El Rey Arturo y su hermana de sangre, Neferet, compartieron un amor prohibido que dio origen a dos gemelas. Para ocultar su romance ilícito y evitar el castigo de sus padres, idearon un plan desesperado: Neferet se llevó a una de las niñas, mientras Arturo confió la otra a una madre adoptiva, una princesa de un reino lejano. Dieciocho años después, las gemelas han crecido en mundos separados, ignorando la existencia de la otra. Pero cuando el destino las cruza, una cadena de secretos, mentiras y traiciones sale a la luz. En El Reino de los Engaños, nada es lo que parece...
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Capítulo 1
Rey Arturo
Me senté en la misma silla de siempre del comedor principal de la familia real. Observé todo lo que estaba en la mesa y solo pensé en servirme un poco de cada cosa hasta que la voz de mi hija me interrumpió:
—Padre, hay algo que he querido preguntarte desde hace un par de días atrás y no me he atrevido hasta ahora —captó mi atención para después sonreírme con dulzura. Mi preciosa hija Sade, era una joven muchacha de dieciocho años de edad que tenía los ojos cafés oscuros y el cabello completamente rubio, como el de su madre biológica. Sade era una de las gemelas que Neferet y yo trajimos al mundo hace una buena cantidad de tiempo.
Milos era un apuesto muchacho de cabellera rubia y ojos cafés. Él tenía una sonrisa maravillosa siempre a pesar de las dificultades y le encantaba pasear en caballo cada que podía o al menos una vez a la semana. El cabello de Ingrid era algo corto y de rizos dorados, sus ojos azules como el cielo y un rostro esculpido por los mismos ángeles.
—Dime, hija —Le respondí con dulzura. Me di cuenta que Milos, mi hijo de tan sólo quince años y mi esposa Ingrid comenzaban a poner atención en nuestra conversación.
—Debido a que ya he cumplido los dieciocho años hace más de un mes, exactamente el 28 de mayo, me gustaría empezar a pasear por el pueblo sola. En realidad necesito conocer el pueblo del que nos hacemos cargo.
Ingrid bajó la mirada como señal de nerviosismo y yo no supe que responder. Dejarla ir al pueblo sola, sería un gran peligro pues podría encontrarse con su hermana.
—Hija mía, no creo que sea correcto —suspiré— Eres bastante joven como para ir sola al pueblo que no conocemos en lo absoluto. Tal vez en un poco más de tiempo.
—Pero padre, ya soy capaz de cuidarme sola —enarcó una ceja con leve molestia—Además, Milos ya puede salir al pueblo y apenas cruza los quince años.
—Si en verdad deseas tanto ir al pueblo, entonces déjame pensarlo bien y en unos días te daré una respuesta definitiva —solté y me concentré en deleitarme con la apetitosa cena.
Poco más de una hora luego de la cena, todos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones. Yo ocupaba la habitación más grande del palacio junto con mi esposa, esta estaba llena por muebles carísimos y enormes que habían sido tallados especialmente para nosotros. Al estar solos decidí aprovechar para conversar con Ingrid:
—Éramos conscientes de que esto pasaría cualquier día —Me dijo mientras se sentaba en el filo de la cama— ¿Deberíamos dejarla ir?
—Si la dejamos ir al pueblo, puede encontrarse con su hermana o con su madre...
—Si no la dejamos ir, creerá que hay algo que le hemos estado ocultando—Ingrid tenía toda la razón— Para serte sincera, no creo que Neferet haya sido tan tonta como para no huir del reino y quedarse en el mismo.
— ¿Crees eso? Sé que Sade necesita distraerse un poco y que desea ir al pueblo desde hace mucho, pero te pido que entiendas mi temor ¿Qué le podría decir si se encuentra con alguien idéntico a ella?
—Te recuerdo que ambos hemos mentido, yo no soy su madre y he fingido serlo por demasiado tiempo. Milos ya ha ido en muchas ocasiones al pueblo y no ha visto nada ¿Por qué Sade lo haría?
—La dejaremos ir tranquila, sin embargo quiero que su hermano la acompañe por ser la primera vez.
Apenas nos callamos, una de las personas que trabajaba en el castillo entró a la habitación a dejarnos algo.
—Rey Arturo, le han enviado esta carta desde otro palacio. Han sido los reyes de un enorme reino muy lejano —Me entregó la carta y salió de la habitación como sin nada.
— ¿De qué reino vendrá esta carta? ¿Para qué crees que sea? —Ingrid me la arrebató de las manos— Si no la lees tú, lo haré yo porque me muero de la intriga.
—Déjame leerla primero, ya te la doy después —respondí quitándole la carta y empezando a abrirla. Al hacerlo, leí:
Estimado Rey Arturo,
Le saluda el rey Sebastian de Enchanted Forest. Le he escrito esta carta para que usted pueda venir a mi reino lo más pronto posible pues quiero presentarle a mi hijo James, quien me gustaría se convierta en el esposo de su hija.
Espero que se encuentre bien al igual que el resto de su familia. Los esperaremos en nuestro reino con los brazos abiertos.
Pensé por un momento y le di la carta a Ingrid para que ella pudiera verlo también. Quería un esposo para mi hija así que sin duda iríamos a ese reino a conocer a los reyes y su hijo.
—Tendremos que ir a verlos —Ingrid me sonrió y acarició su brazo— Sería una muy buena oportunidad para Sade.
—Si es así escribiré una carta diciendo que iremos dentro de poco.
—Preferiría que vinieran a nuestro reino. Ni siquiera sabemos en dónde queda el suyo, por lo que es mejor que nos visiten.
—Escribiré una carta invitándolos a venir para un buen banquete.
—Ya es hora de dormir, mañana tenemos muchas cosas que organizar pues en uno mes iremos a Land of Love, a celebrar el cumpleaños del rey William.
Asentí lentamente y me rescosté. Si aquel hijo del rey Sebastian me agradaba para mi hija, haría que se casen y que ella se fuese a ser princesa de Enchanted Foret. Eso me ayudaría a que nunca conozca que tiene una hermana gemela. Al día siguiente, me concentraba a prestar atención a los vestidos que habían diseñado para Sade.
—El dorado me gusta más que todos los otros, Sade —sonreí al verla tan linda con su cabellera rubia cayendo sobre su espalda— El dorado se te ve bellísimo.
—Gracias —sonrió con entusiasmo— En verdad quiero lucir elegante ese día pues vendrán muchos reyes y príncipes ¿Qué tal si uno de ellos se convierte en mi marido?
Suspiré y en mi mente repasé por un momento cuál era la manera correcta de decirle que un rey se interesó en ella como la futura esposa de su hijo. Ella al parecer se dio cuenta de mi actitud, soltó una risita y preguntó:
— ¿Qué te ha hecho pensar tanto como lo haces ahora mismo? ¿Fue algo de lo que dije? —frunció el ceño con leve molestia.
—No ha sido nada de lo que has dicho Sade, sólo me hiciste recordar que hay algo que necesitas saber.
—Cuéntame, padre.
—El rey Sebastian de Enchanted Forest quiere que conozcas a su hijo James, tiene esperanzas de que puedan contraer matrimonio. Vendrán al reino en unos días, por favor te pido que seas amable con ellos.
Su rostro era un enigma. No sabía si estaba feliz o sumamente enojada por la noticia que recibió segundos atrás. Suspiró con pesadez y se acercó a mí para susurrar en mi oído:
—Padre ¿Acaso pretendes que me case con alguien que ni siquiera tú mismo conoces? Sinceramente me parece que te has vuelto loco —soltó una risilla. Honestamente quisiera conocer a un buen príncipe en la celebración, respeta mi decisión.
—Sade...El príncipe James vendrá cuatro semanas antes de la celebración —le susurré de igual forma— Solo te pido que le des una sola oportunidad.
—No quiero casarme aún —Sus mejillas se tornaron rojas— Apenas cumplí dieciocho.
—Necesitas responder a tus deberes como princesa del reino.
— ¿Hablas de poner mis deberes como princesa del reino antes de mi verdadera felicidad? Lo siento, prefiero ser feliz a vivir una mentira y fingir amar a quién no amo.
El ambiente se tornó incómodo de inmediato y Milos entró a la enorme habitación con una agradable sonrisa:
—Hermanita ¿Deseas ir conmigo a pasear por el bosque? —besó la mejilla de su hermana como acostumbraba hacerlo y ella sonrió al instante— Quiero que vengas conmigo.
—Padre ¿Puedo ir con Milos?
—Claro que sí, pero recuerden no cruzar hacia el pueblo. Pronto serán las tres así que espero verlos aquí antes de las seis.
—Sabes que respetamos tus reglas, padre —Milos rió— Sade, apresúrate cambiando tu vestido.
Sade salió corriendo a cambiarse y reí. Volteé mi mirada hacia Milos y me hice un ademán con las manos para que se acercara a mí.
— ¿Sí, padre?
—Recuerda no dejar que Sade se acerque al pueblo ni un poco...
—Ya sé que no debo dejar que se acerque, sólo que no entiendo el por qué hacerlo.
—No necesitas saberlo —Respondí.
Observé como mis hijos iban al bosque desde una de las torres más altas de nuestro castillo. Sonreí y alguien tocó mi hombro.
—Señor, ya ha llegado una carta de la señora— Uno de los señores del castillo me comunicó.
—Te doy las gracias, ahora déjame solo por favor —Le ordené y salió de la torre.
La señora a la que se refería era a Neferet, la mujer a la que amo hasta hoy en día. Continúabamos manteniendo comunicación a través de cartas, de las cuales nadie más que nosotros conocía. Si alguien se enterara de esto, significaría un gran peligro para ambos.
A veces, si no somos lo suficiente valientes para enfrentar la cruda verdad, nos es mejor callar.