Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 2: Bajo Su Sombra
La mañana siguiente comenzó como cualquier otra para Elena Carter. Su rutina siempre incluía un café negro bien cargado, revisar los informes del día y dirigir las reuniones con su equipo. Sin embargo, hoy, mientras revisaba su agenda en la sala de conferencias de Carter Innovations, su mente no dejaba de volver al encuentro con Damian Moretti.
Había algo perturbador en la forma en que él la había mirado, como si ya la hubiera marcado como suya. Aunque quería desestimar el incidente como un simple encuentro de negocios, sabía que no sería tan fácil. Damian no era un hombre que aceptara un "no", y esa certeza comenzaba a inquietarla.
—Elena, ¿todo bien? —preguntó su asistente personal, Sophie, una joven inteligente y perspicaz que había trabajado con Elena desde los inicios de la empresa.
—Sí, solo estoy repasando unas ideas. —Elena cerró su portátil y se levantó. —¿Qué tenemos para hoy?
—Dos reuniones importantes, y el equipo de marketing quiere discutir el lanzamiento de la nueva línea de software. También, alguien envió esto para ti. —Sophie extendió un elegante sobre negro con un sello dorado.
Elena lo tomó con cautela. El sobre era de alta calidad, y el sello tenía grabada una inicial que la hizo tensarse: una "M".
—¿Quién lo trajo? —preguntó, intentando mantener la calma.
—Un mensajero. Dijo que era urgente.
Elena agradeció a Sophie y se dirigió a su oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Rasgó el sobre con cuidado y sacó una tarjeta que olía levemente a sándalo.
"No me gusta esperar. Cena conmigo esta noche. La dirección está al dorso. -D.M."
Elena sintió una mezcla de irritación y nerviosismo. Damian Moretti no solo era audaz, sino que también parecía decidido a insertarse en su vida sin pedir permiso. Dejó la tarjeta sobre su escritorio y respiró hondo. No tenía intención de caer en sus juegos. Sin embargo, la curiosidad se arrastraba en su mente como una sombra.
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Esa noche, Elena se encontraba en su apartamento, tratando de concentrarse en los documentos de la empresa, pero cada vez que levantaba la vista, veía la tarjeta negra sobre la mesa. Finalmente, dejó los papeles a un lado con un suspiro frustrado.
—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó en voz baja.
En contra de su mejor juicio, se puso de pie, se cambió de ropa y salió de su departamento. Sabía que era una mala idea, pero también sabía que la incertidumbre la carcomería si no acudía.
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El restaurante estaba en un rascacielos con vistas espectaculares de la ciudad. Un anfitrión la guió hasta una terraza privada donde Damian la esperaba. El hombre era la personificación de la confianza. Vestido de negro, con una copa de vino en la mano, se levantó al verla llegar, sus ojos grises brillando con satisfacción.
—Sabía que vendrías.
—No estoy aquí por usted —respondió Elena con frialdad mientras tomaba asiento. —Estoy aquí porque quiero dejar algo claro.
Damian inclinó la cabeza, divertido.
—Por supuesto.
—No puede intentar controlar mi tiempo ni mi atención. No soy alguien que se deje manejar.
Damian dejó la copa sobre la mesa, su sonrisa aún presente, pero su mirada se endureció.
—Elena, no suelo repetir esto, pero voy a hacerlo por usted. Cuando quiero algo, lo consigo. Y no porque controle a las personas, sino porque les ofrezco algo que nadie más puede darles.
—¿Y qué podría ofrecerme usted que yo no pueda conseguir sola? —preguntó, cruzando los brazos.
Damian se inclinó hacia adelante, reduciendo la distancia entre ellos.
—Protección. Oportunidades. Y una pasión que jamás ha experimentado.
Elena sintió que el aire a su alrededor se volvía más denso. No podía negar la atracción que sentía por él, pero no estaba dispuesta a ceder.
—No necesito que nadie me proteja. Y si cree que sus insinuaciones pueden intimidarme, está equivocado.
Damian sonrió, esta vez con un toque de admiración.
—Sabía que era especial, pero me sigue sorprendiendo. Me gusta su carácter, Elena. Me gusta que no tenga miedo de enfrentarse a mí. Pero también sé que no soy el único que siente esto. Hay algo aquí... —Se llevó una mano al pecho—, algo que usted no puede ignorar.
Elena lo miró fijamente, desafiándolo con su silencio. La tensión entre ambos era palpable, como una cuerda tensada al máximo. Finalmente, fue Damian quien rompió el momento.
—Cenemos. No vine aquí para discutir, sino para disfrutar de su compañía.
Elena suspiró y tomó el menú, aunque no estaba segura de si podría comer con el peso de su mirada fija en ella.
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La cena transcurrió entre conversaciones tensas y sutiles coqueteos. A pesar de sus intentos por mantenerse distante, Elena no pudo evitar sentirse atraída por la intensidad de Damian. Cuando terminaron, él se levantó y le ofreció la mano.
—Déjeme llevarla a casa.
—No es necesario, tengo mi propio transporte.
Damian no retrocedió. En cambio, tomó suavemente su muñeca, lo suficiente para que ella lo mirara directamente a los ojos.
—Elena, sé que no confía en mí. Pero con el tiempo, verá que no soy su enemigo.
—Eso está por verse —respondió ella, retirando su mano con delicadeza.
Mientras se alejaba, sintió su mirada siguiéndola, como si no pudiera escapar de su presencia. Subió a su coche, pero su mente estaba en otro lugar. Por más que lo intentara, no podía borrar a Damian Moretti de sus pensamientos.
...
Mucho e'xito.