Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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La mala suerte
Aranza se paseaba de un lado a otro en su habitación, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, como si caminar en círculos pudiera ayudarle a encontrar una solución.
—A ver, recapitulemos —murmuró—. El príncipe Aldrin ha vuelto, pero no tiene intención de casarse porque está enamorado de Beatriz. Lo que significa que el compromiso de ellos se va a anunciar en cualquier momento… lo cual sería maravilloso si no fuera porque mi querido y amoroso padre planea casarme con el príncipe endemoniado de mar de fuego.
Se dejó caer en su cama con un suspiro dramático.
—Mierda… necesito un plan.
Podría intentar escapar de casa, pero eso ya lo había intentado antes y su cuerpo débil no había sido de mucha ayuda. Podría fingir una enfermedad mortal, pero eso solo haría que su padre acelerara el matrimonio para “asegurar la alianza” antes de que se muriera de verdad.
Golpeó la almohada con frustración.
—¿Por qué mi vida no puede ser sencilla? Solo quiero existir sin que me vendan como ganado. ¿Es mucho pedir?
—Para alguien como tú, sí —respondió una voz burlona.
Aranza se sobresaltó y se giró rápidamente.
La gota maldita estaba flotando frente a ella.
—¡TÚ! —señaló a la esfera brillante con furia—. ¡¿No se supone que solo apareces cuando es necesario?!
—Exacto, y esto es necesario porque es demasiado divertido verte sufrir —respondió la gota con descaro.
Aranza tomó una almohada y se la lanzó, pero la gota la atravesó sin inmutarse.
—¡Lárgate! ¡No estoy de humor para tus tonterías!
—Oh, pero yo sí estoy de humor para ver cómo intentas evitar tu destino de mujer noble en una época donde la única función de una dama es casarse y hacer bebés.
Aranza gruñó.
—No me digas cosas que ya sé, gota desgraciada. Dame soluciones o vete.
—Bien, bien, tranquila, bruta. —La gota giró en el aire—. Veamos… podrías intentar convencer a tu padre de que te deje soltera.
Aranza la miró con cara de idiota.
—Sí, claro. Y también podría intentar convencer al sol de que deje de salir por las mañanas.
—Tienes razón, tu padre es un ogro.
—¿Ahora te das cuenta?
—Otra opción es fingir que ya estás comprometida con alguien más.
Aranza se quedó en silencio por un momento.
—Eso… no es una idea tan mala. No para mi padre, si no por lo menos crear los rumores para que lleguen a mar de fuego, ademas así ese príncipe no querrá casarse conmigo.
—Ah, ya veo la chispa de la locura en tus ojos. Me gusta —se burló la gota—. Pero dime, ¿con quién piensas fingir un compromiso?
Aranza se llevó una mano al mentón.
—Debe ser alguien que mi padre no pueda rechazar fácilmente… alguien con una buena posición, pero también lo suficientemente peligroso para que ni siquiera él se atreva a meter las narices.
La gota la miró con incredulidad.
—¿Me estás diciendo que quieres fingir un compromiso con alguien peor que tu padre?
—Exacto. Si elijo bien, no solo evitaré casarme con un don nadie, sino que también le haré la vida imposible a Vladimir.
La gota rodó en el aire como si suspirara.
—Eres un caso perdido.
—Lo sé —respondió Aranza con orgullo—. Pero ahora lo importante es encontrar a la persona adecuada.
—Si no fuera porque esto es un espectáculo de primera, intentaría ayudarte en serio —murmuró la gota antes de desaparecer.
Aranza se quedó sentada en la cama, pensando. Necesitaba información. Y sabía exactamente a quién preguntar.
El sonido de pasos apresurados resonó en los pasillos mientras Aranza se dirigía a la zona de servicio.
Sabía que si quería enterarse de los últimos rumores, las criadas eran su mejor opción. Nadie tenía mejor información que los sirvientes, y si algo había aprendido en este mes de vida en la mansión, era que las criadas sabían todo.
Cuando llegó a la cocina, encontró a Emilia y a otras dos mujeres conversando mientras picaban verduras.
—¡Mi lady! —exclamó Emilia al verla—. ¿Necesita algo?
Aranza apoyó los codos en la mesa con una sonrisa encantadora.
—Solo quiero charlar un poco.
Las criadas intercambiaron miradas.
—¿Sobre qué, mi lady?
—Sobre los posibles candidatos a esposo que mi querido padre podría tener en mente para mí.
Las mujeres se quedaron en silencio por un momento. Luego, una de ellas carraspeó.
—Bueno… hemos escuchado algunos nombres.
—¡Perfecto! Díganmelos todos.
Emilia bajó la voz, como si estuviera revelando un secreto prohibido.
—Se dice que el príncipe Cassius Darkmoor ha mostrado interés en una alianza con su familia.
Aranza sintió que la sangre se le helaba.
—Espera, espera… ¿Cassius Darkmoor?
—Sí, mi lady.
—¿El mismo Cassius que dejó que Aranza muriera en la novela original sin siquiera parpadear? ya tengo el compromiso y lo que quiero es evitarlo, no acelerarl.
Las criadas la miraron sin entender qué quería decir con "novela", pero asintieron de todos modos. No tenían ni idea de lo que su señorita decía pero era mejor asentir.
—¡No, no, no, ni loca! —exclamó Aranza, poniéndose de pie—. Prefiero casarme con un espantapájaros antes que con ese hombre.
—Pero mi lady, el Principe es poderoso y temido. Su familia tiene gran influencia en Mar de Fuego.
Aranza se llevó las manos a la cabeza.
—¡Sí, y también es un maldito demonio sin emociones!
Las criadas la miraron en silencio.
Finalmente, Emilia carraspeó.
—Bueno… también hay otros nombres.
Aranza suspiró con alivio.
—Dime que uno de ellos no es un psicópata.
—Está el vizconde Renault, aunque se dice que es un mujeriego.
—Paso.
—El marqués Thorne, pero es mayor que su padre.
—¡No estoy tan desesperada!
—Y lord Edwin, aunque… bueno, es un poco… eh… lento.
Aranza frunció el ceño.
—¿Lento?
Emilia hizo un gesto con la mano.
—Digamos que… su inteligencia no es su fuerte.
Aranza cerró los ojos y masajeó sus sienes.
—Estoy jodida.
Las criadas se miraron, sin saber qué decir.
—Mi lady… —dijo Emilia con cautela—. Si me permite la sugerencia…
—Dime.
—Si el príncipe Cassius realmente está interesado en una alianza con su familia… tal vez sea la mejor opción.
Aranza apretó los labios.
—¿Por qué siento que mi destino está empeorando?
Suspiró profundamente. Su plan de fingir un compromiso se había convertido en una pesadilla. Porque al final del día… Su destino ya estaba decidido. Y Cassius Darkmoor sería su esposo.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir