Alana se siente atrapada en una relación sin pasión con Javier. Todo cambia cuando conoce a Darían , el carismático hermano de su novio, cuya mirada intensa despierta en ella un amor inesperado. A medida que Alana se adentra en el torbellino de sus sentimientos, deberá enfrentarse a la lealtad, la traición y el dilema de seguir su corazón o proteger a aquellos que ama.
NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El campamento
Hoy íbamos a un viaje escolar. Habían pasado dos semana desde que vi a Darian y me sentía mejor, todo lo que me hacía sentir solo era incomodidad. El viaje en autobús hacia el campamento estaba lleno de expectativas. Mis compañeros hablaban emocionados sobre lo que harían durante esos tres días lejos de la rutina escolar. A pesar de que la mayor parte del tiempo se dedicaría al estudio, las noches prometían diversión, y esa mezcla de responsabilidades y libertad hacía que todos estuviéramos ansiosos.
A mi lado, mi madre no dejaba de darme consejos, como si fuera la primera vez que me alejaba de casa por un par de días.
—Recuerda mantenerte hidratada, no te expongas mucho al sol, y no olvides poner el despertador para las clases. —Su voz sonaba preocupada, como siempre que me despedía para cualquier viaje. Aunque estaba acostumbrada, en esta ocasión parecía más insistente, quizás porque sabía que este campamento era una especie de despedida del colegio, un paso más hacia la vida adulta.
—Mamá, estaré bien. No es gran cosa, solo tres días y dos noches. —Intenté tranquilizarla, aunque sabía que no serviría de mucho. Le sonreí con cariño mientras la abrazaba.
A unos metros de distancia, Javier también se estaba despidiendo de su padre. Observé cómo su padre lo abrazaba y le daba un par de palmadas en la espalda.
El motor del autobús rugió, indicando que era hora de partir. Mi madre me abrazó por última vez y me dejó ir. Subí al autobús con mi mejor amiga, quien no dejaba de hablar sobre todas las travesuras que planeaba hacer durante el campamento.
—¡Tres días! ¿Te imaginas? Sin adultos molestando. Solo nosotros, las estrellas y la diversión —decía emocionada, moviéndose en el asiento a mi lado.
—Bueno, técnicamente tendremos que estudiar durante el día —le recordé, aunque no parecía importarle mucho. La idea de escapar un poco de la rutina parecía más importante que los estudios.
El viaje transcurrió entre risas y planes sobre las actividades nocturnas. Cuando llegamos al campamento, el día comenzó con lo esperado: clases y actividades escolares. El lugar era bonito, rodeado de árboles, con una brisa fresca que hacía que estar al aire libre fuera agradable. Durante las clases, traté de concentrarme en las materias, aunque mi mente vagaba de vez en cuando. Javier estaba cerca, sonriéndome de vez en cuando, y todo parecía estar bien.
La verdadera diversión comenzó al caer la noche. Después de la última clase, Javier, Laura y yo decidimos explorar la pequeña feria que habían montado en el campamento. Había juegos, puestos de comida y actividades para entretenernos. Nos compramos algunos recuerdos, jugamos a lanzar aros, y nos reímos más de lo que habíamos hecho en semanas. Esa noche fue ligera, sin tensiones ni complicaciones. Me sentí feliz, rodeada de mis amigos, y por un momento, olvidé todas las dudas y confusiones que habían estado rondando mi cabeza.
Cuando la feria terminó y el campamento comenzó a calmarse, regresamos a las cabañas. Mi compañera de habitación era Laura, y después de una rápida charla, las clases y los rumores del colegio, decidimos darnos una ducha y prepararnos para dormir. Después de la ducha, me puse el pijama y me tiré en la cama cansada.
Miré mi celular por primera vez en todo el día, revisando las notificaciones que se habían acumulado. Y ahí estaba. Un mensaje.
Darian:
¿Cómo va el campamento?
Me quedé mirando la pantalla, un poco sorprendida de recibir un mensaje suyo en ese momento. Lo que más me desconcertaba era el tono del mensaje. No había sarcasmo. No había arrogancia. Él estaba siendo normal, incluso serio.
Decidí responderle, aunque algo dentro de mí me decía que no debía dejarme llevar por la curiosidad.
Yo:
Bien. Estudiando mucho, pero las noches son divertidas. ¿Y tú?
Unos minutos después, llegó su respuesta.
Darian:
Lo de siempre. Nada nuevo.
La conversación avanzaba lentamente, manteniendo un tono distante pero educado, sin los usuales comentarios afilados que solía lanzar. Me atreví a preguntarle algo que me había rondado la mente desde el principio.
Yo:
No te vi cuando nos fuimos. ¿Dónde estabas?
Darian:
Tenía cosas que hacer. Tampoco soy fan de las despedidas familiares.
Su respuesta no me sorprendió del todo, pero de alguna forma seguía esperando algo más. Lo conocía lo suficiente para saber que no era solo por "no gustarle las despedidas". Había algo más, aunque no sabía exactamente qué.
La conversación continuó con cierta normalidad, sin ningún momento incómodo ni tensión evidente. No parecía ser el mismo chico arrogante que solía ser. Estaba siendo tranquilo, casi reflexivo.
Yo:
¿Te pasa algo? Estás diferente. —Escribí, esperando que no lo tomara a mal.
Darian:
No pasa nada. Descuida.
Yo:
Esta bien.
Apagué el teléfono después de esa respuesta, sintiendo una mezcla extraña de emociones. ¿Era real este cambio? Y si lo era, ¿qué significaba eso para mí? No quería pensar demasiado en ello.
Me giré en la cama, tratando de relajarme. Darian estaba empezando a confundirme de nuevo, pero no de la manera en que solía hacerlo. Ahora, era algo más profundo, algo que me inquietaba, y no estaba segura de si me gustaba o no.
Finalmente, cerré los ojos, esperando que el sueño me diera un respiro de todas las preguntas que empezaban a llenarme la cabeza.
-
El segundo día del campamento empezó con el sonido de los pájaros y el aire fresco llenando los alrededores. Era un día soleado, pero con una brisa suave que hacía que el calor no se sintiera tan abrumador. Las actividades escolares estaban en marcha, pero mi mente no dejaba de pensar en el hecho de que finalmente tenía un espacio para relajarme y estar con Javier, lejos de la rutina.
Después de un largo día de actividades académicas y estudios, llegó la tarde, y con ella, una especie de alivio. Había terminado la parte más exigente del día, y ahora todos teníamos un poco de tiempo libre para disfrutar. Me acerqué a Laura, que estaba en medio de una conversación animada con un par de compañeros.
—¿Qué planes tienes para esta noche? —le pregunté, mientras ella me miraba con una sonrisa pícara.
—Tal vez pasear por la feria, jugar algunos juegos. ¿Y tú? ¿Con Javier? —respondió, haciéndome una señal con la cabeza hacia donde estaba él, hablando con algunos amigos.
Sonreí y asentí. Sabía que era un buen momento para pasar tiempo con él, lejos del caos del día. Este campamento parecía ser el lugar perfecto para reconectar.
Me acerqué a Javier, quien al verme, me recibió con una sonrisa. Su expresión relajada me hacía sentir cómoda.
—¿Te apetece dar una vuelta? —le pregunté.
—Claro, pensé que nunca me lo pedirías —respondió, levantándose rápidamente.
Caminamos juntos hacia la pequeña feria que habían montado para los estudiantes. Las luces parpadeaban en la distancia, y el sonido de la gente riendo y disfrutando de los juegos llenaba el aire. Era un ambiente perfecto para olvidarse del estrés y simplemente disfrutar.
Mientras caminábamos, no pude evitar pensar en cómo me sentía. Javier siempre había sido el chico que me hacía sentir tranquila, segura. Pero últimamente, con todo lo que había pasado, me había costado encontrar esa paz que solíamos tener juntos. Sabía que no podía evitar este sentimiento para siempre.
—¿Estás bien? —preguntó, interrumpiendo mis pensamientos.
Lo miré y asentí, pero sabía que él podía ver más allá de mi simple respuesta.
—Sí, solo estoy pensando en lo raro que ha sido todo últimamente —admití finalmente.
—Lo sé, también lo he notado. A veces siento que estamos en una especie de pausa, como si todo fuera más complicado de lo que debería ser —respondió, deteniéndose un momento para mirarme.
—Pero estoy aquí, contigo, y eso es lo que importa, ¿no? —añadió con una sonrisa.
Nos detuvimos frente a una de las atracciones de la feria, un juego de tiro al blanco. Javier, siempre competitivo, insistió en que lo intentara. Tomé el rifle de juguete, apunté, y fallé estrepitosamente. Ambos reímos, y en ese momento, todas las tensiones parecieron desaparecer.
—Definitivamente no es lo tuyo —se burló suavemente, antes de tomar el rifle y acertar en el blanco en su primer intento.
—¡Tramposo! —exclamé entre risas.
Ganó un pequeño peluche y me lo entregó con una sonrisa de orgullo. Fue un gesto simple, pero lleno de significado. Nos quedamos allí un rato más, probando otros juegos y disfrutando de la compañía del otro. Poco a poco, la noche fue cayendo, y con ella, el bullicio de la feria comenzó a disminuir.
—¿Te parece si volvemos al campamento? —pregunté, cuando ya empezaba a sentir el cansancio del día en mis piernas.
—Claro, vamos —respondió él, tomando mi mano de manera natural.
El camino de regreso fue tranquilo, caminamos en silencio, pero esta vez no era incómodo. Ambos sabíamos que habíamos necesitado este tiempo para nosotros, para simplemente estar juntos. Cuando llegamos al campamento, nos despedimos antes de ir cada uno a su respectiva cabaña.
Al entrar a mi habitación, Laura ya estaba en la cama, hojeando una revista.
—¿Todo bien con Javier? —preguntó sin levantar la vista.
—Sí, estuvimos en la feria, fue divertido —respondí, quitándome los zapatos y preparándome para acostarme.
—Me alegra oír eso —dijo con una sonrisa—. Sabes que siempre estoy aquí si necesitas hablar.
Le sonreí, agradecida por tenerla como amiga. A veces, Laura parecía conocerme mejor de lo que yo misma me conocía.
Me metí en la cama, cansada pero con una sensación de alivio. Había sido un buen día, uno de esos que te recuerdan por qué estás con la persona que estás. Miré mi celular y vi un par de mensajes de Javier, cosas sencillas, y le respondí rápidamente antes de apagar la pantalla.
No pasaron muchos minutos antes de que el sueño comenzara a vencerme. Me di la vuelta en la cama, cerrando los ojos y dejando que los sonidos del campamento me arrullaran. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que las cosas estaban volviendo a su lugar.
El tercer día del campamento trajo consigo una sensación de cierre. Estábamos más en sintonía, más relajados, como si ese espacio que había crecido entre nosotros finalmente se hubiera disipado. Pasamos el último día juntos, disfrutando de las actividades del campamento. Simplemente estábamos juntos, y eso era suficiente.
Al final del campamento, cuando nos subimos al autobús para regresar, me senté junto a él, apoyando mi cabeza en su hombro. No dijimos mucho, pero no hacía falta. Habíamos pasado por algunas cosas difíciles, pero ahora estábamos mejor.