Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Intento de Entrenamiento (Fracaso Total)
El patio de entrenamiento se sumió en un silencio absoluto cuando los soldados vieron a su nueva princesa heredera caminando con confianza hacia el centro.
Aranza sonrió con arrogancia.
—¡Muy bien, caballeros! ¿Quién quiere entrenar conmigo?
El silencio se volvió aún más incómodo.
Algunos soldados apenas lograron contener la risa.
Otros intercambiaron miradas, preguntándose si se trataba de una broma.
Finalmente, uno de los entrenadores, un hombre alto con barba y una mirada dura, se adelantó con expresión incrédula.
—Alteza… ¿está bromeando?
Aranza apoyó las manos en la cintura.
—¿Acaso parezco alguien que bromea?
El hombre la observó un instante antes de responder con absoluta seriedad:
—Sí.
Aranza chasqueó la lengua con fastidio.
—Pues no lo hago. Quiero entrenar.
El entrenador suspiró y recorrió con la mirada a los soldados.
—Está bien. ¿Quién quiere enfrentarse a Su Alteza?
Hubo un breve momento de duda hasta que un joven soldado, claramente sin miedo a las consecuencias, dio un paso al frente con una sonrisa confiada.
—Yo lo haré.
Aranza tomó una espada de práctica y la levantó con orgullo.
—¡Vamos, cobarde! ¡Dame tu mejor golpe!
El soldado parpadeó, inseguro.
—Alteza, no creo que sea buena idea…
—¡Ataca! —exigió ella con determinación.
El soldado dudó un instante… y luego lanzó un ataque suave, más bien una prueba para medir la situación.
Aranza intentó bloquearlo.
Falló.
La espada del soldado golpeó la suya con facilidad, y la fuerza del impacto la hizo perder el equilibrio.
—¡AAAAAH!
Cayó de espaldas con todo el peso de su dignidad, como un costal de papas.
Los soldados soltaron risitas contenidas.
Emilia, horrorizada, se cubrió el rostro con ambas manos.
El entrenador dejó escapar un largo suspiro.
Aranza, todavía en el suelo, miró el cielo con indignación.
—Maldición… Esto parecía mucho más fácil en las novelas.
Justo cuando estaba considerando quedarse en el suelo y fingir su muerte para evitar más humillaciones, una voz profunda resonó en el patio.
—¿Qué está pasando aquí?
El aire pareció volverse más denso.
Los soldados se tensaron de inmediato, enderezando sus posturas como si sus vidas dependieran de ello.
Aranza sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Giró la cabeza lentamente… y allí estaba.
Su alteza, el príncipe Cassius Darkmoor.
Alto, imponente y con una expresión de puro desdén, como si su mera presencia bastara para recordarle a todos lo insignificantes que eran.
Los soldados inclinaron la cabeza en señal de respeto.
—Su alteza.
Cassius evaluó la escena con una mirada severa.
Su esposa, tirada en el suelo, con una espada de práctica abandonada a su lado, mientras los soldados intentaban —sin mucho éxito— contener la risa.
Suspiró con cansancio.
—¿Puedo preguntar qué demonios está haciendo mi esposa en el suelo del campo de entrenamiento?
Aranza se incorporó de inmediato y sacudió la falda con dignidad.
—Nada, absolutamente nada. Solo… tropecé.
Cassius arqueó una ceja.
—¿Tropezaste?
—Sí —respondió con firmeza, como si fuera lo más obvio del mundo—. Pero eso no tiene nada que ver con mi talento natural para la lucha.
El entrenador, que hasta ese momento había intentado mantenerse al margen, carraspeó.
—Con el debido respeto, su alteza, duró cinco segundos.
El silencio en el patio fue sepulcral.
Aranza lo fulminó con la mirada, ofendida.
—¡Mentira! ¡Fue mucho más! ¡Además, él me atacó cuando no estaba lista!
Cassius dejó escapar una risa baja y sin humor.
—¿Tuvo la osadía de atacarte… en un entrenamiento? Qué escándalo.
Los soldados hicieron un esfuerzo sobrehumano por no reír.
Aranza alzó la barbilla con altivez.
—Si me hubieran dado una oportunidad justa, habría ganado.
Cassius se cruzó de brazos, con la misma paciencia que tendría un lobo observando a una liebre que cree que puede intimidarlo.
—Dime, ¿de verdad crees que puedes aprender a pelear?
—Por supuesto. No es tan difícil. Solo necesito la instrucción adecuada.
Cassius la miró con algo que parecía una mezcla de diversión y lástima.
—Si realmente quieres entrenar, lo harás bajo mis condiciones.
Aranza sintió una chispa de emoción encenderse en su interior.
—¿Condiciones?
Cassius inclinó la cabeza ligeramente.
—Reglas. Disciplina. Y si fallas, consecuencias.
Los soldados intercambiaron miradas discretas.
Aranza cruzó los brazos con una sonrisa altiva.
—No voy a fallar.
Cassius sostuvo su mirada, imperturbable.
—Bien. Entonces prepárate… porque no voy a ser amable.
Aranza sintió un escalofrío, pero no de miedo.
De pura adrenalina.
Este matrimonio era un desastre…
Pero al menos, no sería aburrido.
Cassius se fue a cambiar de ropa, mientras Aranza volteaba a ver a aquel entrenador y se acerco solo para que el escuchara.
—Sapito brinca aquí— Aranza se alejo dejando al pobre entrenador confundido.
Nuestro Cassius
(Las imagenes son de referencia, si a ustedes no les gustan, pueden crear otra imagen que se adapte a sus gustos.)
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir