Sexto libro de la saga colores.
Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
15. La otra cara de la moneda
...CHESTER:...
No creía nada de lo que me estaba diciendo.
Sus confesiones no podían borrar esa imagen decaída y triste de mi mente, Tiffany no era como me estaba contando. Era cortante, era reservada, pero en ella podía notar que había algo que la atormentaba y cuando me hizo la confesión sobre que no era virgen, no pude ver ningún cambio en esa mirada opaca.
Estaba seguro de que ocultaba algo más y que me hallaba ante una completa mentirosa que solo me estaba viendo la cara de ingenuo. Sino tenía la confianza para decirme que era lo que tramaba, entonces yo no iba a permitir que me usara.
Odiaba tanto las mentiras y más viniendo de una persona a la que le tendí la mano, a la que le ofrecí una vida junto a mí.
Me estaba tratando como un crédulo y eso no iba a perdonarlo. Me dió un golpe bajo cuando me soltó sin mucho tapujo su supuesta historia de rebeldía en ese convento. Sentí una gran desilusión al ver una versión frívola de ella, sin vergüenza alguna de la mujer por la que tenía sentimientos.
No sabía quien era Tiffany, me hallaba ante una completa extraña y no iba a descansar hasta saber las razones de su comportamiento.
No veía a una mujer irresponsable y rebelde en lo poco que conocía de ella, pero todo se estaba distorsionando con aquella confesión y más con su actitud tan despreocupada al contarme.
Era una perfecta mentirosa.
Seguía asustada cuando la toqué, podía sentir la tensión en su cuerpo y eso no era de una mujer que se atreviera a manchar un hábito con sus actos pecaminosos.
Estaba muy enojado con ella y más con su negativa de no querer ser mi esposa.
Sospechaba que no había perdido su virtud por voluntad propia.
También consideraba que fuese verdad lo que me confesó, todos sus comportamientos encajaban con lo que dijo, cuando recordaba sus iniciativas al tocarme me inclinaba más por la monja rebelde que mancilló sus votos solo por un momento de pasión.
Me dolía pensar en que fuese cierto, porque me estaba decepcionando mucho.
De lo que si estaba seguro era de que ella estaba mintiendo en algo.
— Sino quieres que nos casemos — Gruñí contra su oído después de haberla hecho colapsar con mis caricias, sentí su respiración agitada cerca de mi rostro — Entonces no te importará que tengamos una aventura — Solo quería acorralarla a que me dijera la verdad — Hasta que nos hartemos uno del otro, cuando quieras marcharte no te detendré — Volví a tocar su cuerpo, está vez por debajo de su camisón, sintiendo su piel con posesión.
No hubo respuestas por unos minutos.
— Chester — Sentí su voz ahogada.
— Ya no tiene caso que finjas ser reservada y tampoco estar ofendida por mis atrevimientos — Susurré contra su boca, me percaté de que contuvo la respiración — Ya no se lo que eres, Tiffany, ni siquiera puedo fiarme de que te llames así... No me entristece en lo absoluto que no aceptes ser mi esposa, al fin y al cabo me habré librado de una impostora y mentirosa. Espero que te marches pronto y olvides que alguna vez nos cruzamos en nuestras vidas.
Me levanté de la cama y salí de la habitación.
...****************...
— Chester, al fin te encuentro — Dijo Leandro, yo estaba sentado a orillas de la cascada que estaba en su propiedad.
Estaba tan irritado y dolido que no me quedó otro lugar al que escapar que la hacienda de mi hermanastro.
Él se sorprendió al verme, pero no se atrevió a preguntar las razones. Estuve parte de la noche y el día ayudándolo en lo que pudiera.
Me perdí el resto de la tarde, con la mente aún revuelta por lo sucedido con Tiffany, esperaba que ya se hubiese marchado cuando volviera a casa.
— ¿Qué haces aquí tan pensativo? — Se sentó a mi lado, sobre una roca pequeña — ¿Sucedió algo con tu padre? ¿Con Sebastian?
— Tu deberías saber más de ellos que yo — Tiré una piedra al agua y rebotó varias veces.
— ¿Entonces ellos no son los causantes de que estés tan pesaroso?
Negué con la cabeza.
Me evaluó con curiosidad.
— ¿Es por esa señorita qué está en tu casa?
Cuadré mis hombros sin responder nada.
— Es ella — Afirmó, dándose cuenta — ¿Se pelearon?
— Puede que ya no este cuando vuelva, esa señorita es una mentirosa y no me apetece tratar con una persona falsa que no tiene la confianza para decirme que es lo que le sucede — Gruñí, muy disgustado.
— Mi prima tuvo una vida complicada, tienes que entender que no es fácil para ella... — Se calló en seco cuando fruncí el ceño.
— ¿De qué prima me hablas? — Siseé.
Abrió su boca — ¿Aún no te lo dice?
— ¿Quién? ¿Decirme qué?
Maldita sea, Leandro también era un mentiroso.
Se levantó y también hice lo mismo.
— Chester, lo siento pero no puedo...
Lo tomé del cuello se estremeció, asustado por mi arrebato. Lo sacudí, acercándolo a mí, encajé los ojos en los suyos.
— ¡Al parecer conoces a esa señorita y vas a contarme todo acerca de ella sino quieres perder los dientes! — Lo amenacé y elevó sus palmas — Esos no crecen de nuevo como los músculos.
— Está bien... Chester... Suéltame ya — Jadeó por la falta de aire.
Lo solté y cayó al suelo, empezó a toser.
— Deberías medir más la fuerza que aplicas, casi me arrancas la garganta — Se quejó, con la voz rasposa, tocándose el cuello — Eres un lunático.
— Soy más temperamental que Sebastian, así que no tengo la misma paciencia cuando alguien me saca de quicio o me ocultan algo. Recurro a los puños rápidamente.
— Tranquilo, cálmate — Gruñó, respirando agitado — Tiffany es mi prima.
Me estremecí — ¿Cómo es eso posible?
— Lady Tiffany Mercier — Dijo y mi mal humor aumentó — Es una Mercier, su padre es Lord Álvaro Mercier, mi tío, hermano de Lorenzo.
Apreté mis puños — ¿Así qué ustedes dos me han estado viendo la cara de estúpido?
¿Cómo no me di cuenta antes? Ellos dos eran muy parecidos y esa confianza que observé en ambos no podía tener otra explicación.
Una Mercier, una noble y fue tan descarada para mentirme a la cara, para inventar que era huérfana.
— Me sorprendí mucho cuando la encontré en tu casa, ella tampoco sabía que eras hermano de Sebastian, simplemente fue una gran casualidad — Confesó y apreté mi mandíbula — La pobre llevaba seis años encerrada en ese convento, desconocía todo lo que sucedió en la familia Mercier, me encargué de contarle, pues Tiffany no conseguía comprender mi presencia en tu propiedad.
Pudo haberme dicho cuando se encontró con Leandro, me dolía tanto que ella no lo hubiese hecho.
— ¿Por qué estaba recluida en ese convento?
— Sus padres lo creyeron necesario, la vida de los nobles es demasiado exigente y si hay comportamientos frecuentes que no están bien vistos en las señoritas entonces recurren a ese tipo de castigos — Volvió a levantarse, tragando con fuerza.
— ¿Castigos? ¿O sea que esa señorita era muy regalada?
— No lo diría de ese modo, ella solo era extrovertida, algo confiada y un poco imprudente, pero eso está mal visto en la aristocracia. Sus padres la internaron en ese lugar, planeaban dejar por un corto período, pero al parecer se les fueron las cuentas con los años porque pasaron seis y sus padres no volvieron a acordarse de ella.
Me quedé pensativo.
— ¿Alguna vez estuvo persiguiendo hombres? — Pregunté y se desconcertó por mi pregunta — Puede que hubiese pasado algo y esa fuera la razón por la que la mandaran al convento.Los nobles evitan los escándalos a toda costa, incluso toman medidas — Metí las manos en los bolsillos de mis pantalones.
— El único escándalo que estaba provocando Tiffany era el de su comportamiento impertinente. Nunca hubo alguna deshonra, solo fue presentada una vez en los bailes y eso bastó para que su madre la considerara una decepción. Estar en ese convento no es culpa de ella.
— Me dijo que estuvo con un fraile por voluntad propia y que huyó antes de que la descubrieran y la colgaran por eso.
— ¿Ella te dijo eso? — Arqueó las cejas.
— Por supuesto.
Resopló — Eso no es cierto.
— Dime la verdad, habla...
— No me corresponde, ella debe ser quien te lo diga.
— ¡Maldita sea! — Pateé una piedra — ¡Estoy harto de que me mientan y me oculten cosas!
— Es algo personal... Demasiado...
Me acerqué — ¿Abusaron de ella?
Mantuvo la boca cerrada.
— Le prometí que no diría nada — Concluyó y me alejé con ímpetu — ¡Solo puedo decir que necesita de alguien, mi prima ya sufrió demasiado para que te alejes tu también! — Alzó la voz.
...****************...
Volví a mi propiedad y al entrar con mi caballo me desconcerté ante la gente parada afuera de la puerta.
Salté de mi montura y todos se giraron hacia mí.
— ¿Es este el señor Chester? — Preguntó una mujer con pocas arrugas y rostro severo, tenía ropas finas y el cabello completamente platinado.
Observé a su lado, la monja que estaba castigando a las otras estaba con ella.
De hecho había dos carruajes detenidos junto a la casa.
— Así es, este hombre fue uno de los comerciantes que hicieron las entregas el día que su hija escapó del convento.
Oculté mi expresión ante la mirada juzgadora de la lady, a su lado estaba un hombre un poco mayor delgado y con el cabello entre tonos dorados y canas, también había otro hombre joven con los mismos rasgos que la señorita Tiffany y que Leandro.
Sabía que involucrarme con una noble me traería problemas, al parecer, los Clark estábamos destinados a caer en desgracias por culpa de mujeres de la nobleza de apellido Mercier.
— ¿Dónde rayos está mi hija? Maldito bastardo — Gruñó la dama, avanzando hacia mí.
— ¿Quiénes rayos son ustedes? ¿Qué les da derecho a venir hasta acá a insultarme? — Gruñí, sin sentirme intimidado ante ellos.
De hecho, los hombres perdieron el valor al ver mi altura y mi cuerpo musculoso.
— Disculpe, señor — El hombre mayor aclaró su garganta — Mi nombre es Álvaro Mercier, soy un Lord y está es mi familia, hemos venido desde lejos ante el aviso de la madre superiora, quien nos informó que nuestra hija escapó del convento en el que se hallaba — Tenía expresión atormentada — También nos informó que usted fue uno de los distribuidores que estuvieron ese día, repartiendo insumos.
— Así es, estuve ese día repartiendo mercancía en ese lugar — Me crucé de brazos.
— ¡Usted debió ocultarla en la carreta! — Acusó la monja, señalando hacia mí — ¡No debería ser parte de semejante acto de irresponsabilidad, huir de un convento es un delito grave, usted podría pagar consecuencias por encubrirla!
— ¿Cómo se atreve a acusarme sin pruebas? — Gruñí, muy enojado — ¡No tengo ni idea de lo que está diciendo, no oculté a ninguna monja en mi carreta!
— ¡No sé atreva a mentir! — Gritó la lady — ¡Ya hemos hablado con los otros dos comerciantes y han negado saber algo al respecto, usted debe ser quien la ocultó!
— ¡Alguno de ellos les mentiría! — Me encogí de hombros.
— Señor Chester, no le conviene en lo absoluto ponerse en mi contra, los lord e incluso la iglesia tiene más poder sobre usted — Dijo la maldita monja, con expresión suficiente — Si se le ocurre en lo más mínimo ponerse al tiro, lo lamentará.
Me reí a carcajadas.
— No conozco a esa monja y ni tengo idea de dónde está, pero con solo verla, me basta para saber que estará mejor lejos de su convento — Le lancé una mirada fulminante — Usted es una maldita víbora.
Alzó su mano para abofetearme y lo impedí, tomándola de la muñeca.
Se zafó, retrocediendo.
— ¡Desgraciado, irás al infierno a quemarte por tu ofensa!
— Si el paraíso está lleno de personas como usted, prefiero mil veces quemarme entre las llamas.
— Blasfemo — Siseó.
— Abra la puerta — Ordenó la lady con desdén, me observó como si fuese una cucaracha — Si tanto alega inocencia, entonces no le importará en lo más mínimo que registremos su casa — Elevó su barbilla.
Mierda. Recé para que Tiffany se hubiera marchado.
— Por supuesto que no me importa en lo más mínimo, registren todo lo que quieran.
Abrí la puerta y ondeé mi mano.
Las damas entraron primero y los hombres fueron los últimos, ambos me observaron con desconfianza.
Entré detrás, cruzando mis dedos detrás de mí, para que no encontraran a Tiffany.
es justo que trate de rehacer su vida y que mejor que con quién dejo una historia inconclusa.
lo que siente Chester es lógico para el su padre era su única familia y compañía se siente desplazado, pero era cuestión de comunicarse y aclarar sus sentimientos