando finalmente se quedaron dormidos, acurrucados el uno contra el otro, la luna seguía brillando en lo alto, testigo de la unión de dos almas destinadas a estar juntas.
La mañana siguiente, el sol se filtró por las ventanas de la cabaña, llenando la habitación de una luz cálida y dorada. Lena despertó lentamente, sintiendo el calor del cuerpo de Aiden junto al suyo.
Abrió los ojos y lo vio mirándola con una sonrisa suave, su mano acariciando su mejilla.
—Buenos días, mi esposa —murmuró Aidan, su voz llena de ternura.
Lena sonrió, sintiendo una oleada de felicidad recorrer su cuerpo.
—Buenos días, mi esposo —respondió, su voz aún somnolienta.
Se quedaron así por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro, sabiendo que estaban exactamente donde querían estar.
Pero la paz de la mañana fue interrumpida por un sonido distante que llegaba desde el exterior.
Aidan se tensó ligeramente, sus sentidos de Alfa alertándose.
—¿Qué es eso? —preguntó Lena, notando el cambio en la expresión de Aidan.
Aidan se levantó de la cama, y se dirigió hacia la ventana, entreabriendo la cortina para mirar afuera. Sus ojos se entrecerraron mientras intentaba identificar el origen del sonido.
A medida que sus ojos se acostumbraban a la luz, pudo ver movimiento en la distancia, hacia el centro de la manada.
—Parece que hay algo sucediendo en la aldea —dijo Aidan con el ceño fruncido.
Lena se levantó y se acercó a él, colocándose a su lado. Podía ver la preocupación en el rostro de Aidan, y aunque no sabía exactamente qué estaba pasando, podía sentir la inquietud en el aire.
—¿Crees que tiene que ver con nosotros? —preguntó Lena, intentando mantenerse tranquila.
Aidan suspiró, asintiendo lentamente.—Es posible. Sabíamos que no podríamos mantener esto en secreto por mucho tiempo.
Lena sintió un nudo formarse en su estómago. La realidad de su situación comenzó a asentarse en su mente. Habían hecho lo correcto, lo que sentían en sus corazones, pero eso no significaba que todos lo aceptarían de inmediato.
—Debemos enfrentar lo que venga, juntos —dijo Lena, tomando la mano de Aidan en un gesto de apoyo.
Aidan la miró con una mezcla de admiración y amor. La fortaleza de Lena, su capacidad para mantenerse firme incluso en las situaciones más difíciles, era una de las cosas que más amaba de ella.
—Tienes razón —dijo Aidan, apretando su mano—. Juntos.
Mientras Aidan y Lena se preparaban para salir de la cabaña, el centro de la manada estaba en un estado de agitación.
El rumor de la boda secreta del Alfa se había extendido como un incendio forestal, y la noticia había llegado a los oídos de Serena mucho más rápido de lo que cualquiera podría haber imaginado.
Serena estaba en su casa, su rostro contorsionado por el dolor y la ira. Los gritos de rabia resonaban en las paredes, mientras sus lágrimas caían incesantemente.
No podía creer lo que estaba pasando. Aidan, su Aidan, se había casado con esa intrusa, esa forastera que había aparecido de la nada y le había arrebatado su destino.
—¡No! —gritó Serena, su voz llena de desesperación—.
¡No puede ser verdad! ¡No voy a permitirlo!
Su padre, Marcus, estaba a su lado, intentando calmarla, aunque él mismo estaba furioso por la noticia.
Había pasado años preparando a Serena para ser la Luna de la manada, la esposa de Aidan, y ahora todo eso se había desmoronado en un solo día.
—Tranquilízate, Serena —dijo Marcus, su voz forzada a mantenerse calmada—.
No todo está perdido. Aidan ha cometido un error, pero podemos arreglarlo.
No vamos a dejar que esa mujer tome lo que es tuyo por derecho.
Serena levantó la mirada, sus ojos llenos de odio.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó, su voz temblorosa.
Marcus apretó los dientes, su mente trabajando rápidamente para encontrar una solución.
—Voy a hablar con el consejo. Aidan puede ser el Alfa, pero no es invulnerable.
te felicito x tu historia con Lena estuvo increíble q tengas muchos éxitos y sigue así ojalá nos mande la notificación de la historia de sienna a los q no nos aparece