Esteban es totalmente serio e incluso, un poco amargado; pero debe aceptar la derrota ante una apuesta con su mejor amigo y presentarse en una cita a ciegas en determinado lugar, donde coincide con una rubia que ya conoce.
Sabe que ella no es su cita, pero verla allí, con mirada pícara y burlona, lo hace bufar porque sabe que no demorará en molestarlo.
Soledad ha estado soltera por cinco años, así que, con la esperanza de encontrar el amor, descarga una aplicación y empieza a hablar con Sergio, con quién se verá esta noche. Aunque en su campo de visión aparece su jefe, el cual la fastidia y se odian mutuamente.
Sin embargo, la velada es una decepción para ambos, ya que sus citas no son lo que esperaban, ni lo que desean volver a ver, por lo que Esteban tratando de salvarse, se toma atribuciones indebidas con su empleada, e inventa una tonta excusa. Una que recordarán toda su vida.
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Aplicación
Al salir de trabajar, Soledad va a su departamento, se ducha y toma un café negro, en absoluta calma. Al caer la noche, cena sola, como todos los días, algo que no le agrada del todo.
Luego de limpiar su vajilla, se acuesta en la cama y navega en redes sociales por dos horas, hasta que en una de las tantas publicidades aparece una aplicación de citas muy conocida.
Entre dudas, aburrimiento y resignación, ella hace clic en el video promocional que la lleva directamente a la descarga y continúa con eso. Al abrir la app, ingresa todos sus datos y posiciona el rango de pretendientes entre los diez kilómetros cercanos.
Revisando las fotos de los usuarios, le da corazoncito a unos y cruz a otros, los que no son de su gusto. Sin embargo, después de un rato se duerme porque debe madrugar para ir a trabajar.
Al despertar gracias a su alarma, revisa sus redes sociales, mensajes de WhatsApp, y una notificación en particular. Un chico llamado Sergio le ha dejado un mensaje por la app de citas luego de devolver el corazón que la rubia le había puesto en la noche; y por supuesto le contesta.
Se viste para trabajar y usa el transporte privado que contrató gracias a que Esteban le ha dado la idea porque no tiene vehículo. Va hasta el departamento de Esteban y lo despierta, golpeando la puerta de su habitación con insistencia. Mientras ella hace el desayuno para ambos, el timbre suena, por lo que abre suponiendo que es la empleada doméstica.
—Buenos días— se saludan ambas al unísono.
—¿Quieres café?— cuestiona Soledad a su colega.
— Tomaré cuando esté sola. Estos minutos son importantes para el CEO y prefiere compartirlo a solas contigo.
—No sé de qué hablas— la rubia arruga el entrecejo y niega con la cabeza.
— Invítame cuando él esté y verás que podrá una excusa— dice en voz baja y ríe.
Esteban llega a la cocina después de que Soledad asiente a la petición de su compañera. Empieza a servir dos tazas de café, coloca las tostadas en un plato para compartirlas y busca una taza más para la empleada.
—¿Te sirvo?— mira a la chica y esta sonríe disimuladamente.
— Primero debe organizar mi habitación — dice él—, pero dejaremos desayuno disponible para ella— señala el pan tostado.
—No se preocupe, señorita. Lo haré luego— asegura la empleada, agarra unas cosas y se aleja de la cocina, dejando a solas al jefe y su secretaria.
El sonido de una notificación suena en el celular de Soledad, anunciándole la respuesta de Sergio. Dicho mensaje hace sonreír a la rubia y Esteban lo nota, por lo que pregunta directamente.
—¿Buenas noticias?
— ¿Eh? No, sí. No importa.
— Importa si tiene que ver con mi empresa— dice tanteando las posibles opciones de quien le escribe.
—No, señor. Es personal.
—¿Has conseguido pareja?
— Todavía no— responde sonrojada.
—Todavía, pero eso no significa que no haya un pretendiente.
Otra notificación suena y Soledad revisa un nuevo corazón de otro chico, quien también le escribe y al cual le contesta.
Sergio fue el primero, pero no será el único que le escribirá, eso es seguro. Pueden haber decenas de chicos, sin embargo solo con uno podrá tener conexión o no. Debe existir una chispita que la haga ilusionarse en el amor, debe haber un hombre que acelere su corazón, que la vuelva loca y le haga temblar las piernas. Uno al menos y si tiene que hablar con todos, así será. Si tiene que conocerlos personalmente, también lo hará, pero no pasará a una siguiente base si no se siente cómoda. Lo más complicado para ella.
—Recuerda que debes estar las veinticuatro horas disponible para mí, por si te necesito.
—Lo sé, pero usted no interrumpirá mis bajaditas de fiebre uterina, si llego a aprovechar una oportunidad.
—¿Qué significa?—pregunta poniéndose de pie al lado de la isla.
— Siendo directa... Lo que quiero decir es que usted jamás evitará o cortará mis encuentros pasionales.
—¿Y si te necesito?— vuelve a preguntar, ahora más enojado.
— Esperará. No se morirá sin mí.
Unos minutos más tarde, el humor de Esteban ya es insoportable, pero debe viajar con Soledad hasta la empresa para que ella no llegue tarde en su transporte. Al llegar, camina delante de ella y pide el ascensor, por lo que debe esperar a que esté abra sus puertas.
—Dime la agenda de hoy— pide él.
Soledad menciona dos reuniones y entran a la lata, por lo que continúa hablando dentro. Al llegar a su piso, caminan hasta la oficina del CEO y él se quita el blazer para estar más cómodo, aunque alguien ya lo espera.
—Buenos días, cariño— Saluda su mejor amigo, Braian.