Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capítulo 1
Hola a todos mis lectores, espero y les guste mi novela. No olviden seguirme, dejar sus comentarios: dejar un Me gusta, calificar mi novela y dejar sus regalos… Ya que a través de sus comentarios me animo a seguir escribiendo. Feliz día para todos mis seguidores.
Mi nombre es Carolina; estoy casada con Miguel; nos conocimos en la universidad, en medio de sus estudios y sueños de juventud. Yo estudiaba literatura, era apasionada y él estaba enfocado en derecho, decidido a ser abogado. Nos cruzamos en una cafetería del campus y comenzamos a hablar, descubriendo rápidamente que compartían intereses y una gran conexión.
Nuestra relación fue intensa y romántica, y pronto decidimos casarnos, convencidos de que compartíamos un amor para toda la vida. Miguel comenzó a trabajar en una prestigiosa firma de abogados; yo dejé mis estudios para dedicarme a cuidar de mi familia. Con el tiempo, esa chispa inicial se fue apagando, y mi matrimonio comenzó a depender más de la rutina y menos del cariño que nos había unido.
La alarma suena puntual, como cada día. Ella la apaga y se incorpora, todavía con los ojos entrecerrados. Su esposo sigue durmiendo, pero eso no le sorprende. Desde hace años, ella es la primera en levantarse, encargándose del desayuno y de despertar a su hija para que no llegue tarde a la escuela. Hoy no es la excepción.
En la cocina, empieza a preparar el desayuno, con los movimientos calculados de quien ha repetido la misma rutina miles de veces. Mientras el café gotea, ella toma un momento para mirar por la ventana, preguntándose en qué momento sus mañanas se volvieron tan predecibles.
Su hija aparece, medio dormida, y se sienta en la mesa. La madre la observa con una sonrisa, sintiendo que, al menos para ella, la vida sigue en movimiento. Le sirve el desayuno y ambas intercambian algunas palabras sobre el día que comienza.
—Buenos días —saluda Carolina, mientras coloca las tazas sobre la mesa.
—Buenos días, mamá —responde su hija—. Mamá, ¿podemos desayunar algo rápido? Tengo examen y… creo que me quedé dormida estudiando.
—Claro, amor, aquí tienes. Y tranquila, seguro te irá bien. ¿Te ayudo a repasar algo mientras comes?
—No, está bien, gracias. Ayer repasé todo. Bueno, más o menos…
Carolina sonríe mientras observa a su hija.
Su esposo aparece finalmente en la cocina, toma el café sin apenas mirarla, murmurando un "buenos días". La protagonista siente una punzada de tristeza, pero la ignora, como ha hecho tantas veces antes.
—Buenos días.—Sin mirarla, se sirve una taza de café y da un sorbo rápido.
—Buenos días… ¿Quieres que te prepare algo especial de desayuno?
—No, el café está bien, gracias. Voy un poco tarde —mirando su teléfono.
Carolina, ocultando su decepción, observa cómo él parece más atento al teléfono que a su familia.
— Mamá, ¿otra vez ese pan con aguacate? Creo que podríamos cambiar de chef…—con una sonrisa burlona hacia su madre, en un intento de aligerar el ambiente.
—Oh, claro, jovencita, ¿qué sugiere el paladar de la señorita? —riendo ligeramente.
Ambas ríen, y por un instante, ella siente que todo está en su lugar. Pero esa fugaz paz se desvanece cuando su esposo se levanta, con prisa, sin siquiera despedirse. Se va sin una mirada, cerrando la puerta detrás de él.
—Mamá, ¿estás bien?—mirándola con preocupación.
—Sí, mi amor. Anda, ve a prepararte, no querrás llegar tarde —ocultando sus emociones.
—Mamá, ¿hoy me puedes llevar tú al colegio?
—Por supuesto, hija. Salimos en diez minutos.
Carolina y su hija, Andrea, salieron juntas de la casa esa mañana. Mientras se acercaban al colegio, Andrea la miró con una sonrisa medio dormida.
—Mamá, ¿me recoges hoy o viene papá? —preguntó Andrea.
—Hoy voy yo, cariño. Papá dijo que tiene reuniones hasta tarde —respondió Carolina con una sonrisa tranquila.
Andrea hizo una mueca leve y miró por la ventana del auto.
—Como siempre… Bueno, al menos así podemos pasar un rato juntas —comentó Andrea en voz baja.
Carolina suspiró, intentando no darle importancia. Estacionó frente al colegio y le dio un beso en la frente a su hija.
—Que tengas un buen día, mi amor. Te veo en la tarde —dijo, sonriéndole.
—Gracias, mamá. Que tengas un buen día en la tienda —respondió Andrea antes de bajarse del auto.
Una vez que Andrea entró al colegio, Carolina se dirigió a su trabajo, con esa mezcla de sentimientos que se le acumulaban cada vez más.
Carolina llegó a la tienda justo a tiempo. Apenas cruzó la puerta, sus compañeras, Laura y Patricia, la recibieron con su habitual entusiasmo.
—¡Carolina! —saludó Laura mientras acomodaba unas prendas en un estante—. ¿Lista para otro día de locura?
—Hola, chicas —respondió Carolina, dejando su bolso en el área de descanso—. Listísima, como siempre.
Patricia se acercó con una sonrisa cómplice.
—Si no fuera por ti, esta tienda no sería lo mismo. Las clientas te buscan más a ti que a las ofertas.
Carolina se rió, sintiendo cómo el ambiente cálido de la tienda la ayudaba a despejar su mente.
—Es porque siempre les doy los mejores consejos —dijo con una sonrisa.
Laura la miró con curiosidad.
—¿Todo bien, Caro? Te ves un poco… no sé, ¿cansada?
Carolina suspiró, intentando restarle importancia.
—Nada fuera de lo común. La rutina de siempre.
Patricia se acercó y le dio un leve apretón en el brazo.
—Bueno, aquí al menos te desconectas de lo de afuera. ¿Lista para atender a las clientas? Hoy tenemos promoción y ya sabes cómo se pone.
—Más que lista —respondió Carolina, poniéndose el uniforme con decisión.
En el trabajo, al menos, todo parecía tener un orden. Era su refugio, un espacio donde las cosas siempre estaban bajo control.