Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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Comida a domicilio (+21)
Massimo
Debería haber ido por ella. Debería haber ido por ella.
Ese pensamiento cruza mi mente mientras camino por mi departamento.
Eva todavía me ama, pero como me dijo, el amor no lo es todo.
Debería haber ido por ella.
Debería haber enfrentado al mundo entero sin importarme nada más que nuestra felicidad, pero fui un cobarde.
Es irónico. He arriesgado mi vida cientos de veces sin sudar ni una gota, pero me paralicé ante la posibilidad de tener mi final feliz junto a ella.
–Qué imbécil eres –me recrimino antes de golpear la pared con mi puño.
Un golpeteo en la puerta me distrae y hambriento la abro.
–Su comida china –dice una jovencita.
Recibo la comida con una sonrisa. Al menos podré saciar uno de mis apetitos esta tarde.
–Son treinta y cinco dólares con cincuenta –dice mirando la boleta.
–Claro –digo y quedo congelado con mi billetera en la mano cuando veo a Eva aparecer.
Le entrego varios billetes a la chica sin mirarlos, ansioso por estar a solas con mi enana. Luego, tomo la mano de Eva y la entro a mi departamento.
–¡Me pasaste quinientos dólares! –dice la repartidora mientras estoy cerrando la puerta.
–Quédate con el vuelto –alcanzo a decir antes que la puerta se cierre del todo–. ¿Qué está mal? –le pregunto a mi enana cuando puedo ver un mundo de necesidad y dolor en sus hermosos ojos.
–No sobrepienses esto –pide.
–¿Qué cosa?
Pone su dedo índice en mi boca, callándome. –Esto –dice antes de besarme.
En cuanto sus labios tocan los míos me olvido de la comida y me propongo saciar el hambre que tengo de ella, que se ha ido acumulado en los últimos tres años.
La empujo contra la pared mientras me como su boca, saboreando ese sabor a fresas que me vuelve loco.
Mi cuerpo cobra viva con su sabor y sé que esto terminará conmigo enterrado profundamente dentro de ella. No hay otra alternativa. No cuando me besa de esta forma.
–¿Sabes lo que estás haciendo? –le pregunto en un susurro con mis labios pegados a los suyos.
Entierra sus dedos en mi cabello y asiente. –Estoy haciendo lo que quiero y necesito.
La giro y empujo su pecho contra la pared. Eva gime y me mira hacia atrás con esa mirada que me desarma cada vez.
Bajo los tirantes de su vestido, inmovilizándola. Beso su cuello y luego me deleito con la sensible piel de sus hombros y espalda.
Eva jadea con cada lamida que le doy a su sabrosa piel.
Levanto su vestido y ahora el que jadea soy yo cuando veo su trasero vestido con un pequeño tanga, que hace poco por ocultar el tesoro que hay debajo.
Caigo de rodillas ante la perfección de su cuerpo y como un hombre hambriento, y sin paciencia para bajar su tanga, muevo la tela y entierro mi boca en ella.
–Oh, sí –jadea mientras pega su coño más a mi boca–. Maldita sea, Mass, tú sí que sabes comerme el coño.
Entierro mi lengua una y otra vez en su suave y apretado canal, disfrutando de cada gota de placer que me regala.
–Quítamelo –pide–. Quiero tu lengua en todas partes.
Me alejo a regañadientes y bajo su tanga mientras ella se quita el vestido, quedando desnuda a excepción de sus sandalias.
Sujeto su cintura y la obligo a levantar su trasero antes de besar sus nalgas y pasar mi lengua entre ellas, disfrutando de cada pequeña parte de su precioso cuerpo.
Eva comienza a gritar con desesperación cuando la obligo a rendirse a mi lengua al mismo tiempo que entierro mis dedos en su coño.
Todo su cuerpo tiembla cuando se deja ir con un gruñido.
La sostengo y la dejo caer lentamente. Beso su precioso rostro y la cima de su cabeza antes de caminar completamente empalmado hacia mi sofá y sentarme para disfrutar del espectáculo que es Eva Messina.
–Ven aquí –le ordeno después de observarla luchar por respirar.
Sus ojos turquesa se clavan en los míos y comienza a gatear desnuda hacia dónde estoy sentado, poniéndomela tan dura que un quejido sale de mi boca.
Se arrodilla frente a mí con sus pechos excitados apuntando al cielo. Quisiera comérmelos también, pero hay algo que necesito más.
Miro mi bragueta y mi preciosa chica sonríe antes de desabrochar mi pantalón y buscar la parte de mi cuerpo que más le gusta.
Sus ojos codiciosos miran su mano subiendo y bajando por mi polla dura y lista para ella.
Me inclino, tomo su barbilla y la alzo por un beso que me sabe al mismo cielo.
–Quiero tu boca –susurro en sus labios–. Quiero correrme en tu preciosa boca de fresa.
Eva sonríe antes de tomarme profundamente.
Enredo mis dedos en su cabello y la muevo a mi antojo, disfrutando del calor de su boca y de la perfección de la mujer a mis pies. Empujo hasta que su garganta se aprieta a mi alrededor, dándome un placer que hace años no disfrutaba. Los ojos de mi enana se llenan de lágrimas, pero no me detengo. No puedo hacerlo. No cuando me mira con ese calor en sus ojos.
Sus uñas se entierran en mi vientre y sé que es lo que quiere. Tiro su cabello y la obligo a tomarme más profundamente hasta que su garganta comienza a contraerse a mi alrededor, luchando por expulsarme.
Cierro los ojos y me dejo ir.
–Oh, enana –siseo cuando vuelvo a empujar hasta llenar su preciosa boca con mi esencia.
Ambos jadeamos sin dejar de mirarnos.
–Te extrañé, enana.
–Y yo a ti –devuelve antes de sentarse a horcajadas sobre mi regazo. Sus dedos juguetean con mi camiseta y entre ambos la sacamos del medio. Sus pechos se presionan contra mi pecho desnudo y ambos suspiramos.
Besa mi cuello y luego sus labios murmuran en mi oído: –Te quiero en mi trasero.
Me empalmo a la velocidad de la luz. Eva se da cuenta y suelta una risita, que me hace ridículamente feliz.
–Eres todo un semental –susurra con una sonrisa.
–Solo contigo –confieso.
Acaricia mi mandíbula antes de besar mi barbilla. –Te necesito –susurra con desesperación goteando de sus palabras–. Por favor.
Entierro mi rostro en sus pechos y luego enredo mi lengua en una de sus puntas. Eva entierra sus uñas en mi cuero cabelludo, guiándome de un pecho al otro.
–Júntalos –le exijo.
Mi enana obedece y le como ambos pechos al mismo tiempo.
Estoy en el puto paraíso ahora mismo.
A los pocos segundos mi jeans está mojado con la evidencia de lo mucho que esta preciosura me desea.
Tomo su cabello y la obligo a ponerse en cuatro en el sillón mientras me incorporo y me saco mi jeans y bóxer.
Verla en esa posición me hace agradecer estar vivo.
Este día no deja de mejorar.
migajera jamás... ahora solo reciba lo q se merece, xq vos vales mucho ...
se cree la última coca del desierto...
es al revés contigo jamás sería feliz...
eso si fue un buen golpe...
derechito al orgullo ...
te pasaste querida...
cuantas veces te despedirás Evita...
y basta q no de frutos la despedi 😅
se portara bien Matteo... 🤔
todos los jefes de la Mafia lo estarán ayudando a cuidar del pequeño... 😊
Stefy no se iba a quedar tan tranquila con lo q paso con Travis...