*Sinopsis:*
_Alejandra despierta en un hospital con la memoria intacta de su vida pasada, marcada por el dolor y la desesperación por el amor no correspondido de Ronan. Decidida a cambiar su destino, Alejandra se enfoca en sí misma y en su bienestar, pero Ronan no cree en su transformación. Mientras tanto, Víctor, un poderoso enemigo de Ronan, pone sus ojos en Alejandra y comienza a acecharla. ¿Podrá Alejandra superar su amor por Ronan y encontrar la felicidad sin él, o su corazón seguirá atado a él para siempre? ¿O será víctima de los juegos de poder de Víctor? "Renacimiento en Silencio". Una historia de amor, redención y autodescubrimiento en un mundo de pasiones y conflictos.
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Fiebre, lluvia e incomodidad.
Quito la silla que estaba trabando la puerta y la arrastro con esfuerzo hasta la terraza. Me siento en ella con calma. La noche se extiende silenciosa sobre la ciudad, y la oscuridad, lejos de entristecerme me da paz.
Me quedo ahí, en silencio, observando las luces lejanas de los edificios, y en esa calma... los recuerdos me atraviesan. Un escalofrío me recorre la piel al recordar cómo Ronan me cargó al hombro. Sonrío, como tonta, al recordar la cara de las personas que nos vieron. La cachetada que le di me devolvió algo de la vergüenza que pase cuando me cargo.El perfume que dejó impregnado en mi ropa. Todo eso me desestabiliza... y al mismo tiempo, me acelera el corazón.
Me levanto, incómoda con su olor aún presente en mí. Entro al baño, abro la regadera con fuerza y dejo que el agua caiga sobre mí, tibia, envolviéndome como si quisiera borrar su aroma. Me tallo con rabia. Me pongo un vestido sencillo.
Con el cabello húmedo regreso a la terraza. La vista desde aquí… jamás me había detenido a mirarla. Es hermosa. El horizonte se pierde entre las sombras y las luces parpadeantes, y por primera vez en mucho tiempo, siento un momento de paz.
Tomo el celular y, por simple curiosidad, busco su nombre: Víctor Torres. Las imágenes llenan la pantalla. Él, sus proyectos, sus apariciones públicas. El enemigo número uno de Ronan. Ambos en el mismo negocio, ambos igual de poderosos… pero con pasados muy diferentes. Víctor no tiene esposa, ni compromisos amorosos. Vive con su madre, a quien cuida con devoción. No tiene padre.… por eso hubo tanto movimiento hoy en el hospital. Su madre está ahí.
Miro las fotos de el con su madre y el celular se me resbala de las manos, solo escucho un sonido y cuando levanto el celular me doy cuanta que ya me sali de su perfil.
Cierro las redes sociales con un suspiro y me quedo mirando el cielo. La brisa anuncia tormenta. Me levanto por una frazada y me tapo hasta la nariz. De regreso en la terraza, oscura y silenciosa, dejo que el viento me acaricie. Mi celular suena. Es la abuela.
—¿Hola, Ale...? ¿Por qué no vienes? No quiero que estés sola en esa casa.
—Gracias, abuela. No te preocupes, te prometí que no volvería a intentar nada.
—No quiero que la soledad te ponga triste.
—Mañana tengo que ir temprano a la empresa. Dormiré pronto, lo prometo.
—Paso por ti. Vamos juntas.
—¿Te puedo pedir otro favor? ¿El carro de mi padre?
—Está en el garage, pero hija… sabes que con tus muñecas será difícil manejar.
—Lo sé. Esperaré unos días.
—Descansa, mi niña. Te quiero.
—Yo también, abuela.
Corto justo cuando las primeras gotas comienzan a caer. Lanzo el celular hacia la cama y celebro al verlo aterrizar justo sobre la almohada. Cierro los ojos y alzo el rostro. La lluvia me salpica con dulzura. Por primera vez... la disfruto. Antes, la lluvia me traía tristeza. Fue un día lluvioso cuando mis padres murieron. Siempre la asocié con el dolor. Pero ahora... ahora siento que me limpia. Que me libera.
Paso las manos por mi cabello empapado. La lluvia arrecia. Escucho el crujido de las ramas, el silbido del viento. Y entonces, luces. Un coche entra a la propiedad. Luego otro. Es la guardia de Ronan. Qué raro… ¿ya volvió? ¿Y tan temprano?
Quizás quiere seguir peleando. O tal vez… Isabela no está. Me asomo para ver el carro discretamente.. Muy raro. La parejita está peleada, al parecer.
Lo escucho entrar al baño y cuando sale me habla.
—Te resfriaras.
Me dice y no le respondo me quedo un rato más afuera, empapada. Regreso a la habitación, dónde el ya está acostado me cambio de ropa y me pongo un short cómodo y una camisa enorme. Me miro en el espejo y sonrío, irónica. Antes solía dormir maquillada, con lencería, provocadora. Siempre pendiente de cómo me vería él si llegaba de sorpresa. Qué absurda fui.
Ahora me recojo el cabello en un chongo desordenado y me meto en la cama. Me acomodo entre las sábanas tibias y, por primera vez, duermo como quiero. Sin miedo de despeinarme. Sin miedo de no verme perfecta.
Solo nerviosa al sentirlo a mi lado pero le doy la espalda hasta que el sueño me abraza, profundo, hasta que algo frío me toca el brazo. Abro los ojos, confundida, y lo veo.
Ronan.
Estamos muy cerca como si mi cuerpo lo buscará mientras duermo ya que estoy pegada a el, por primera vez veo su rostro con cada luz del destello hecho por los rayos, su semblante se ve tranquilo pero sus cejas aún demuestran la seriedad.
Mi corazon late acelerado sin poder evitarlo, solo lo observo pero me siento mareada. Tengo sed. me alejo para bajarme, pero mis piernas no me responden y caigo al suelo con un golpe sordo.
Él reacciona enseguida. Se incorpora, enciende la lámpara de su lado. Me ve en el piso, desorientada. Con ese gesto serio que nunca abandona, se acomoda el cabello. Incluso medio dormido… sigue siendo irritantemente guapo.
—¿Se te acabó la cama?
Su voz ronca me eriza la piel, pero no tengo fuerzas para contestar. Trato de levantarme, pero mi cuerpo tiembla. Él se acerca, me intenta levantar pero frunce el ceño.
—Estás hirviendo —dice,—. Vamos al hospital. No quiero que digan que fue mi culpa si te pasa algo.
—Solo es un resfriado por la lluvia, no quiero que piensen que me enferme a propósito por ti.
—Te lo dije.
me dice y me enoja que tenga la razon.
— Yo no hice nada, no creas que todo mi mundo gira a tu alrededor.
Le digo molesta.
— déjame dudarlo.
Dice muy seguro y quiero insultarlo pero respiro hondo calmandome, ya que ni para eso tengo fuerzas.
Se cambia de ropa en un segundo. Me levanta y solo su tacto me hace estremecerme.
me pone una sudadera encima y, sin decir más, me carga como si fuera liviana.
Sus brazos alrededor de mi me herizan la piel pero no se lo hago saber. Me mete en su auto y conduce al hospital.
Cuando llegamos, ya me espera una silla de ruedas. Me instalan en ella y Ronan se regresa al coche por algo. Y es entonces cuando lo veo.
Víctor.
Está de pie frente a mí, elegante. Me desvían rápidamente al otro lado, fingiendo no verlo.
—Señora del Castillo… me halaga —dice con tono socarrón.
Lo miro, incrédula.
—No sé de qué habla.
—¿En serio? ¿No es esa su frase favorita? Pero si gusta, podemos tomarnos un café. Puedo contarle de mi vida. Así ya no necesita espiarme por redes sociales.
Mis ojos se agrandan. ¿Cómo lo supo? Entonces él me muestra su celular. Una notificación: un “me gusta” mío en una foto suya, con su madre.
Me muero de vergüenza.
—Será nuestro secreto —dice en voz baja, con una sonrisa peligrosa,
— ¿que cosa?
Le digo sin entender.
—que visitas mi perfil queriendo saber de mi.
—fue un accidente, el celular se me callo y solo se presionó.
Le digo y el se ríe, se que no me cree.
—Señor Victor creo que fue mi hermana menor.
Le digo y me ve dudando, evito reírme, luego mira hacia atrás de mí poniendose serio.
—Ronan.
Saluda con naturalidad, y en ese momento… mi corazón se acelera de golpe.
No quiero que haya malos entendidos.
—Por fin decidió sacará está joya.
Le dice y yo quiero desaparecer.