Margaret O'Brien y su familia abandonan la ciudad y se mudan a un pequeño pueblo donde nacieron sus padres, pero nada funciona como debe ser. Desde que llegan Margaret se siente constantemente vigilada. ¿Quien es? y ¿Que quiere?
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El Diario
Capitulo 6
El Diario
Después de una noche llena de inquietudes, Margaret finalmente logró conciliar el sueño casi amaneciendo. La sensación de ser observada se desvaneció lentamente, y el cansancio la venció. Se sumergió en un sueño profundo y reparador, dejando atrás las sombras y los susurros que la habían atormentado.
En la mañana, los primeros rayos de sol se filtraron por las cortinas, llenando la habitación de una cálida luz dorada. Margaret se despertó sintiéndose más descansada, aunque los recuerdos de la noche anterior seguían frescos en su mente. Sabía que no podía ignorar lo que había experimentado.
Decidida a encontrar respuestas, se vistió rápidamente y bajó las escaleras en busca de sus padres. Los encontró en la cocina, disfrutando de un desayuno tranquilo. Su madre, con una sonrisa acogedora, le ofreció una taza de café.
—Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien?— preguntó su madre.
Margaret tomó un sorbo de café y se sentó a la mesa.
—Mamá, papá, necesito contarles algo que pasó anoche.—
Sus padres intercambiaron miradas curiosas.
—¿Qué sucedió, Margaret?— Preguntó su padre, dejando el celular a un lado.
Margaret les relató todo: la sensación de ser observada, los susurros, y el recuerdo de las advertencias de Molly. Sus padres escucharon atentamente, pero a medida que Margaret hablaba, notó que sus expresiones cambiaban de preocupación a divertidas.
Cuando terminó, su madre soltó una risa suave.
—Margaret, querida, no deberías creer en esas historias. Seguro que solo fue tu imaginación. Tal vez has estado viendo demasiada televisión.—
Su padre asintió, sonriendo. —Sí, hija. Las casas viejas hacen ruidos extraños, pero no hay nada de qué preocuparse. No dejes que esas cosas te asusten.—
Margaret sintió una mezcla de frustración y desilusión. Había esperado que sus padres la tomaran en serio, pero en lugar de eso, se reían de sus preocupaciones.
—Pero, mamá, papá, realmente sentí que alguien me observaba. No creo que haya sido solo mi imaginación.—
Su madre le dio una palmadita en la mano.
Entendemos que fue una noche difícil, pero no hay nada en esta casa que pueda hacerte daño. Trata de relajarte y no pienses más en eso.—
Margaret asintió, aunque en su interior seguía sintiéndose inquieta. Sabía que lo que había experimentado no era solo producto de su imaginación, pero también sabía que no podía convencer a sus padres de lo contrario. Decidió que tendría que investigar por su cuenta y encontrar pruebas que demostraran que no estaba loca.
Con una determinación renovada, Margaret se levantó de la mesa luego de comer un pan con mermelada.
—Gracias, mamá, papá. Intentaré no preocuparme tanto.—
Sus padres sonrieron satisfechos y su madre hablo.
—Eso es lo mejor cariño. Ahora, ¿qué te parece si salimos a dar un paseo por el jardín? El aire fresco te hará bien.—
Margaret aceptó la invitación, aunque en su mente ya estaba planeando su próxima movida. No dejaría que las risas de sus padres la desanimaran. Estaba decidida a descubrir la verdad, sin importar lo que costara. Su madre hablaba de como quería decorar el jardín y las flores que podía sembrar el tiempo paso lento y Margaret necesitaba respuestas rapido. Recordó que en el ático había muchas, y tal vez allí encontraría alguna pista sobre los extraños sucesos en la casa. Le dijo a su mam que había olvidado hacer algo y se fue corriendo adentro de la casa.
Subió las escaleras que crujían bajo sus pies y abrió la puerta del ático. El aire estaba cargado de polvo y el olor a antigüedad llenaba el espacio. La luz del sol se filtraba a través de una pequeña ventana, iluminando cajas apiladas y muebles cubiertos con sábanas.
Margaret comenzó a revisar las cajas, una por una. Encontró viejos juguetes, ropa antigua y libros amarillentos por el tiempo. Cada objeto parecía contar una historia, pero no encontraba nada que pudiera explicar lo que había sentido la noche anterior.
Finalmente, en una esquina del ático, descubrió un viejo baúl de madera con el nombre grabado de Margaret Moloney, eso era increíble habia encontrado las cosas de su tatarabuela. Tenía un pequeño candado oxidado así que busco una herramienta de metal y le dió varios goles hasta que Lo abrió se encontró con mantas y objetos personales, también encontró un álbum de fotos. El cuero estaba desgastado y las páginas crujían al pasar. Margaret se sentó en el suelo y comenzó a hojear el álbum.
Las primeras fotos mostraban a su tatarabuela en su juventud. Margaret se sorprendió al ver lo idéntica que era a ella. Era como mirar su propio reflejo en un espejo antiguo. Las fotos capturaban momentos felices, en el jardín, en fiestas familiares, y en la misma habitación que ahora ocupaba Margaret. Era increíble como todo había cambiado, se podía ver qué hace muchos años esa casa era remota y lejos de la ciudad, ahora se convirtió en los suburbios.
A medida que pasaba las páginas, Margaret notó algo extraño. En algunas fotos, había sombras en el fondo, figuras borrosas que parecían observar a su tatarabuela Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Podría ser que ella también hubiera sentido lo mismo que ella?
Después de encontrar el álbum de fotos en el baúl Margaret siguió buscando cosas pero no encontró nada que aún llamara su atención aunque sintió que estaba más cerca de descubrir los secretos de su familia. Fue entonces cuando se percató de que ese baúl se veía extraño, desde afuera se veía más alto que por dentro, sin duda tenía un fondo falso, rápidamente saco todas las cosas y golpeó la madera del fondo con sus nudillos la cual hizo un sonido particular confirmando sus sospechas, tardo mucho tiempo tratando de descubrir como abrirlo hasta que por un lado encontró una pieza de madera que llamo su atención al presionarla sintió como un resorte hizo su trabajo y el fondo falso se levantó, habían cartas antiguas sin abrir envueltas en telas, algunas joyas en un antiguo joyero y lo que más resaltaba eso el diario envuento en una tela roja, el diario aunque estaba cubierto tenía polvo y las páginas amarillentas mostraban signos de haber sido leídas muchas veces. Margaret lo abrió con cuidado, sintiendo una mezcla de emociónes. En la primera página, con una caligrafía elegante, estaba escrito el nombre de Margaret Moloney.
Comenzó a hojearlo y vio que las fechas eran muy antiguas y algunas fotografías y dibujos, una entrada en particular llamó su atención. Su tatarabuela describía cómo había sentido una presencia en la casa, similar a lo que Margaret había experimentado la noche anterior. Hablaba de susurros en la noche y de sombras que parecían moverse por los pasillos. Margaret sintió un escalofrío al leer esas palabras, dándose cuenta de que no estaba sola en sus experiencias.
El diario también contenía relatos de la vida cotidiana de su abuela, sus amistades, y su amor por la familia. Margaret se dio cuenta de lo mucho que se parecía a su tatarabuela, no solo físicamente, sino también en su pensamiento.
Con el álbum y el diario en la mano Margaret bajó del ático a su habitación para comenzar a leer. Sabía que tenía que investigar más y muchas respuestas se encontraban en sus manos. Ahora tampoco podía ignorar las similitudes entre ella y su tatarabuela, eso era algo fantástico.