Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.
Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.
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Capitulo 2
El paseo por el pueblo fue, para decirlo de alguna manera, más tedioso de lo que había anticipado. La hija del alcalde, Clara, era tan "rosa" como su propio nombre sugería: toda vestida con tonos pasteles, maquillaje impecable, y hablando sin cesar de los últimos eventos sociales y modas del lugar. Su risa era melódica, pero sonaba vacía, y cada palabra que pronunciaba parecía pensada para impresionar, no para conectar realmente.
Estaba claro que esperaba que yo le prestara atención, y de alguna forma, me veía obligado a seguirle la corriente. Sin embargo, mi mente no dejaba de vagar, sobre todo cuando llegamos a la zona montañosa del barrio, donde el paisaje se volvía abrupto y rocoso. Mientras Clara continuaba hablando de la última fiesta a la que asistió, mi mirada se desvió hacia algo que captó mi atención de inmediato.
Allí, entre las rocas filosas, estaba Margareth . Vestía un sencillo vestido celeste, el mismo color que el lazo que llevaba en su largo cabello rosa. Tenía la canasta en las manos, recolectando flores con una delicadeza que no encajaba con el entorno áspero en el que se encontraba. Ella se movía como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor, absorbida por algo que no podía comprender del todo.
Clara, evidentemente, notó mi distracción y siguió mi mirada. Con una sonrisa que no tenía nada de sincera, se acercó a Sophia sin vacilar.
—¿Qué haces aquí, Margareth ? —preguntó Clara, con una leve mueca de desdén al ver las rocas afiladas que rodeaban el lugar.
Ella levantó la vista, sorprendida al principio, pero rápidamente sacudió su vestido celeste con gracia, como si hubiera estado haciendo algo mucho más importante que lo que Clara podría entender.
—Estoy recogiendo flores para llevarle a mi madre —respondió, su voz suave, pero llena de una tristeza que nunca antes había percibido en ella. Luego, añadió con una calma que parecía inquebrantable—: Hoy se cumplen seis años desde su muerte. Los geranios blancos no crecen cerca de mi casa, pero entre las rocas es donde crecen más hermosos.
Sus palabras flotaron en el aire por un instante, y Clara, como si no supiera cómo reaccionar ante la seriedad de lo que acababa de escuchar, simplemente se quedó en silencio. Yo, sin embargo, me sentí como si hubiera sido golpeado por una ráfaga de viento frío.
Los geranios blancos. Las rocas. La madre que había perdido. Todo esto, tan sencillo, pero tan profundo, me dejó pensando Margareth no era solo la chica alegre que reparte mermelada por el barrio. Había algo más en ella, algo que no se veía a simple vista. Algo que yo, por más que intentara, no podía comprender completamente.
Clara, por su parte, parecía más interesada en las flores que en las palabras de Margareth. Le dirigió una sonrisa forzada y se alejó, dejándonos a solas en el silencio de las rocas.
En ese momento, observando cómo volvía a concentrarse en su tarea, su figura pequeña entre las rocas, algo cambió en mí. Ya no la veía solo como una chica con un canasta de mermeladas. Ahora era algo más. Algo que me intrigaba, y de una forma que no estaba preparado para entender.
La caminata no era menos aburrida que antes. Clara seguía hablando de sus amigas, de las fiestas que había asistido, y de los nuevos vestidos que había adquirido. Pero mi mente estaba, de nuevo, en otro lugar. Y aunque trataba de prestar atención, algo en el aire parecía pedirme que dejara de escuchar a Clara y me concentrara en los pequeños detalles a mi alrededor.
Fue entonces cuando escuchamos el sonido de un caballo galopando a lo lejos. Me volví, apenas curioso, y vi a Mike, el hijo del carpintero, acercándose a toda velocidad. Tenía una presencia diferente, algo que me parecía genuino y sin adornos. Su caballo tropezó un poco con las piedras del camino, y, por un segundo, el polvo se levantó con fuerza, cubriendo el vestido de Clara.
Ella, obviamente, no lo dejó pasar. Se detuvo en seco, con una expresión de desdén que hizo que incluso el aire se volviera más denso.
—¡Mike, ten más cuidado! ¡Me has arruinado el vestido! —dijo Clara, con una mezcla de incredulidad y molestia.
Mike se detuvo, y el caballo también, moviéndose con la misma naturalidad con la que había llegado. Se disculpó de inmediato, su tono genuino, casi arrepentido.
—Lo siento mucho, señorita Clara. No fue mi intención —dijo, y luego se volvió hacia mí, haciendo una pequeña reverencia, como si fuera lo más natural del mundo—. Buenas tardes, Arthur.
Clara pareció no notar mi respuesta, ya que su atención se centró en el polvo que cubría su vestido. Mientras tanto, me di cuenta de que alguien más se acercaba.
Era Margareth. Estaba caminando con su canasta, esta vez con un lazo celeste más grande que el anterior, que se movía suavemente con el viento. Al verla, su presencia pareció iluminar todo a su alrededor.
—¡Mike! Milagro que te vea —dijo Margareth con su risa ligera, la misma que me había dejado cautivado antes. Ella se acercó a él con una sonrisa juguetona—. Oye, ¿me llevarías al panteón? Tengo que hacer algo por allá.
Mike la miró y asintió con una sonrisa sincera, como si no pudiera negarse a su petición.
—No hay problema. Justo estaba buscando un geranio por esa zona.
Ella, por su parte, no perdió la oportunidad de dirigirnos una mirada y una disculpa.
—Perdón, Clara . Señor O'Connor —dijo, sonriendo con amabilidad—. Parece que el polvo ha sido un accidente. Lo único que tengo para repararlo son unas flores. Espero que las acepten.
Y con un movimiento ágil, sacó algunas flores de su canasta, ofreciéndolas con la gracia que solo ella poseía. Clara, sin mucho entusiasmo, aceptó las flores, pero no hizo comentario alguno.
Luego, Margaret se volvió hacia Mike, quien ya había bajado del caballo para ayudarla a subir. Ella lo miró agradecida.
—Gracias, Mike. —Y con un movimiento suave, se subió al caballo, dejando que él la ayudara a acomodarse correctamente.
Mientras los veía alejarse, noté que Clara no parecía tan molesta, aunque su expresión seguía siendo algo dura. Yo, por otro lado, no podía dejar de pensar en la imagen de Margareth montando a caballo, tan natural, tan libre. Era como si todo a su alrededor se desvaneciera cuando ella estaba presente.
Me volví hacia Clara, que miraba la escena en silencio.
—Parece que tienen una relación cercana —comenté, tratando de romper el silencio.
Clara solo asintió, pero no dijo nada más, perdiéndose nuevamente en sus pensamientos.
Pero yo no podía dejar de pensar en el brillo en los ojos de Margareth, en su risa, en su forma de moverse, como si todo fuera parte de un mundo diferente, más simple y, en cierto modo, más auténtico. Y en ese instante, algo cambió en mí. Una chispa, una curiosidad. Ya no quería solo ver su mundo desde afuera. Quería entenderlo.
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solo falta el Bb y será el complemento perfecto a su hermoso nuevo comienzo...
🌹❤️🩹
una sublime primera entrega...
❤️🔥🔥💋🥰
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