Leda jamás imaginó que su luna de miel terminaría en una pesadilla.
Ella y su esposo Ángel caminaban por un sendero solitario en el bosque de Blacksire, riendo, tomados de la mano, cuando un gruñido profundo quebró la calma. Un hedor nauseabundo los envolvió. De pronto, el sendero desapareció; sólo quedaba la inmensidad oscura y una luna blanca, enorme, que parecía observarlos.
—¿Oíste eso? —susurró Leda, el corazón desbocado.
Ángel apretó su mano.
—Debe ser un animal. Vamos, no te asustes.
Pero el gruñido volvió, más cerca. El depredador jugaba con ellos, acechándolos. Un crujido a su derecha. Otro, detrás. Los gruñidos iban y venían, como si se burlara.
NovelToon tiene autorización de anasuya dete para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
EL LAGO DEL ALFA
Llegaron al lago a toda prisa. Leda apenas tuvo tiempo de ver el agua brillante cuando sintió cómo Ikki la lanzaba sin miramientos.
—¡IKKI, MALDITO! —gritó mientras caía, y el impacto helado le cortó la respiración.
Emergió tosiendo, con el cabello pegado al rostro.
—¡¿ESTÁS LOCO?! —escupió agua, jadeando—. ¡Idiota!
Ikki, de pie en la orilla, la miraba con una sonrisa que encendía pura furia en Leda.
—Báñate, hueles mal —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo.
Ella parpadeó incrédula.
—¿QUÉ? —se abrazó a sí misma—. ¿Que yo huelo mal? ¡¿Tú estás oliendo tu propio pellejo, perro sarnoso?!
La sonrisa de Ikki se borró. Dio un paso al frente, y su voz fue un gruñido bajo.
—No me compares con un simple perro, mujer.
Entró en el lago sin apartar la mirada. Leda retrocedió instintivamente, el corazón golpeando su pecho.
—¡No te atrevas a tocarme! —gritó, nadando hacia atrás—. ¡Ni se te ocurra, Ikki!
Él se movió con la velocidad de un depredador. En segundos, la atrapó por la muñeca, girándola con fuerza hacia él. Leda pataleó, arañó, gritó, pero nada sirvió. Con un solo movimiento, Ikki rasgó su ropa con sus garras, hasta dejarla desnuda bajo el agua.
—¡ANIMAL! ¡SALVAJE! ¡PERVERTIDO! —vociferó, cubriéndose el pecho con los brazos—. ¡MIRA LO QUE HICISTE! ¿Y AHORA QUÉ ME PONGO?
Ikki no respondió. Solo la contempló. Sus ojos grises se entornaron, oscuros, brillantes como el acero bajo la luna. Ella ardía de rabia… pero también sentía algo peligroso, algo que la hizo retroceder lejos de el, de esa bestia que la miraba como queriéndola poseer
Ikki sonrió, acomodándose el cabello, mostrando su torso herido, firme, poderoso.
—Aquí nadie usa ropa. Estamos desnudos, y tú… no serás la excepción.
—¡Yo no soy un lobo! —le escupió Leda, temblando de ira y frío—. ¡Soy humana! ¡Y por ende quiero MI ropa! ¡No pienso salir desnuda como ustedes!
Ikki inclinó la cabeza, acercándose a su oído. Su aliento caliente la estremeció.
—No quieres andar desnuda… —murmuró—. Pero tu olor es insoportable.
Leda se quedó helada.
—¿QUÉ? —gritó, ofendida—. ¡¿Qué dices?! ¡Yo soy limpia, siempre me baño, soy pulcra, asquerosa bestia!
Ikki gruñó suavemente, la atrapó por la cintura y la pegó contra él. Ella sintió su fuerza, su calor… y algo más. Algo que la hizo jadear y maldecir por dentro.
—Deja de provocarme, mujer —susurró él, lamiéndole la oreja con un gesto salvaje. Su voz era fuego contenido—. No sabes lo cerca que estoy… de olvidarme de todo y hacerte mía ahora mismo.
Leda tragó saliva, paralizada. Su mente gritaba “¡NO!” pero su cuerpo temblaba de otra cosa.
—D-Dios… si existes, ayúdame… —pensó.
Ikki apretó los ojos, luchando consigo mismo. Gruñó, furioso, y la soltó bruscamente.
Se alejó nadando con brazadas rápidas, hasta quedar a varios metros.
—Báñate, mujer. Hueles mal —dijo, sin mirarla.
Leda, roja de rabia y vergüenza, le gritó:
—¡Tú también hueles mal… neandertal!
Ikki sonrió, apenas girando el rostro. Sus ojos grises destellaron con un brillo peligroso.
Su luna le daba pelea. Y él… lo estaba disfrutando.