Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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4 — ¿Un viaje?
Leandro Lombardi.
Al llegar a la casa, somos recibidos por nuestra madre, quien se muestra muy alegre.
Esta actitud resulta algo inusual en ella, pero empiezo a entender la razón de su felicidad al notar la presencia de Andrea, la hija de su mejor amiga.
Mi madre parece decidida a presentármela como una candidata ideal, o mejor dicho, como una posible pareja que quiere que considere.
Dios mío, ¿cuándo entenderá que no tengo intención de casarme?
— ¡Hijos, qué bueno que han llegado! — exclama con entusiasmo —. ¡Miren qué visita tan encantadora tenemos en casa!
Encantadora, al menos para ella.
— Hola, Andrea, ¿cuándo llegaste? —le pregunta Luciano con curiosidad.
— Nuestra madre no se va a dar por vencida hasta verte casado, hermanito — susurra Federico, y en el fondo sé que tiene toda la razón. — Y lo peor de todo es que parece que eso sería con esa bruja disfrazada de santa.
— ¡Hijos! — interrumpe nuestra madre, claramente molesta —. Dejen de hablar en susurros, es de mala educación, especialmente si alguien les está hablando.
— Lo siento, madre — responde Federico, mientras que yo opto por quedarme en silencio, sin atreverme a decir nada.
— Llegué hace una semana, pero he estado un poco ocupada con varias cosas y por eso no los visité antes. — dice Andrea, con un tono algo tímido.
— Oh, me imagino que tus ocupaciones deben haber sido demasiadas. — respondí de manera irónica, notando cómo mi madre me lanza una mirada reprobatoria.
— Leandro, por favor. ¿Podrías ser un poco más amable con Andrea? ¿Qué te cuesta, hijo? — dice mi madre, insistiendo en que muestre un poco más de cortesía.
— Madre, no le pidas peras al manzano, porque nunca las va a dar. — interviene Federico, mientras frunzo el ceño, sorprendido por esa expresión que jamás había escuchado antes.
— No es correcto, se dice que nunca se le deben pedir peras al olmo —cuestiona Luciano, mientras él rueda los ojos con incredulidad.
— Sea como sea, el caso es que, por más que desees cambiar o esperar algo diferente de Leandro, eso nunca va a suceder, madre — respondió con calma.
— Yo creo que todos tenemos la capacidad de cambiar con el tiempo, solo hay que tener paciencia; ya verás que lo lograrás — contesta Andrea con optimismo.
— Tienes razón, querida; Leandro solo necesita un poco de tiempo o a alguien que lo ayude a entender y reflexionar sobre su comportamiento, ¿no es así, hijo? — murmura con una sonrisa, mostrando apoyo a su argumento.
— Ninguna de las dos opciones, madre, estás desperdiciando tu tiempo — le digo de manera brusca, sin rodeos. — Pero dejando de lado ese tema, quiero que hablemos sobre un viaje que haremos a Argentina.
— ¿Un viaje a Argentina? ¿Y eso para qué? — pregunta con una expresión de confusión en su rostro.
— Es un asunto relacionado con la disquera. Si todo sale como está planeado, te lo contaremos con todo lujo de detalles. — le dije con calma, tratando de mantener un tono sereno — Ahora, lo que realmente quiero saber es si aceptas acompañarnos en este viaje
— ¿Ustedes me invitan a acompañarlos? Vaya, eso es una gran sorpresa, especialmente porque nunca me han invitado a ninguno de sus viajes — dice con un tono irónico.
— Madre, exageras. Además, tú misma dijiste que no podías venir con nosotros debido a tus compromisos con la Fundación — replica Federico, visiblemente incrédulo — No entiendo por qué nos haces reclamos.
— Solo fue una sola vez, y pudieron haberme mencionado esto en otro momento. Pero eso ya no importa, lo fundamental aquí es que, sí, los voy a acompañar. Así tendré la oportunidad de reunirme con Estela y, además, de ofrecerle mis condolencias por lo de Clarissa.
Al mencionar el nombre de Clarissa, sus ojos se llenan de tristeza.
— Oh, señora Raisa, tengo entendido que fue una gran amiga para usted, pero no debería recordarla con tristeza, sino con alegría. — dice con inocencia y un toque de melancolía — porque, aunque ya no esté con nosotros, se encuentra en un lugar mejor, al lado de Dios.
¡Qué hipócrita!
— Ay, mi Andrea, gracias por tus palabras, querida. — mi madre le ofrece una cálida sonrisa.
Si tan solo ella supiera lo que esta mujer inocente, sarcásticamente hablando, es capaz de hacer.
Estoy seguro de que lamentaría lo que está diciendo en este momento, pero no creo que eso suceda.
— Tus palabras son muy hermosas, aunque no tengas vela en este entierro; nunca la conociste, así que es mejor que guardes silencio.
Me desagrada Federico cuando suele hacer este tipo de comentarios, pero esta vez debo reconocer que lo admiro por haber dicho eso.
— ¡Por favor, Federico, muéstrale un poco más de respeto! Andrea solo está intentando ofrecerme unas palabras de consuelo, no está haciendo nada incorrecto; tú deberías... — pero es interrumpida por Andrea.
— No se preocupe, Señora Raisa. Federico tiene razón. No debí expresar mi opinión sobre algo que no conozco de primera mano. Creo que lo mejor será que me retire, ya está oscureciendo. — susurró por lo bajo.
Su voz tiene un tono de pesar, pero no caeré en su manipulación.
— Permíteme acompañarte hasta la puerta, querida.
Ambas se levantan de sus asientos y se dirigen hacia la salida.
— No puedo soportar a esa mujer. Se hace la inocente, pero nadie se traga su actuación. — murmura entre dientes Federico con evidente desdén.
— En realidad, lo que deberíamos decir es que nuestra madre se lo cree, porque no olvides que está empeñada en que sea parte de la familia. — comenta Luciano, haciendo una mueca divertida.
— Pobre de ti, hermanito. Imagínate casándote con Anabelle. — dice Federico con un tono burlón.
Luciano se une a la broma, riéndose también.
Estaba a punto de darles una respuesta cuando nuestra madre llega, y por la expresión en su rostro, me doy cuenta de que está molesta.
Como no quiero irritarme aún más, decido marcharme a mi habitación.
Lo último que capto mientras subo las escaleras son sus quejas sobre cómo Federico ha tratado a Andrea.
Es importante señalar que, en mi opinión, ella se lo merecía.
En este momento, no estoy para escuchar esos reproches, lo fundamental ahora es diseñar una estrategia sólida para llevar a cabo el concurso, aunque la idea original fue de Federico, debo admitir que me gustó mucho.
Me pregunto qué sorpresas me deparará el famoso destino en ese lugar. Espero que sean agradables.