Valeria y Alejandro, unidos por su amor al arte, la música, y las historias, vivieron un intenso romance en el bachillerato. Sin embargo, un malentendido los separó, dejando heridas sin sanar. Ahora, en la universidad, sus caminos se cruzan de nuevo. Aunque intentan ignorarse, Alejandro sigue luchando por reavivar lo que tuvieron, mientras Valeria se resiste a revivir el dolor del pasado. ¿Podrá el amor superar el tiempo y el rencor?
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Un recuerdo del pasado
El local de Booba Tea ha comenzado a llenarse un poco más. Los clientes entran en grupos, algunos pidiendo bebidas para llevar, otros sentándose para relajarse un rato. Cristian y Fer están inmersos en una conversación sobre la discoteca que manejan juntos, planificando mejoras para atraer más gente. Yo, por otro lado, me esfuerzo en seguir la charla, pero mi mente sigue divagando.
Apenas puedo concentrarme. Este lugar me trae tantos recuerdos de Valeria. Recuerdo perfectamente cómo solíamos venir aquí después de clases, justo como ahora, pero en ese entonces era diferente. No teníamos esa barrera invisible que ahora parece separarnos. Éramos… felices, supongo. La distancia que ha crecido entre nosotros desde entonces es palpable.
—Oye, Alex, ¿qué opinas? —pregunta Cristian, sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh? Perdón, ¿qué decías?
—Que estábamos pensando en organizar una fiesta en la discoteca el fin de semana. Algo más tranquilo que la última vez, pero con buena música. Fer quiere que sea algo más exclusivo, solo para los amigos más cercanos y unos pocos invitados. ¿Te apuntas?
Pienso por un segundo. La última fiesta fue un caos, pero también sirvió para despejarme. Quizás algo más tranquilo no sea tan mala idea.
—Sí, podría ser. Necesito un respiro de las clases de Anatomía y Embriología. No estaría mal relajarme un poco —respondo finalmente.
Fer asiente. —Perfecto. Cristian y yo nos encargaremos de todo, y tú solo tienes que venir y disfrutar. Ya verás, será una buena oportunidad para relajarte un poco.
Me limito a sonreír. A veces envidio lo fácil que Cristian y Fer se toman todo. Aunque sé que ellos también están lidiando con la presión de los estudios, parecen tener una capacidad innata para desconectar y disfrutar del momento. Yo, en cambio, tengo esta costumbre de aferrarme al pasado y a lo que pudo haber sido.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo saco y veo una notificación de Instagram. Es una publicación de Valeria. Aunque intento no hacerlo, mi dedo se mueve automáticamente y abro su perfil. Es una foto de uno de sus dibujos más recientes. Se trata de una escena en blanco y negro, donde una figura solitaria camina bajo la lluvia, completamente mojada, pero manteniendo una expresión serena. Es increíble cómo siempre logra transmitir tanto con sus dibujos.
—¿Qué estás viendo? —pregunta Cristian, inclinándose para mirar mi teléfono.
Rápidamente cierro la aplicación y niego con la cabeza. —Nada importante, solo una publicación.
—¿De Valeria? —pregunta con una sonrisa traviesa. Cristian no es muy discreto con este tipo de cosas.
—Sí, de Valeria —respondo, encogiéndome de hombros. No tiene sentido ocultarlo—. Subió uno de sus dibujos. No puedo evitar admirar lo talentosa que es.
Fer, que ha estado escuchando en silencio, levanta la mirada de su bebida. —Siempre ha sido buena en eso. Sus dibujos son… profundos. Creo que es su forma de expresar todo lo que no dice.
Me sorprende un poco que Fer haga ese comentario. Aunque nunca hemos hablado mucho sobre Valeria, siempre ha sido observador. Cristian, en cambio, decide aprovechar la oportunidad para meterse un poco conmigo.
—¿Y qué tal si le mandas un mensaje? —sugiere con una sonrisa burlona—. Un simple “buen trabajo” o algo así. No sería tan raro, ¿no?
—No es tan sencillo —respondo, rodando los ojos—. Las cosas no están como antes. No quiero que piense que estoy intentando algo raro. Además, tenemos suficiente con solo cruzarnos de vez en cuando. Apenas hablamos.
—No estoy diciendo que la invites a salir —dice Cristian, riéndose—. Solo que, si aún sientes algo por ella, podrías dar un pequeño paso, ¿no? No pierdes nada.
Fer, que generalmente se mantiene al margen de estas conversaciones, interviene de nuevo. —Tal vez Cristian tiene un punto, Alex. No tienes que hacer nada grande, pero si no haces nada, las cosas seguirán igual. Tal vez un pequeño gesto podría marcar la diferencia.
Sus palabras se quedan resonando en mi cabeza. Ambos tienen razón, en cierto modo. Valeria y yo estamos estancados en esta especie de limbo donde no avanzamos ni retrocedemos. Tal vez, si yo diera el primer paso… pero ¿y si eso solo la aleja más? ¿Y si interpreta mal mi gesto?
—No lo sé —digo finalmente—. Quizás lo piense, pero ahora mismo estoy tratando de mantener las cosas como están. Si la presiono demasiado, podría empeorar todo.
—Solo piénsalo, hermano —dice Cristian, dándome una palmada en la espalda—. A veces, complicamos demasiado las cosas. Si aún te importa, deberías hacer algo al respecto antes de que sea demasiado tarde.
Asiento, aunque no estoy seguro de si lo haré. La idea de acercarme a Valeria es tentadora, pero también aterradora. No puedo evitar pensar en cómo podría salir mal, en lo que ya se ha roto entre nosotros.
Después de un rato más de charla, decidimos que es hora de irnos. Nos despedimos de la novia de Cristian, que ya está cerrando el local, y caminamos de vuelta al campus. El día sigue nublado, pero el aire fresco me ayuda a despejar un poco la mente. No puedo evitar seguir pensando en lo que Fer y Cristian dijeron. ¿Es ahora el momento adecuado para dar ese paso? ¿Debería intentar hablar más con Valeria, acercarme poco a poco, como lo he estado haciendo hasta ahora?
El problema es que no sé hasta qué punto ella está dispuesta a abrirse. Si hago algo mal, si digo algo incorrecto, es posible que se aleje para siempre, y no sé si estoy preparado para eso. Pero, al mismo tiempo, no puedo seguir ignorando lo que siento.
Al llegar al campus, nos despedimos y cada uno toma su camino. Mientras camino hacia mi departamento, miro una vez más la foto del dibujo que Valeria subió. Hay algo en esa figura solitaria bajo la lluvia que me hace pensar en nosotros. Quizás ambos estamos en esa misma tormenta, tratando de encontrar una forma de salir.
Finalmente, guardo el teléfono y respiro hondo. Quizás es hora de arriesgarse, aunque solo sea un poco. Pero, por ahora, me centraré en lo inmediato: los exámenes, las clases, y lo que venga. No puedo dejar que esto me consuma completamente, no mientras aún haya tanto en juego en la universidad.
Pero, en algún momento, tendré que enfrentar mis sentimientos. Quizás no hoy, ni mañana, pero pronto.