Jesica, es una chica de una familia media, cuando su madre enferma se ve obligada a comenzar con un trabajo como novia por contrato donde conocerá a Max quien la llevará a un mundo de mentiras y dolor
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engañó
Las horas transcurrían en la universidad, y como ya había sido una costumbre entre Jessica y Franco, él no le prestaba atención en absoluto. Mientras ella se encontraba preocupada y angustiada, él optaba por disfrutar de su tiempo con sus amigos, riendo y jugando, sin preocuparse por su situación. A pesar de que Jessica le enviaba mensajes, en los que se disculpaba y expresaba su deseo de hablar con él, Franco la ignoraba por completo, como si sus palabras no tuvieran ningún peso o importancia para él.
Jessica, deja de pensar en Franco; él se fue hace un buen rato con sus amigos y seguramente irá a la fiesta de esta noche. Deberíamos salir a distraernos un poco, y allí tendrás la oportunidad de hablar con él. Paola decía esto mientras subía al auto con entusiasmo.
¿Crees que realmente vaya? le pregunté, sintiéndome un poco indecisa.
Por supuesto, él nunca se pierde ninguna fiesta y tú lo sabes. Además, tú también necesitas salir un poco; durante toda la universidad no has ido a ninguna fiesta, y esta es la última, así que vamos a ir, me respondió Paola con determinación.
Está bien, iré a casa. Me voy a apurar a ayudar en mis deberes y a terminar algunas tareas que tengo pendientes. Más tarde, puedes pasar a recogerme, respondí con un tono nervioso, ya que nunca antes había asistido a una de esas fiestas tan alocadas de los que todos hablaban.
Al llegar a casa, me encontré con mi abuela Carmen y mi abuelo, quienes estaban ocupados en la cocina, ayudando a preparar la comida.
—¡Hola a todos! —exclamé alegremente mientras dejaba mi mochila en un rincón y me ponía un mandil. Me acerqué a mis abuelitos, les di un beso cariñoso en la frente y tomé un par de guantes para sacar el espagueti del horno, que ya comenzaba a sonar, indicándome que estaba listo.
—Hola, cariño, ¿cómo te fue en el día? —me preguntó mi abuela Carmen, acompañando su saludo con una sonrisa cálida.
—Muy bien, abue. Solo me queda hacer un par de trabajos para mi proyecto, y ya estoy a un paso de graduarme —respondí, sonriendo mientras inhalaba el delicioso aroma del espagueti que llenaba la cocina.
¡Qué bien, cariño! Me alegra mucho. Dijo mi abuelo, con una sonrisa en el rostro.
Hoy, mi amiga Paola me ha invitado a una fiesta y me encantaría ir, pero no quiero dejarlos solos, especialmente porque mamá tendrá que doblar turno hoy. Expresé mi inquietud, sintiéndome un poco desanimada.
Tranquila, ve. Nunca sales y no te preocupes, nosotros estaremos bien, respondió mi abuela, tratando de animarme.
Más tarde, compartimos la cena todos juntos. Después, ayudé a mi hermano con su tarea, además de adelantar un poco la mía y ponerme al día con la ropa que tenía que lavar. Cuando la noche llegó, decidí darme un baño para refrescarme y elegí un vestido rosa que me quedaba justo por encima de la rodilla y dejé mi cabello suelto.
Enseguida Paola paso por mi y fuimos directamente ala casa lujosa dónde se estaba dando la fiesta.
Wuaw ¡Este lugar es realmente enorme y lujoso!, exclamé con asombro.
Vamos, entremos y disfrutemos de una bebida, aquí todo es gratis, respondió Paola mientras saludaba a todos con una sonrisa. Era imposible no notar su belleza, y al llevar una minifalda, llamaba aún más la atención de los chicos.
Mientras avanzaba con pasos nerviosos, noté que varios chicos fijaban su mirada en mí. Su atención me hizo sentir un ligero cosquilleo de ansiedad. En ese momento, Paola se acercó y me ofreció un trago de su bebida. Al tomarlo, una intensa sensación de ardor recorrió mi garganta, como si el líquido caliente hubiera encendido una chispa de incomodidad en mi interior.
Mientras caminaba por el lugar en compañía de Paola, de repente, mis ojos se posaron en la piscina y allí estaban Franco y Matilde, besándose de manera apasionada en el agua.
Con el corazón latiendo con tanta fuerza que parecía que podía reventar, avancé hacia ellos, sintiendo una opresión en el pecho que me ahogaba con cada paso. El dolor se intensificaba, y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas a medida que me acercaba a esa escena que me rompía el alma.
Franco.!_dije a penas con fuerzas.!
El me miró y se separó de Matilde quien me miraba con una sonrisa burlona.
Jessica, mi amor.!_ dijo franco queriendo salir de la piscina.
No pude soportarlo más, así que salí corriendo de la fiesta, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a brotar de mis ojos.
—¡Jessica, ¿estás bien?! —dijo Paola, visiblemente preocupada, con el ceño fruncido y el rostro lleno de inquietud.
Mi corazón latía desbocado mientras escuchaba la voz de Franco acercándose a mí, empapado y tratando de explicarse.
—Mi amor, déjame explicarte… —dijo, mientras se acercaba con una mirada suplicante.
—¡Eres lo peor! ¡Mentiroso! ¡No quiero volver a verte jamás! —grité, desbordada por la rabia y entre sollozos.
Franco, mostrando su frustración, replicó con voz levantada:
—¿Qué querías que hiciera? Tú eres una santurona que no se deja besar. ¡Y ni siquiera hemos tenido sexo!
—¡Eres un imbécil! —intervino Paola, empujándolo con fuerza, defendiendo mi indignación.
—¡Locas! Y tú Jessica vendrás a mi a rogarme de rodillas a que vuelva contigo ya lo verás —respondió Franco, visiblemente enfadado, mientras se daba la vuelta y entraba a la casa, dejando tras de sí un ambiente tenso y cargado de emociones.
subí al auto llorando me dolía el pecho.
Es un imbécil.!_ dijo Paola alejándonos del lugar.