César es un CEO poderoso, acostumbrado a tener todo lo que desea, cuando lo desea.
Adrian es un joven dulce y desesperado, que necesita dinero a cualquier costo.
De la necesidad de uno y el poder del otro nace una relación marcada por la dominación y la entrega, que poco a poco amenaza con ir más allá de los acuerdos y transformarse en algo más intenso e inesperado.
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Capítulo 11
Adrian llegó a casa exhausto, una exhaustión más mental que física. Fue directo al baño. Encendió la ducha y dejó que el agua cayera sobre su cuerpo, para su suerte, la ducha estaba calentando bien esa noche.
Deslizó las manos por el rostro y percibió las lágrimas mezclándose con el agua. No conseguía contenerse. Lloraba, no solo por la humillación, sino por la confusión que lo consumía. Que su cuerpo hubiera reaccionado era un absurdo, él no estaba haciendo aquello porque deseara tener el p3ne de otro hombre en su boca, sino porque necesitaba de forma urgente el dinero.
— ¿Será que fue solo una reacción natural, fisiológica del cuerpo? Tiene que ser eso. ¿Qué más sería? — pensaba en voz alta.
Él tenía certeza de quién era. Siempre se consideró heterosexual. Le gustaban las mujeres, nunca había sentido atracción por otro hombre. Aquello que estaba sucediendo entre él y César era apenas una transacción, como César había dicho, él daba una cosa y César le daba el dinero que necesitaba.
Pero la memoria que insistía en rondar su cabeza no estaba ayudando. Él se recordaba nítidamente de la excitación involuntaria, del calor que lo recorrió, de la erección que lo denunció delante de la mirada hambrienta de aquel maldito hombre.
Golpeó la mano contra la pared con fuerza, irritado consigo mismo. Adrian cerró los ojos, intentando encontrar alguna explicación. La única cosa que él tenía certeza era de que si fuesen otros tiempos o si su hermana no dependiera de él, él jamás se sujetaría a aquello.
El agua continuaba escurriendo, quemando su piel ya roja por la fricción de las manos. Él hundió el rostro entre las palmas y lloró más alto, dejando que aquel instante fuera su válvula de escape.
A la mañana siguiente, a las ocho horas, marcó la entrada en la Serrano Tech Holding y se sumergía de cabeza en las actividades que tenía para resolver, lo que se resumía en líneas de códigos y informes que parecían no tener más fin.
A la hora del almuerzo, él iba hasta la lanchonete de Mara. Aquel espacio simple, con olor a café fresco y el ruido de la plancha, era un respiro. Mara sonreía al atenderlo, preguntaba cómo él estaba, cómo Amanda estaba y siempre le daba un postre, por cuenta de la casa. Para Adrian, ese era el mejor momento de su día.
Pero cuando la tarde caía, y los colegas de trabajo se iban uno a uno, el aura del ambiente cambiaba. Parecía que quedaba más tenso. Él sabía que César estaba en el escritorio. Sabía también lo que sucedería si aceptase cruzar aquella puerta. Y cuando todos se habían ido, él aguardaba apenas algunos minutos, respiraba hondo y se levantaba.
Al comienzo se dirigía hasta la sala del CEO con pasos arrastrados, pero el jueves, ya parecía familiarizado con aquella rutina extra. Adrian intentaba dejar en su mente todo lo más racional posible. Era simple:
Entrar.
Desnudarse.
Arrodillarse.
Hacer el "servicio".
Recibir.
Pagar el tratamiento de la hermana.
César aguardaba pacientemente mientras las manos levemente trémulas de Adrian retiraban su genitalidad para fuera de la ropa y comenzaba a masajearla con la lengua. Después él sentía al chico abocar todo, arrancándole suspiros y despertando fantasías que lo dejaban aún más excitado.
El viernes, Adrian pagó el inicio del tratamiento de la hermana. Y, cuando salió de la sala del CEO, prometió para sí mismo que había sido la última vez.