Tras haber ganado la guerra entre los tres reinos y revivido al loto blanco, Liú Huó, rey del inframundo , se verá envuelto en una nueva travesía lleno de obstáculos en sus camino.
Nuevos enanemigos amenazara la paz de la corona en busca de venganza y poder. Pero esta ves será la prueba del Loto Blanco, quien tendrá que tomar el poder que por sangre siempre le correspondió y, poner fin a las calamidades de atormentan la tranquilidad y el equilibrio entre los imperios.
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Dolor y resentimiento.
Imperio BáiYù
La noche había caído hace pocas horas. Miraba el viento frío y la constante lluvia que resonaban en mis emociones, como si estas mismas lloraran las lágrimas que yo no podía derramar. Sentí el eco de unas pisadas acercándose y la puerta de la habitación se abrió suavemente. Sabía que era mi padre, pero mantuve los ojos cerrados y no moví ni un solo músculo. Habían pasado dos años y aún estaba en mi nivel inicial. Podía enojarme por ello, pero lo que realmente sentía era una constante presión en mi pecho, porque decir que solo eran dos años era una vil mentira que me decía a mí mismo en consuelo. Había pasado toda mi vida intentando completar mi núcleo fallido, pero jamás lograba llegar más allá.
Suspiré profundamente intentando canalizar la energía dentro de mí y sentí la sangre caliente correr por mis venas. Me sobresalté cuando sentí la mano de mi padre golpear mi espalda, dejando fluir su energía en mí.
Era totalmente irónico; él dio casi todo su poder a Liu Huo, y solo lleva unos cuantos años fuera del extractor, aun así ha podido reconstruir su energía y su núcleo perfectamente. Y pensar en ello provocaba una punzada en mi corazón. Me levanté empujando su mano y le miré sombríamente.
Aun sin intención, no podía aceptarle. Hacerlo significaba aceptar todo el dolor que pasé desde el día que nací, y aunque sabía muy bien que no fue su culpa, era mucho menos doloroso de esta forma. —No te pedí ayuda; puedo hacerlo solo.
Él me miró y sonrió ladinamente asintiendo. Se levantó y caminó hasta la mesada, sirviéndose una copa de vino caliente. —Lo sé, no tienes que poner esa cara. Sé tus pensamientos hacia mí, así que solo tómalo como colaboración de mi parte.
Volvió a dedicarme una mirada algo compleja y negó con suavidad mientras llenaba nuevamente la taza y la tendía hacia mí. —Necesitamos recuperar rápidamente mis poderes. La única forma de que completes tu núcleo es tomar parte de mí...
Le miré seriamente, miré la taza en su mano y di media vuelta retirándome de aquella habitación. Por alguna razón, cada vez que le veía, sentía que estaba en una prisión junto a él, y una sensación asfixiante se instalaba en mi pecho.
Caminé lentamente por el pasillo buscando cualquier puerta en donde meterme, pero justo al tomar el pomo de la puerta, unos pasos muy familiares sonaron delante de mí. Levanté la mirada y frente a mí se encontraba él, sonriendo de esa extraña forma que hacía que un sudor frío recorriera mi espalda. Caminó lentamente hacia mí y se inclinó con cortesía saludando. —Alteza Fu, qué agradable coincidencia. Venía precisamente a discutir con usted un asunto que estoy seguro le interesará.
Llevé mi mano a la cabeza, frotándome la sien, y suspiré pesadamente mientras abría la puerta y le señalaba que entrara a la habitación. Sentí una suave risa y le miré de reojo, viendo su mirada ensombrecerse en disgusto ante lo dicho. —Veo que Su Alteza Fu Ming se tomó las molestias de estudiarme bien.
Sonreí socarronamente y le miré directo a los ojos, golpeteando los dedos en la pequeña mesa. Hice una señal con mi mano en dirección a la silla frente a mí para que se sentara, y aun con molestia, tomó la silla, sentándose tranquilamente y relajando sus facciones. —Espero que a nuestro Feng Xu no le moleste que me haya tomado tal osadía. Creo que es necesario conocer a quien le estoy confiando mi futuro.
Él sonrió y llevó su mano dentro de su túnica, sacando una pequeña esfera roja del porte de una castaña. La dejó en la mesa y posó un dedo sobre ella. —Jamás osaría. Su Alteza puede indagar tanto como quiera, pero creo que sería más fácil si me pregunta directamente.
No pude evitar soltar una pequeña risotada al escuchar aquellas palabras. Él levantó la mirada posando sus ojos en los míos y no dijo ni una sola palabra. Un cosquilleo en mi nuca fue suficiente para dejar la sala en silencio por unos segundos. Este hombre frente a mí, a la vista, es un erudito débil y delicado, pero esconde un poder que rara vez se descubre en el mundo, con un pasado tan oscuro que me estremece cada vez que me mira de esa forma. Dispersé mis pensamientos y miré la esfera en la mesa; él también la miraba fijamente mientras movía sus labios recitando algo entre susurros.
Esperé tranquilamente a que terminara lo que sea que estaba haciendo; por alguna razón, había deducido que aquella pequeña esfera rojiza tenía que ver con su visita. Él levantó la mirada a mí y sonrió, tomando la esfera y tendiéndola a mí. —Alteza, necesito que la coma.
Le miré frunciendo el entrecejo y totalmente reacio a obedecer tal petición, pero simplemente tomó mi mano y la posó en mi palma. —No es dañina. Su Alteza puede estar tranquilo. Si quisiera lastimarlo, no necesitaría un veneno. Esto le ayudará a completar su núcleo sin arriesgar su vida innecesariamente. ¿No es lo que ha estado intentando durante tanto tiempo?Miré mi mano y le miré a él con ira cuando sus palabras golpearon mi cabeza. ¿Cómo sabía este hombre que había estado intentando rehacer mi núcleo? El ser mestizo no tiene nada que ver con mi núcleo fallido, y el único que sabe de esto es Wun Zheon al sellar el pacto, pero no hay forma de que él se lo haya dicho, no cuando es quien menos confía en Feng Xu.
Le miré por unos segundos; si decía algo incorrecto y él empezaba a vernos como una amenaza o complicación, es muy probable que intente traicionarnos o eliminarnos, y ahora lo que menos necesitaba era un enemigo más. Tenía que mantener la relación con Feng Xu, aun si eso significaba fingir una amistad.
Le complacería tanto como quisiera y, una vez tuviese lo que necesitaba, me encargaría de eliminarle de todos los planos existentes. No dejaré a nadie que signifique un peligro para mi reinado. Llevé mi mano a mi boca metiendo la pequeña esfera. Estaba cálida y era suave, no tenía sabor alguno, pero podía sentir cómo se derretía en mi boca. La tragué fuertemente y, a pesar de su tamaño, no hubo mayor complicación; ni siquiera la sentí deslizarse por mi garganta. Feng Xu me miraba sonriendo, y aun cuando un pequeño atisbo de angustia recorría mi espina dorsal, todo fue eliminado cuando el calor abrumador de la energía recorriendo mi cuerpo me hizo retorcer.
Jamás había sentido tanto poder en mí. Sentía cómo mi núcleo se iba reforzando parte por parte; mi energía fluía por los meridianos, y la sangre caliente en mis venas quemaba mi piel. Miré las palmas de mis manos; mi energía corría tan fluidamente y con tanta fuerza que incluso salía de mi cuerpo sin control alguno. Las ondas vaporosas de mis manos eran solo una muestra de los hechos, y no pude evitar sonreír sorprendido ante mi nuevo ser. —E-esto...
Sentí cómo la silla frente a mí se deslizó con suavidad, y miré a Feng Xu levantarse con tranquilidad. —Ese es su poder real, Alteza Fu Ming. Pero temo opacar su felicidad y recordarle que, aun con su nivel completo, ni usted ni yo somos rivales para el Loto Blanco. Necesitamos recuperar rápidamente los poderes de su padre y hacer la unión para poder ganar realmente el trono que tanto ansía, Alteza.
No podía entender; no entendía cómo aquel ser tan frágil, aquel que durmió más de mil años, quien ha vivido toda su vida como un asqueroso humano, cómo él puede ser el ser más fuerte en la existencia. Quería reír; quería reír por la ironía de los sucesos. Durante toda mi vida solo pedí una cosa: ser aceptado realmente como hijo del gran jade. Pero lo único que recibí fue frialdad, desprecio y humillaciones. No tenía la culpa; era solo un niño y no entendía.
Solo quería el amor de aquel que todos decían que era mi padre, de aquel que sonreía cálidamente a todos los seres existentes. ¿Por qué a mí me despreciaba de tal forma? ¿Por qué me odiaba? ¿Realmente era el culpable? Si él solo me hubiera sonreído una vez, solo una, si él me habría mostrado un ápice de afecto durante los miles de años que viví a su lado, jamás habría pasado esto. Yo no quería poder; jamás quise poder. ¿Era tan difícil entenderme? ¿Era tan difícil sentir mi dolor? Negué lentamente hundiéndome en mis pensamientos. Hoy había reconstruido mi núcleo; después de tanto tiempo, había logrado obtener algo que anhelé toda mi vida, pero, por alguna razón, mi corazón seguía pesando fuertemente.
Mi pecho se oprimía ante la angustia de jamás sentirme lleno. Jamás estaría bien, porque aquel vil hombre había muerto sin mirarme a los ojos con cariño ni una sola vez desde que nací. Solo desprecio había en sus ojos, solo odio y rencor. Él era un monstruo, y yo...— Me convertí en lo mismo...
—Su Alteza Fu, ¿no está feliz con el resultado? ¿O tal vez fueron mis palabras?Miré en dirección a la voz, dándome cuenta de que aún no estaba solo. Endurecí la mirada y negué, agitando mi mano en el aire en señal de desinterés. —No es nada; lo siento. Solo me perdí en mis pensamientos.
Él sonrió de una forma complicada de entender y se encaminó lentamente hacia la puerta, la abrió, dio dos pasos hacia fuera y me miró antes de cerrarla. —Alteza, debería dejar ir aquellos monstruos que atormentan su paz. Es innecesario retener algo que no tiene solución.Le miré fijamente, aun cuando cerró la puerta, quedé estupefacto ante sus palabras. Un leve temor ante aquello se instaló en mi pecho; aquel hombre podía leerme completamente, cada una de sus miradas era como desnudar mi alma delante de sus ojos, como si no hubiera nada que pueda esconderle. Y aquello era totalmente perturbador.
Suspiré negando y llevé mis manos a mi cara, hundiéndome en la silla. Estaba cansado, totalmente agotado, y no podía dejar de replantearme si realmente esto es lo que quería. Llevé una de mis manos dentro de mis túnicas y saqué un pequeño jade en forma de loto. Aquel objeto tenía mil años, pero aún estaba intacto, tal como el día que el gran emperador jade se lo obsequió a su consorte como regalo de su primer mes de embarazo. —Pequeño Loto Blanco, ¿cómo habrían sido las cosas si tu padre no lo hubiese arruinado? ¿Me llamarías hermano? Tal vez estaríamos bebiendo vino caliente mientras discutimos qué dios es más estúpido... jamás lo sabremos, porque él jamás nos dio la oportunidad.
Caminé lentamente, abriendo la puerta. Miré por la ventana del pasillo y tendí la mano, sintiendo las gotas de la lluvia chocar contra mi piel. El destino era realmente irónico y cruel; no podía dejar de sentir que estaba en un juego sucio en el cual no tenía control. Durante toda la vida había perdido; cada intento fue fallido. Por alguna razón, era como si mi vida fuera una tragedia escrita, algo que tenía que pasar sin ser cambiado, y la felicidad no estaba en aquel tallado que el destino escribió.
—Vil y lamentable, pero aun así lo intentaré. Cambiaré completamente lo que el destino escribió para mí.
Cerré fuertemente mi puño y me encaminé a mi habitación. Tenía que prepararme y cultivarme lo mejor posible. Tenía que estar listo porque muy pronto llegaría el día de la gran guerra. Y cuando el día llegase, nada ni nadie podría detenerme de conseguir lo que quiero.