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Prisionera De Sus Ojos

Prisionera De Sus Ojos

Status: En proceso
Genre:Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva / Malentendidos / Traiciones y engaños / Matrimonio arreglado
Popularitas:45.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Eliza Márquez

Jalil Hazbun fue el príncipe más codiciado del desierto: un heredero mujeriego, arrogante y acostumbrado a obtenerlo todo sin esfuerzo. Su vida transcurría entre lujos y modelos europeas… hasta que conoció a Zahra Hawthorne, una hermosa modelo británica marcada por un linaje. Hija de una ex–princesa de Marambit que renunció al trono por amor, Zahra creció lejos de palacios, observando cómo su tía Aziza e Isra, su prima, ocupaban el lugar que podría haber sido suyo. Entre cariño y celos silenciosos, ansió siempre recuperar ese poder perdido.

Cuando descubre que Jalil es heredero de Raleigh, decide seducirlo. Lo consigue… pero también termina enamorándose. Forzado por la situación en su país, la corona presiona y el príncipe se casa con ella contra su voluntad. Jalil la desprecia, la acusa de manipularlo y, tras la pérdida de su embarazo, la abandona.

Cinco años después, degradado y exiliado en Argentina, Jalil vuelve a encontrarla. Zahra...

NovelToon tiene autorización de Eliza Márquez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La Cabra de Zahra

Ernesto se alejó, cerrando la puerta del tráiler detrás de él. Jalil quedó solo, con la bufanda roja sobre la mesa, como si fuera un objeto peligroso.

La miraba sin mover un músculo. El color era idéntico. El aroma también. Y el recuerdo que le devolvía era el mismo que había intentado enterrar durante años.

Cuando Zahra lo abandonó y él la encontró en Londres. Semanas después de la boda.

Ese día ella llevaba una bufanda roja idéntica a esa y estaba junto a un modelo… y él tomó la peor decisión de su vida; destruir su carrera. Hizo un par de llamadas y los clientes la abandonaron, luego se llevó a Zahra, a Raleigh de regreso, los pocos clientes que no la abandonaron la demandaron por incumplimiento de contrato.

El teléfono vibró sobre la mesa, regresandolo al presente.

El nombre en la pantalla lo hizo fruncir el ceño.

Era su madre.

Jalil dudó dos segundos antes de atender.

—¿Sí? —respondió, sin disimular el fastidio.

La voz de su madre sonaba angustiada.

—Jalil… estaba preocupada por ti no puedo creer lo que hizo tu hermana…

— Estoy bien no debe preocuparse exclamó el sin mucha convicción.

— No te oigo como si estuvieras bien.¡Tu hermana es una salvaje!, ¡Te exilió! ¡Te mandó a ese país como si fueras un delincuente!

Jalil cerró los ojos. Ya no tenía fuerzas para esa conversación.

—Madre, no quiero hablar de eso.

—¡Me importa muy poco lo que quieras! —gritó Amira—.¿ Necesitas dinero?, enviare algunos custodios, los contratare en Londres.

Jalil apretó la mandíbula, mirando el campo a través de la puerta. Nada que ver con Raleigh. Nada que ver con su vida anterior.

—Estoy bien, y no necesito custodios aquí nadie sabe quién soy.

—¡Eres mi hijo! ¡Ese lugar es un agujero! ¿Qué haces ahí? ¿En qué estado estás? ¡Dime que al menos te dieron un lugar digno para vivir!

Jalil tragó saliva. Miró la choza precaria que llamaban “casa”.

Las paredes descascaradas. La cama incómoda. La estufa que solo sabia tirar humo.

El silencio que lo devoraba.

—Estoy bien.

—¡No mientas! —sollozó Amira—. ¡No puedo dormir! ¡No puedo respirar! ¡Tú no perteneces a ese lugar!

Jalil inspiró hondo y sintio el aroma de la bufanda seguía ahí, clavado.

—Tal vez sí —susurró.

Un silencio tenso se extendió.

—Jalil —dijo su madre, más suave, con tristeza.

Él cerró los ojos.

Y por primera vez, la voz de Mariana resonó en su mente como una verdad incómoda.

—No puedo aceptar nada —dijo él, apartándose del escritorio—. No quiero que te metas en problemas, conociendo a Mariana te manda al exilio.

—¡Soy tu madre, Jalil! ¡Ni Mariana ni nadie va a prohibirme ayudarte! ¡Dime a dónde enviarlo!

Él respiró, pesado.

—Si me mandás dinero… me lo quitarán.

—¡No me importa! ¡No voy a dejarte allí como un perro!

Jalil apoyó la frente contra el marco de la puerta.

La Patagonia aparecía adelante como un desierto antiguo, callado, desordenado.

Y él, por primera vez en su vida, sin nadie que lo salvara.

—Madre… déjalo así —murmuró—. Ya estoy acá. Además tu viviste aqui.

La respiración de Amira tembló al otro lado de la línea.

—Si, pero todo estaba en condiciones.

— Lo volveré a poner en condiciones y usted podrá venir. Ya hable con Malek, el enviará los fondos.

— ¡Jalil!, exclamó.

— Estoy bien, no debe preocuparse. ¿Cómo esta papá?, ¿mis sobrinos?.

— Tu padre muy bien, los niños bien. El cumpleaños de Khal es este fin de semana, ya comenzó sus clases de equitación. Me recuerda a ti y tu hermano a esa edad.

— Por supuesto dijo Jalil pensando en que su hijo o hija hubiera sido unos meses mayores que Khal.

—Todo esto es una locura dijo Amira.

La actitud de tu hermana no me gusta, no pense que lo haria.

A él tambien, porque Mariana había mostrado su determinación y una frialdad que incluso a él le sorprendió

—No te angusties más, madre. Estoy bien. Estoy trabajando, y entretenido. No le mentiria dijo Jalil.

Pero el sabía que mentía, como le había mentido tantas veces respeto a Zahra.

Amira soltó un llanto contenido.

—Te extraño, hijo —logró decir.

—Yo también —respondió él, con la voz más baja que nunca. — Deje de preocuparse, debo atender a Don Ernesto, la llamo luego madre.

Y colgó antes de permitir que su debilidad lo arrastrara.

Se quedó inmóvil unos segundos.

Luego volvió la vista hacia la mesa.

La bufanda roja seguía ahí.

Jalil la tomó otra vez, más despacio esta vez, con cuidado, como si quemara.

La acercó a su rostro y cerró los ojos, respirando ese perfume que lo perseguía desde que llegó.

Lavanda, citrico, era cálido como Zahra.

Algo doloroso se clavo entre sus costillas.

La mujer que había odiado.

La mujer que había lastimado.

La mujer que había visto besándose con otro.

La mujer que había destruido por orgullo.

La mujer que, al parecer, vivía a pocos kilómetros de él…

Se quedó quieto largo rato, hasta que el viento golpeó la chapa del tráiler y lo obligó a abrir los ojos.

 La dobló con cuidado, casi con reverencia.

Y murmuró, en un hilo áspero.

—No puede ser ella… No puede…

Pero ya lo sabía.

Su cuerpo lo había reconocido antes que su mente.

Era ella.

Iria a verla. Aunque no estuviera preparado para enfrentarse a lo que ella representaba.

Jalil salió del tráiler y se dirigió a la casa para darse una ducha la cual resultó una experiencia una ducha infernal.

El agua había salido primero helada como un cubo arrojado desde el Ártico, después hirviendo como si alguien hubiera querido cocinarlo vivo.

Un suplicio absurdo. Era una metáfora perfecta de su vida actual.

Se acomodó la ropa y tomó la bufanda roja.

La guardó con cuidado dentro del abrigo, como si fuera un objeto valioso o peligroso como algo que esta a punto de estallar

Afuera, el vientole golpeó la cara.

La F-100 esperaba ahí, inmóvil, un monumento de chatarra, depintada, parabrisas marcado por viejas tormentas, y una llave que parecía sacada de un museo.

—Vamos a ver si llegamos a la entrada —murmuró Jalil, subiendo a la cabina.

Giró la llave.

La camioneta respondió con un crac… tos… tos… gggggggh… como si se despertara de un coma de treinta años.

—Una vez más —gruñó.

La F-100 volvió a toser, vibró, escupió un sonido metálico, y finalmente arrancó con un rugido.

Jalil soltó un suspiro que no quiso admitir que era de alivio.

Metió primera la camioneta avanzó dos metros y luego se ahogó con dramatismo y se apagó.

—¿En serio? —bufó.

Volvió a girar la llave.

Nada.

Otro intento.

El motor tosió, protestó… pero volvió a la vida.

—Bien. Obedece.

Puso marcha. Avanzó.

Se caló otra vez.

Jalil golpeó el volante con la palma.

—Ya Allah… ¿Qué hice para merecer esto?

Volvió a intentarlo.

El motor rugió como si lo insultara, pero esta vez se mantuvo encendido.

Jalil aprovechó, metió primera y dejó que la camioneta comenzara a rodar por el camino de tierra.

El volante vibraba.

La dirección parecía tener ideas propias. El freno rechinaba pero aun asi avanzaba.

El paisaje se extendía solitario y salvaje. Las montañas a lo lejos. El viento empujaba la camioneta como si quisiera arrancarla del camino.

Jalil apretó el volante.

La bufanda en su bolsillo parecía pesar el doble.

A cada bache, la camioneta protestaba.

A cada curva, amenazaba con apagarse.

Pero él seguía.

Hasta que, finalmente, distinguió el pequeño conjunto de edificaciones.

Y entonces delante de él apareaparecióonda. Diviso el cartel y se detuvo, habia bastante movimiento para ser que era de noche.

Y entonces la vio acercarse a una de las mesas, su rubia cabellera estaba cubierta con una cofia. Tenía una campera negra y sobre esta un delantal.

El corazón de Jalil dio un golpe seco, como si hubiera estado esperando

ese instante sin saberlo.

Jalil apoyó la frente en el volante un segundo.

Después inspiró hondo tomó la bufanda del bolsillo y abrio la puerta, y bajo.

El viento helado del anochecer quedó atrás cuando Jalil empujó la puerta de la fonda.

Un campanilleo suave anunció su entrada. El aire cálido lo envolvió enseguida, con olor a carne asándose y madera.

La fachada de troncos y piedra quedaba ahora detrás de él. Por dentro, “La Cabra” era aún más acogedora:

una barra hecha de troncos enteros, lijados pero rústicos; un fogón de piedra donde habia una estaca con carne dorándose; manteles a cuadrille con pequeños floreros en el centro.

Una postal doméstica, confortable

Fausto apareció enseguida; joven, delgado, de sonrisa abierta y manos rápidas.

—Bienvenido a La Cabra de Zahra. ¿Tiene reserva? —preguntó con entusiasmo.

—No —respondió Jalil, la voz grave, seca.

—¿Desea una mesa?

—Sí. Lo siento —añadió, sin saber exactamente por qué se disculpaba.

Fausto sonrió como si nada.

—Por acá entonces.

Lo condujo hasta un rincón donde el murmullo del lugar era más suave.

A unos metros, un grupo ruidoso de turistas —unos diez, europeos por los acentos— brindaban con cerveza artesanal y hacían preguntas a cada rato.

—Turistas —explicó Fausto, con resignación—. ¿Usted tampoco es de acá? Su español es muy bueno, pero… se nota el acento.

—Mi madre es argentina. Vivo aquí cerca. Recién llegado —respondió Jalil.

—Ah —dijo Fausto, como si eso explicara todo—. Le dejo la carta. El plato del día es guiso de lentejas.

Jalil tomó la carta sin mirarla demasiado.

—Cordero patagónico —ordenó después—. Y este vino —señaló uno de los más caros de la lista.

Fausto abrió los ojos apenas, sorprendido, pero sonrió.

—Perfecto. Ya vuelvo.

Jalil se acomodó, dejando la bufanda roja sobre su rodilla, fuera de la vista. Observó la sala.

La gente reía.

El fogón crepitaba.

La carne chisporroteaba sobre la parrilla.

Y entonces… ella salió desde la cocina sosteniendo una bandeja enorme con una destreza que hablaba de costumbre.

Su cabello rubio recogido en una coleta suelta, las mejillas tibias por el calor del horno.

Tenía una energía que llenaba el lugar sin esfuerzo, como si todo el mundo girara en torno a ella sin darse cuenta.

El grupo europeo la recibió como si fuera una amiga de toda la vida.

—Zahra! Danke! Amazing! —decían algunos.

—¡Eres un sol, chica! ¡Esto huele increíble! —exclamó una mujer con una cámara colgando.

—¿ Tu lo hiciste todo? ¡Parece comida de abuela italiana! —bromeó otro.

Zahra reía, repartiendo platos con comentarios rápidos.

—No me hagan quedar mal que todavía ni lo probaron, ustedes que viajan por el mundo, no me digan que no han comido peor en más de un aeropuerto…

Las carcajadas explotaron.

Alguien le pidió una foto. Ella posó un segundo, divertida.

Todo tan natural y tan lejos de la mujer que él recordaba.

Y entonces ocurrió, Zahra giró para volver a la cocina.

Y, como si algo invisible la hubiese rozado, se detuvo.

Se tensó y levantó la vista y ahi estaba, los vio. Esos ojos ámbar clavados en ella, esos ojos que habían sido como una prisión.

Jalil no pestañeó, le sostuvo con la mirada, como si el mundo entero le hubiera quedado chico para tantas cosas que no se habían dicho.

Ella abrió los labios, apenas.

Un gesto mínimo, pero suficiente para mostrar el temblor bajo la piel.

Porque legalmente…

Zahra seguía siendo su esposa.

Y él lo sabía.

El resto del mundo, en ese instante, dejó de existir...

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Mabel Sandra Arias
Espero que no se cruce con Elena.....
Blanca Idalia España Lozano
Hoy me dió una alegría leerte , te extrañaba no se porque si escribes regularmente, Pero al ver el capítulo, me dió singular alegría , me hacía falta leerte
Blanca Idalia España Lozano
Creo que se le amargo la feliz mañana a Zhara 🤦, que pasará ahora ???.
Blanca Idalia España Lozano
Me encantó la frase, - Pero si es la señora Hazbun - Que bonito se oye 🥰 , estoy loca , Verdad ????
Blanca Idalia España Lozano
Apareció tu tormento Zhara , 🤦 que más puedo decirte 🥰
Blanca Idalia España Lozano
Me da mucho gusto que te Retes a ti mismo a salir adelante
Blanca Idalia España Lozano
Y no solo Raleigh, Kalill y todos ustedes , que no son una perita en dulce que digamos 🤦
Blanca Idalia España Lozano
Que bueno que te das cuenta , del reto tan grande que tienes por delante , déjate de ....... y se serio y trabajador y buena persona
Blanca Idalia España Lozano
Te darás cuenta, lo que cuesta ganarte esos privilegios, que gosaste siempre , sin que te costaran a tí . Eran privilegios de ser hijo de quién eres , Pero que no valoraste , ni supiste cuidar .
Blanca Idalia España Lozano
Para que te des cuenta , todo lo que perdiste , por pasarte de la raya en tu vida
Blanca Idalia España Lozano
Claro su primo Kalem no lo iba a desausiar , va ha estar a cuerpo de Rey 🤦
Blanca Idalia España Lozano
A de haber ido a comprar , cosas para la finca supongo 😅
Blanca Idalia España Lozano
Hay Zhara quisiera decirte que si se fue Pero no , se queda a vivir aquí 😍❤️
Elilu 🇲🇽
no, de hecho hizo platillos especiales el día que supo que estabas lejos. Pero me parece que alguien es feliz de saberse cerca de su ex!! 🎵🎶🎶🎶
Blanca Idalia España Lozano: Pienso lo mismo 😍
total 1 replies
Omi
De verdad Jalil es insoportable 🤭
Edith Villamizar
Gracias por excelente capitulo
Milcaris
Zahra estás acorralada a decir la verdad por las buenas o entrar en guerra cuando el la descubra y el caos sea mayor.
🩶Lis🤍🇻🇪
y le soltó el bombazo 🤣🤣🤣🤣🤣🤣
🩶Lis🤍🇻🇪
eres una ratifica peluda 🤣🤣🤣🤣
Milcaris
Cínico
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