Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 18
Maggie se acercó a su hermana y la miró a los ojos.
—¿Por qué fingiste no conocerlo? —le preguntó a Marie y ella solo volvió a acostarse despacio y cerró los ojos para evitar que salieran sus lágrimas.
—No quiero tener nada que ver con esa familia. Por ahora solo quiero recuperarme y comenzar una nueva vida lejos de aquí.
—¿Te irás? —le preguntó Maggie con un nudo en la garganta. Ella no sabría cómo explicarle a su hermana que no estaba dispuesta a separarse de su pequeño koala.
Marie asintió con la cabeza y sus lágrimas comenzaron a salir a cantaros de sus ojos.
—Esa familia solo ha traído desgracias a mi vida. Voy a arrancarme este maldito amor que al parecer sobrevivió todo este tiempo y voy a desaparecer con mi hijo.
Maggie quería que la tierra se la tragara. No sabía cómo decirle a su hermana que en este momento su pequeño estaba compartiendo con esa familia de la cual ella hablaba con tanto rencor.
—Está bien Marie. Cuenta conmigo. Termina de recuperarte y nos iremos lejos los cuatro. Porque no pienses que me voy a separar de mi pequeño koala.
Marie abrió la boca por la sorpresa y entrecerró los ojos.
—¿Dejarías todo por mi bebé?
Maggie soltó una sonora carcajada.
—Daría mi vida por mi pequeño sin dudarlo ni un segundo. Espera que lo conozcas. Lo vas a amar de inmediato.
Marie sintió un vacío en su corazón y miles de preguntas llegaron a su cabeza. ¿Y si su pequeño no la quería? ¿Si quería más a su tía? Marie comenzó a apretar sus puños entre sí y Maggie la abrazó.
—No seas tonta. Tu pequeño va a amarte. Es un niño muy hermoso y tierno. Además, él sabe que no soy su mamá. Me dice Titi. Tu lugar jamás lo voy a ocupar yo. Ahora con Male si es otra historia, ella cree que es un pequeño que me regaló una amiga que no lo quería.
Marie besó la frente de su hermana y la abrazó de nuevo.
—Gracias, Marie. Eres un ángel.
El sonido de la puerta al abrirse volvió a interrumpir a las hermanas, pero ahora fue el doctor quien entró.
—Buenos días. Al parecer ya se pusieron al corriente, pero la paciente debe descansar. Mañana le haremos unos ejercicios de rutina y vendrá la fisioterapeuta para comenzar con las terapias.
Marie evitaba ver a Hans al rostro. Tenía miedo de que él la reconociera o, peor aún, la recordara. Maggie sintió la tensión de su hermana a través de la presión que ejerció en su mano y se acercó al doctor, para desviar su atención.
—Doctor. ¿Cuándo mi hermana puede salir de aquí? —le preguntó Maggie y Hans le sonrió.
—¿Tan mal, la hemos tratado? Pues lo siento, pero debemos esperar un poco más. De aquí no sale hasta que esté totalmente recuperada. No podemos arriesgarnos a manchar la reputación de nuestra clínica. Ja, ja, ja.
Maggie le sonrió y Hans se acercó a Marie.
—Yo me siento muy bien. Solo quiero ir a mi casa y ver a mi familia.
Maggie entendió perfectamente cómo se sentía su hermana, pero Hans tenía razón. No podían arriesgarse a que Marie tuviese una recaída. Entonces se giró hacia ella y la tomó de las manos.
—Tranquila Marie. Mañana traeré a nuestra madre y a tu hijo. Así ellos te visitarán todos los días hasta que te den de alta.
Marie aplaudió con algo de esfuerzo.
—Bueno, ya está bien por hoy. La paciente debe descansar. —le dijo Hans a Maggie señalando hacia la puerta.
Maggie asintió y se dispuso a caminar detrás de él hasta que Marie le susurró.
—Maggie, mañana no. Dame unos días para recuperarme. Primero, tráeme una estilista para que me arregle, no quiero que me vean así y déjame comer mucho para ganar algo de peso y tomar algo de sol. No quiero que mi pequeño se asuste al verme.
Maggie no pudo evitar sonreír y se devolvió para besar la frente de su hermana.
—Estás muy hermosa, pero tienes razón. Voy a darte una semana. Así voy preparando a Magdalena, que de seguro va a darme hasta con el palo de la escoba.
Los tres comenzaron a reír y al fin dejaron a Marie sola.
Ella cerró los ojos y recordó la última vez que estuvo entre los brazos de su amado.
—Te amo —le susurró al oído al sentir la calidez de su semilla dentro de ella y el hombre, entre jadeos, salió de ella y se alejó con una mirada de desprecio en sus ojos.
—No, muñeca no te confundas. Esto es solo sexo —le dijo en un tono cortante mientras subía sus pantalones. Dejándola desnuda sobre el escritorio.
—Eres un maldito desgraciado. —le gritó Marie, levantándose para comenzar a vestirse entre lágrimas.
—No, no. Muñeca sin insultos. Fuiste tú quien entró aquí y se desnudó. Yo solo te cumplí como el hombre que soy, pero no sé ni siquiera tu nombre y ahora que sé que estás loca tampoco me importa. Mejor entra al baño, vístete y cálmate un poco. Soy un caballero y no quiero ser grosero contigo.
Marie abrió los ojos y regresó al presente.
—Fui una estúpida. Me enamoré sola. Él tuvo mucha razón. Ni siquiera me conocía, pero eso no me salvó de la ira de su prometida. Nunca más volvieron a contratarme como modelo por órdenes de Genoveva Santibáñez. Maldita bruja. Nunca pondrás las manos sobre mi hijo. Romperé tu récord. Será tu nieto no reconocido.
Marie, con esos pensamientos, se quedó dormida. Mientras tanto, Maggie caminaba sin rumbo por el pasillo.
—Hey, hey. ¡Esposa mía! —le gritó Santiago Jr. casi corriendo detrás de ella.
Maggie se giró y lo abrazó.
—Debemos divorciarnos, Santiago Jr. Si mi hermana se entera de que nos casamos, es capaz de regresar al coma.
Santiago Jr. negó con la cabeza y tomó a su esposa por los hombros para verla a los ojos.
—¿Qué tiene que ver tu hermana con nuestro matrimonio?