René y Antón, podría decirse que nacieron uno para el otro. pero por decisiones personales, se separaron por un corto periodo de tiempo, el la amo desde que ella estaba dentro del vientre de su madre, es solo que nunca lo dijo ante todos y ella lo amo y sin dudarlo se lo dijo en cuanto lo descubrió, ambos hicieron promesas, pero el fue el primero en romperla, por lo que ella decidió hacer lo mismo, ¿sera que en verdad su destino siempre fue amarse?
NovelToon tiene autorización de A.R.B.F para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 12
ANTÓN:
No quise ir detrás de René porque conozco a mi madre y mi tita Sol. Ellas en un abrir y cerrar de ojos organizaron mi bienvenida. Por supuesto, sé que René estará ahí, por eso no fui detrás de ella cuando llegué.
Además, estuve pensando en hablar con mi madre con respecto a lo que siento por su hermana, pero no quiero hacerlo hasta que hable con René. No tiene sentido que le cuente a mi mamá si después René no va a querer nada conmigo.
Así que primero hablaré con René y si ella me acepta, hablaré con mi madre. Estoy segura de que ella entenderá y me apoyará, porque ella es la mejor madre del mundo.
Mi mamá me pidió que me arreglara para bajar, pues Ángel y Sol ya venían en camino y eso significaba que muy seguramente llamaron a René, quien de seguro viene con mi hermana, pues se fueron juntas.
Cuando estuve listo, bajé ansioso. Llegaron Gael y su familia, me saludaron muy contentos, al igual que la tía Paola, quien también llegó con su familia, aunque sus hijos ya no viven con ella, pues los trajo a la fuerza. Así es ella, ¿qué podemos esperar?
Blanca llegó muy sonriente y me saludó feliz, pues ella solo me lleva algunos años y mientras crecía, ella siempre fue mi amiga y cómplice de mi papá para conquistar a mamá. Por eso, la mayoría de los fines de semana ella los pasaba en esta casa.
Hasta que creció y comenzó a tener más responsabilidades con sus estudios y luego con su trabajo, así que todo cambió en ese punto. Supongo que todos cambiamos cuando comenzamos a tener más responsabilidades.
Después de un rato llegó mi tita Sol y me saludó llena de alegría, pero después de saludar a Ángel, la sonrisa se me borró del rostro.
—René no podrá acompañarnos, pues fue con su novio a que le tomaran las medidas para el anillo —nos informó y yo quería matar a alguien.
—No puedo creer que tú, con lo celoso que eres, estés hablando del compromiso de tu hija, que aún no cumple los 18 años, así de tranquilo —Paola, quien siempre molesta a Ángel.
—No es un compromiso en sí, es más bien como una promesa de compromiso en el futuro. Y ya deja de molestarme, pues mi niña aún no se casará. Tiene que terminar la universidad y viajar mucho antes de aceptar una boda definitiva —Ángel, un poco molesto, pues Paola siempre ha tenido ese efecto en él.
Pero a mí me tranquiliza un poco más que Ángel no vaya a permitir que René se case hasta después de que termine la universidad, pues me da más tiempo para hablar con ella.
Pero lo que me molesta es que ella esté con un tipo a quien ni siquiera conozco. Me estoy muriendo de los celos y quiero salir a buscarla, pero no tengo ni idea de dónde están, pues no le puedo preguntar a su padre en qué dirección están, sería sospechoso.
Después de un rato más, llegó mi hermana cargando dos bolsas para vestidos, uno es para su graduación y otro para el compromiso de René, además de muchos accesorios.
Recordar ese compromiso o promesa de compromiso me llena de ira, pero sé que nadie más que yo tiene la culpa. Si yo no me hubiera ido, ahora sería yo quien estaría buscando las medidas para el anillo de mi niña de los ojos verdes. Pero de mi cuenta corre que René no se case con ese tipo.
RENÉ
Para olvidarme de Antón, aunque sea por un momento, mi mejor remedio es la adrenalina. Me encanta, y ya que Juanjo es mi cómplice en todo, lo convencí de que me enseñara a andar en moto.
Después de recoger su moto en el taller de su amigo, Juanjo me condujo hasta una pista de aterrizaje vacía. Era perfecto porque así ningún auto vendría a interrumpir mis clases.
—¿Cómo conociste este lugar? —pregunté, admirando la enorme carretera frente a nosotros.
—Mi papá lo compró. Comenzarán la remodelación en tres meses. Será un hangar privado para mi familia —respondió Juanjo.
—Bueno, ¿ya comenzamos mis clases? —pregunté emocionada.
—Pequeña, primero demos, una vuelta de reconocimiento. Ven, sube —dijo Juanjo.
Yo feliz subí de nuevo a la moto y Juanjo se acercó mucho. Me gustaba esa sensación de ser libre y sentirme plena. Es como si todo estuviera bien y no tuviera nada de que preocuparme.
—Abre tus brazos, hermosa —pidió Juanjo. Y aunque lo dudé por un segundo, me atreví.
Primero solté una mano y luego la otra. Fue solo por unos segundos, pero fue la mejor sensación del mundo. Juanjo se detuvo al final de la pista y me cedió su puesto a mí.
—Ahora sí vamos a comenzar, pero tú, señorita, no vas a acelerar mucho. No quiero que esta vez tu padre nos mate —dijo Juanjo.
—Ja, ja, ja, eso no va a pasar. Seré cuidadosa —respondí.
Juanjo asintió y me enseñó cómo acelerar, dónde frenar, me explicó cada uno de los mandos, el cambio de marcha y rodó eso. En el primer intento, la moto se me apagó y el muy tonto se rio. Pero en el segundo intento sí pude ponerla en marcha. Cabe destacar que Juanjo no me dejó sola ni un segundo.
Y aunque yo quisiera ir rápido, no podía, pues aún no estaba lista y Juanjo sufriría un infarto seguro, pues él no me dejó conducir la moto sola hasta que vio que ya podía controlarla un poco más.
—Lo has hecho bien, te voy a dejar dar una vuelta a la pista sola, sin mí, pero nada de acelerar, un paseo tranquilo y calmado —Juanjo.
—¿Ni un poquito? —pregunté con la esperanza de que me dijera que sí.
—Si aceleras más de lo que te dije, no volveré a prestarte la moto en la vida —Juanjo.
—Bueno, no seas tan extremista —respondí.
Juanjo me dejó sola con la moto y yo la encendí y aceleré solamente lo que él me dijo. Pude haberlo hecho acelerar más, pero lo conozco y si acelero más de lo que él insinuó, cumplirá su palabra de no prestarme su moto nunca más. Además, es el único que conozco con moto, así que ni modo, a dar un paseo tranquilo. Cuando regresé junto a Juanjo, este me sonrió.
—Sé que no te gusta ir a esa velocidad, pero pronto podrás hacerlo. ¿Ahora quieres ir a comer? —preguntó Juanjo.
—Sí, pero ve rápido —pedí y él asintió.
Tomó su lugar como piloto, se puso su casco que debo decir, combina con el mío y luego aceleró a todo lo que da. Me encanta esa sensación, soy feliz sintiendo el viento en mi cara, pero si mis padres se enteran de esto, terminaré en una universidad muy lejos de aquí y sin Juanjo.
