La primera regla de la amistad era clara: no tocar al hermano. Y mucho menos si ese hermano era Ethan, el heredero silencioso, la figura sombría que se movía como una sombra en la mansión de mi mejor amiga, Clara.
Yo estaba allí como refugio, huyendo de mi propia vida, buscando en Clara la certeza que había perdido. Pero cada visita a su casa me acercaba más a él.
Ethan no hablaba, pero su presencia era un lenguaje. Podías sentir la frustración acumulada bajo su piel, el resentimiento hacia el mundo que su familia le obligaba a soportar. Y, de alguna forma, ese silencio me llamó.
Sucedió una noche, con Clara durmiendo en el piso de arriba. Me encontró en el pasillo. Su mirada, siempre distante, se clavó en la mía, y supe que la línea entre la lealtad y el deseo se había borrado. Me tomó la cara con brusquedad. Fue un beso robado, cargado de una rabia helada y una necesidad desesperada.
No fue un acto de amor. Fue un acto de traición.
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Capitulo XIX Variable inesperada
El desayuno en la mansión Hawthorne era tradicionalmente un asunto solemne. Hoy no fue la excepción, a pesar de las circunstancias. Me vestí con un traje de pantalón de seda, un atuendo que Clara me había ayudado a seleccionar: elegante y poderoso. Ya no era la invitada; era la dueña.
Bajé al comedor, con Ethan a mi lado. Su mano se posó protectoramente en la parte baja de mi espalda, un gesto que era tanto para mí como para su padre.
El señor Hawthorne estaba sentado a la cabecera de la mesa, leyendo un periódico. Felicia estaba a su lado, con la misma expresión de mártir de siempre, pero con un matiz de nerviosismo. Clara ya estaba sentada, sonriendo abiertamente.
Ethan me condujo al asiento que Alexander solía ocupar: justo frente al señor Hawthorne y en el centro de la mesa. Me senté con la cabeza en alto.
—Buenos días, Sra. Hawthorne —dijo el señor Hawthorne, su tono formal.
—Buenos días, señor Hawthorne —respondí.
El desayuno transcurrió en un silencio tenso, solo roto por el sonido metálico de los cubiertos. El señor Hawthorne fue el primero en hablar.
—Ethan, la junta ha votado. El fraude de Alexander ha sido documentado. No solo hemos anulado la fusión, sino que estamos demandando por daños y perjuicios.
—Buena jugada, Padre —respondió Ethan.
—Pero —continuó el señor Hawthorne, dejando caer el periódico con un crujido—, la prensa ya tiene la historia del "matrimonio sorpresa". Tienen dos versiones. La nuestra, de un amor apasionado que supera los obstáculos, y la de la familia Sterling, que insiste en que fue un matrimonio de conveniencia para encubrir un escándalo de celos y una amante involucrada.
—Tienen que elegir qué historia quieren vender, Padre —intervino Ethan, tomando mi mano sobre la mesa. Su mirada era un desafío—. La verdad es que Alexander era un fraude. Y Liv fue clave para exponerlo. El matrimonio fue un acto para proteger a mi familia de un escándalo fabricado por él.
—Y en el proceso, me casé con tu hijo por amor, señor Hawthorne —añadí, mirando a Felicia directamente—. No por conveniencia.
Felicia, sorprendida por mi audacia, bajó la mirada a su plato.
—Bien —dijo el señor Hawthorne, derrotado—. La narrativa de amor épico es más rentable. Hoy tenemos una conferencia de prensa. Ethan y tú la anunciarán. Y a partir de hoy, Ethan, asumes el control total de la empresa.
La noticia era monumental. Ethan había ganado el control, y yo, su cómplice, estaba a su lado.
El señor Hawthorne se levantó de la mesa, pero se detuvo detrás de mí.
—Olivia, eres una variable que no vi venir. Pensé que eras una amenaza. Pero has demostrado una lealtad a los Hawthorne que nunca vi en Alexander.
—Mi lealtad es con Ethan y Clara, señor Hawthorne. No con su dinero.
—Lo entiendo —murmuró, su voz casi respetuosa—. Pero ahora que eres mi nuera, hay una cosa que tienes que entender. El heredero tiene un papel. Y la esposa del heredero tiene otro. Hay responsabilidades, Olivia.
—Las asumo —respondí.
El señor Hawthorne salió del comedor. Felicia lo siguió. Clara nos miró con adoración.
—¡Lo lograste! ¡Mi hermano está a cargo! ¡Y tú eres su esposa!
—Y tú eres la vicepresidenta de la empresa, Clara. Tu padre necesita que asegures los activos internos —le dijo Ethan.
Clara se fue a trabajar, dejándonos solos. Ethan se acercó a mi silla y me abrazó por detrás.
—Somos los nuevos Hawthorne, Sra. Hawthorne. ¿Lista para dirigir un imperio?
—Lista, si tú diriges conmigo.
En ese momento, el mayordomo entró con un sobre lacrado.
—Señor Hawthorne, acaba de llegar esto por correo privado. De la familia Sterling.
Ethan tomó el sobre, su rostro endureciéndose. Lo abrió y leyó la nota en voz alta:
"Felicidades por su matrimonio y su control temporal. Las fotografías de su querida esposa saliendo de su suite de invitados en pijama, aunque borradas de mi poder, tienen una copia de seguridad en manos de un periódico de la competencia. La noticia saldrá en una semana, a menos que me paguen 50 millones de dólares. El matrimonio no los salvó, solo les dio un plazo. Atentamente, Alexander."
La sonrisa de Ethan se desvaneció. El chantaje final. Alexander no se rendiría.
—Lo sabía —dije, cerrando los ojos.
—Esto no es un juego, Liv. Es una amenaza directa a la credibilidad de nuestra empresa. Si esto se publica, la junta dudará de mi control.
—50 millones de dólares es mucho dinero.
Ethan se inclinó y me miró directamente a los ojos.
—No vamos a pagar. Es lo que Alexander quiere. No voy a permitir que te chantajee con mentiras. Vamos a adelantarnos a él.
—¿Cómo?
—En la conferencia de prensa. Le vamos a quitar su arma. Vamos a contar la verdad, la versión embellecida que ya conoce mi padre.
—¿La versión de amor?
—No. La versión de amor que incluye la verdad. Vamos a revelar la existencia de las fotos, pero vamos a girar la narrativa. Vamos a decir que tú eres la heroína.
Ethan tomó mi mano y me llevó al salón donde nos esperaban los periodistas.
—Vamos, Sra. Hawthorne. Es hora de que el mundo sepa que el heredero silencioso es un hombre enamorado que se casó para salvar a su amada de un villano. Y si Alexander quiere jugar, jugaremos mejor. Esta vez, a corazón abierto.
Salimos a la luz pública, listos para enfrentar otro ataque más de Alexander. Yo era la esposa del heredero, y ahora, era el momento de convertirme en la heroína de mi propia historia. El capítulo final no estaba escrito, pero lo íbamos a escribir juntos.