En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?
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Capítulo 8: Danzas de Sombras y Silencio
El frío viento otoñal soplaba a través de los estrechos pasillos del castillo, haciendo temblar las antorchas y proyectando sombras oscilantes en las paredes de piedra. Arabella caminaba rápidamente, su capa ondeando detrás de ella. Su mente bullía con pensamientos mientras se dirigía al ala oeste del castillo, donde había acordado reunirse con Alexander en secreto. Las revelaciones del encuentro en el establo pesaban sobre sus hombros como una losa.
Cuando llegó, Alexander ya la estaba esperando. El ceño fruncido y la tensión en su mandíbula delataban su preocupación. Arabella le entregó una pequeña bolsa de terciopelo que había encontrado escondida en los aposentos de Sir Reginald. Dentro había un anillo con un emblema antiguo y un pequeño papel con cifras y nombres codificados.
—Esto es lo que conseguí, —dijo ella, susurrando—. No estoy segura de qué significa, pero creo que es un registro de pagos. Podría ser la clave para descubrir quién más está involucrado.
Alexander tomó el papel y lo estudió con detenimiento. —Si estos nombres pertenecen a miembros de la nobleza que han aceptado sobornos o están financiando la conspiración, entonces tenemos algo que usar en nuestra defensa. Pero necesitamos descifrar el código y averiguar a quiénes pertenecen estas iniciales.
—He pedido ayuda a alguien en quien confío —dijo Arabella, mirando por encima del hombro para asegurarse de que no los escucharan—. Lady Beatrice, la hermana menor del duque de Northumbria. Ella tiene un don para los cifrados y juró mantener en secreto lo que le di. Confío en su discreción.
Alexander dudó un momento, su mirada se oscureció con preocupación. —Espero que confíes en ella con razón. Si esta información cae en las manos equivocadas, no solo nuestra investigación estará en peligro, sino también nuestras vidas.
Antes de que Arabella pudiera responder, el sonido de pasos acercándose los hizo detenerse. Se escondieron en una pequeña sala contigua, conteniendo la respiración mientras los pasos se hacían más fuertes. A través de una rendija en la puerta, Arabella pudo ver la figura de Lady Catherine Ravenswood caminando lentamente por el pasillo, como si buscara algo… o a alguien.
Los ojos de Arabella se encontraron con los de Alexander, y comprendieron que Catherine podría estar sospechando de ellos. El peligro se acercaba más rápido de lo que habían anticipado. Necesitaban moverse con más rapidez y sigilo.
Esa noche, el salón de baile del castillo resplandecía con la luz de los candelabros de cristal, y el sonido de la música llenaba el aire mientras la nobleza se reunía para celebrar la llegada de emisarios de un reino vecino. Arabella, con un vestido color esmeralda que realzaba su figura, se movía entre los invitados, repartiendo sonrisas y palabras amables. Sin embargo, su mente estaba concentrada en la tarea que la había traído allí: encontrar una oportunidad para acercarse a la reina sin levantar sospechas.
Alexander la observaba desde el otro lado de la sala, asegurándose de que nadie se acercara demasiado a ella. Sabían que el baile sería el escenario perfecto para llevar a cabo su plan, pero también un lugar lleno de riesgos. Si se equivocaban, todos sus esfuerzos se vendrían abajo.
En medio de la multitud, Arabella finalmente vio a la reina. Estaba conversando con Lord Edmund y su esposa, la duquesa de Ravenswood. La risa de la reina resonaba con la alegría de quien disfruta de la velada, pero Arabella sabía que detrás de esa fachada se escondía una mujer siempre vigilante. La reina tenía el don de leer a las personas, y Arabella necesitaba abordar el asunto con delicadeza.
Arabella se acercó, adoptando una expresión de despreocupada simpatía. —Su Majestad —dijo con una reverencia perfecta—, es un honor verla esta noche. Espero que los festejos sean de su agrado.
La reina le dedicó una sonrisa, aunque sus ojos estudiaban a Arabella con una intensidad que parecía traspasar la superficie. —Lady Arabella, el placer es mío. Siempre es bueno ver a una joven tan encantadora como usted en estos eventos.
Antes de que Arabella pudiera continuar, Lady Catherine se adelantó. —Majestad, estoy segura de que Lady Arabella tiene muchas cosas que contarle, pero si me permite un momento, quería hablarle sobre los preparativos de la cacería real de la próxima semana.
Arabella sintió la frustración acumulándose en su interior, pero mantuvo su expresión tranquila. La interrupción de Catherine había sido deliberada, una táctica para apartarla del camino. Sin embargo, justo cuando la reina estaba a punto de apartar su atención de ella, Arabella tomó una decisión arriesgada.
—Majestad —dijo rápidamente—, me temo que lo que tengo que decirle no puede esperar. Es un asunto de suma importancia para la seguridad de la corona.
La sala pareció congelarse por un momento. Lady Catherine frunció el ceño, claramente molesta, mientras la reina ladeaba la cabeza con curiosidad. La tensión entre las tres mujeres era palpable, y Arabella sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja.
La reina hizo un gesto para que Catherine se retirara, y la duquesa se alejó con visible renuencia. Arabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, pero se obligó a mantener la calma.
—Lady Arabella, espero que comprenda la seriedad de lo que acaba de insinuar —dijo la reina en voz baja, sus ojos brillando con una mezcla de intriga y advertencia—. Este no es lugar para hablar de traiciones. Venga conmigo.
La reina la llevó a una pequeña sala privada junto al salón de baile. La habitación estaba decorada con tapices antiguos y libros de historia, y las gruesas cortinas de terciopelo rojo bloqueaban cualquier sonido del exterior. La reina cerró la puerta con un movimiento rápido y se volvió hacia Arabella con el ceño fruncido.
—Ahora, dígame qué es lo que no podía esperar —dijo con severidad, cruzando los brazos.
Arabella tragó saliva y se apresuró a hablar. —Majestad, hemos descubierto evidencias de que hay un complot en marcha contra usted, y que los Ravenswood están involucrados. Hay documentos que implican a ciertos miembros de la corte en sobornos y planes para desprestigiar a su familia. Tememos que no sea solo un intento de socavar su autoridad, sino de destruir su legado y arrastrar a los Pembroke con usted.
La expresión de la reina no se suavizó, pero sus ojos reflejaban la sorpresa. —¿Tiene pruebas? —preguntó en un tono que no permitía evasivas.
Arabella asintió. —Estamos en proceso de descifrar un registro de pagos y mensajes codificados que podrían revelar la red completa de traidores. Sin embargo, necesito tiempo y su protección para continuar nuestra investigación sin ser detectados.
La reina permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, su expresión cambió de sospecha a determinación.
—Voy a concederle ese tiempo, Lady Arabella —dijo con voz firme—. Pero si no logra probar sus acusaciones, las consecuencias serán severas para usted y su familia. No toleraré juegos ni conspiraciones dentro de mi propia corte.
Arabella inclinó la cabeza. —Le prometo, Majestad, que no descansaremos hasta que la verdad salga a la luz.