Soy Mia Montecarlo, joven, hermosa y la única heredera del patrimonio de mi familia; todo eso no me sirve de nada, pues estoy en prisión, por culpa de la Familia Montiel y su ambición, su amor por el dinero y la vida ostentosa, les hizo tenderme la más vil de las trampas, pero lo que ellos no saben es que saldré de aquí, y saldré a vengarme.
Mi plan está hecho y no descanzaré, hasta hacer pagar a cada uno de ellos, incluyendolo a Él, "Valente Montiel".
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18- La última mirada de amor...
(Mia).
Antes de bajar le pregunté a Dani si había hablado con Efraín; era evidente que no, porque su rostro estaba triste y demacrado como si no hubiese dormido toda la noche.
Dani me dijo, de que Efraín la estaba evitando e ignorando y eso la tenía muy triste, pero que al tener oportunidad le exigiría tiempo para hablar.
A mi ver, la situación era demasiado descabellado, a quien se le ocurría pensar que Dani, se iba a meter con Óscar, siendo Efraín su novio.
Lo que mi amiga no sabía es que ese era parte del plan final.
—Dani y si le mandas un mensaje a su teléfono.
Dile que deben aclarar este absurdo malentendido.—Se me ocurrió decirle, para darle ideas de que hacer.
—Si, eso haré ahora mismo.—Me dijo Daniela mientras buscaba su teléfono, sin encontrarlo.
—¿Y tu teléfono?.
—Mía, Yo juraba haberlo puesto en mi bolsa, pero no está, quizá lo deje en la habitación, iré por El.—Me dijo mientras salía a buscarlo, y Yo me quedé pensando que también a mi se me había desaparecido el teléfono por un momento, el día anterior.
Pero en menos tiempo de lo esperado, Dani regresó, me dijo que había dejado su teléfono en una mesa cerca del pasillo, pero que no se recuerda a que hora lo puso allí; sin embargo, no le dimos mayor importancia.
Cuando Dani se disponía a mandar el mensaje, Eugenia entró a la habitación, se quedó un momento en silencio al ver mi vestido.
—Ese vestido era de tu Madre verdad, la ví en una revista con el puesto.—Me dijo como si eso le molestara.
Pero inmediatamente cambio de semblante, y no me dio tiempo de contestarle, pues con la mayor cordialidad nos dijo a Dani y a Mi, que los invitados ya estaban preguntando por mí, que era tiempo de bajar y así lo hicimos.
El ambiente parecía aburrido, pero en el momento que bajamos los aplausos de la gente se oyeron, la gente se puso de pies y todos tenían sus ojos puestos en mí.
Pero solo unos ojos eran los que a mi me interezaban
Los de Valente...
Me miraba tanto amor y con tanta admiración, pudo engañar a todos, pudo engañarme a mi.
Parecía que mi vestido lo había impresionado, era lógico ya que el estilo y buen gusto de mi Madre era único.
Había bajado al inmenso jardín de la mansión Montecarlo, donde se realizaba una celebración sin sentido, Yo no era de ese tipo de fiestas, y estaba segura de que mis Padres jamás me hubieran celebrado de esa manera.
Pero ya estaba allí, y ese para mí era un día trascendental, ya tenía la mayoría de edad, ya era una señora casada y lo mejor de lo mejor al tener una oportunidad me escaparía de esa fiesta y me iría a la hacienda con Valente.
Cada que miraba a mi rededor, no entendía como es que a Eugenia se le había ocurrido invitar a tanta gente, unas 300 personas, entre invitados meseros y músicos amenizando el ambiente.
Varias personas se me acercaron, la mayoría, me hablaba tan bien de mis Padres y que admiraban mi entereza, a pesar de que estaba prácticamente sola, estaba fuerte y con ganas de vivir.
Esas palabras eran reales, Valente y mis amigos me ayudaron a darle razón a mi vida.
Ese día, una de tantas parejas que se acercaron a mí, me dijo que habían admirado a mi Madre, por ser tan generosa y amable, además su belleza era incomparable y que al parecer, yo la había heredado de ella, eran los esposos Montoya y se pusieron a mi orden, en cualquier cosa que necesitara.
Quisa de tanta gente que se acercó, a ellos los sentí sinceros, por eso me recuerdo tan bien.
La fiesta seguía, Valente estaba cerca de mí, Daniela igual, pero noté que Efraín volteaba constantemente a sus Padres, que estaban sentados en la misma mesa, cerca de donde estabamos nosotros, Dani también lo había notado y me dijo.
—Mía yo tengo que aclarar la situación, de una vez, ya no puedo con esta zozobra.—Yo solo asentí con mi cabeza y espere verla actuar para apoyarla.
Unos minutos después, vi a Eugenia subir al escenario donde estaba la orquesta, y allí escuché el discurso más hipócrita jamás oído, la verdad no quiero ni recordar las palabras de tan nefasta mujer, segun dandome realce y hablando maravillas de mi y de mi Padre.
Después de eso, Valente me invito a bailar, no quería dejar sola a Daniela pero ella insistió en que fuéramos, así que lo hice.
Me sentía como en un sueño, Valente era el hombre perfecto, bello como nadie, elegante, divertido, y hasta podía bailar, muchas mujeres lo miraban con asombro jóvenes y mayores, pero Valente ya era mi esposo, era mío y eso era suficiente para ser feliz.
A la segunda canción, vi a Dani levantarse, la seguí con la mirada y me di cuenta de que el desgraciado de Óscar iba entrando por la puerta principal.
Eugenia veía a todos, a su marido a Efraín, a Dani y por último su mirada se vino directo a mis ojos.
Jamás me había sentido tan escaneada, la mirada de Eugenia era extraña, yo diría que hasta atemorizante; sin embargo, ni siquiera en ese momento pude entender la clase de personas que eran.
Ella seguía sentada junto a Efraín, pero en un momento vi como Eugenia se levantaba y caminaba hacia nosotros.
Al llegar, le dijo a su hijo que quería bailar.
Él le dijo, "Madre disculpa, pero no dejaré a Mía a media canción".
En ese momento, le dije, que no se preocupara, yo necesitaba entrar a la casa y que volvería en un momento.
Eugenia, rápidamente se posicionó, y empezó a bailar.
A Valente no le quedó más remedio que hacerlo, pero me hizo señas que viera mi teléfono, yo pensaba ir a sentarme de nuevo en el lugar donde estaba, pero vi levantarse a Efraín e ingresar a la casa, asi que decidí ir también y esperar a mi amiga en la sala, además yo me iría a la hacienda hasta que mi mejor amiga estuviera bien con su novio, solo así Yo me podría ir tranquila.
Voltie a ver a Valente, lo vi muy serio, parecía discutir, casi fúrico con su madre, y ella muy campante como si no le importara nada.
Caminé hasta la puerta, los ojos me siguieron hasta que entre a la casa, esa fue la última vez que vi sus ojos llenos de amor y admiración.
"La última mirada de amor."
Después de eso ocurrió lo que jamás imagine me pasaría a mí.
Después de tener la mejor de las infancias, llena de amor y de cuidados, despues de ser una niña muy protegida en todos los aspectos, observaría con mis propios ojos la peor situación que una mujer puede pasar.