Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 2
Los años fueron pasando y ya soy una adulta, actualmente tengo veinte años y ya llevo haciendo esto cinco. Mi familia nunca se rindió conmigo y nunca me dejó de alentar para cumplir mi meta.
Pero mi nueva meta era llegar al escenario. No sabía cómo lo haría, pero tenía que intentarlo, aunque sea una vez.
En cuanto a Emilia, mi profe de canto se enamoró de mi hermano y ahora mientras no se la pasan follando por los rincones, se encargan de la música como desde entonces.
Mi padre sigue insistiendo en que debo superarme a mí misma, que debo ser la mejor en lo que hago.
No entiendo porque insiste tanto, pero creo que se debe al hecho de que al ser una persona no oyente puede traer muchas controversias en el mercado si decido que este es mi camino.
No tengo mucho para pensar, es lo que quiero, es lo que deseo desde que pude lograr una nota alta. Sigo sin tener idea de lo que digo o hago, pero cuando mi garganta lanza esas notas altas es cuando puedo sentir la vibración y es ahí cuando siento que ha valido la pena todo este camino.
Por eso ahora me levanto, me ducho y bajo a desayunar. Que quiera cantar no me ha salvado de tener que asistir a clases, claro que no.
Según mi padre, la música no es para siempre y es bueno tener un plan de respaldo. Mi plan de respaldo es simple. Terapeuta para casos especiales, como el mío.
Haber aprendido a hablar y a interpretar el comportamiento corporal me ha dado la garantía que asistir a la universidad no sea un desafío para mí. Obviamente que me tengo que ubicar en el primer lugar de la fila, porque desde lejos no puedo leer los labios y además son pocos los que saben que en realidad soy sorda. Todos mis profesores lo saben, pero algunos compañeros no. Como el chico más lindo de la universidad, él no sabe que existo y tampoco me importe mucho hacerle saber que lo hago y que no puedo escuchar nada de lo que dice.
Como sea, luego de tomar mi desayuno, saludo a mi familia, mi cuñada y corro. Si, la universidad queda cerca de la casa de mi padre, después de todo tubo que mudarse a las afueras de la ciudad.
Tener una hija que ama la música tanto como él y que sobre todo canta, ha tenido que reacondicionar todo a su alrededor para que yo pueda coexistir con la música.
Camino apresuradamente el espacio que separa mi residencia del de la universidad y llego al campus para encontrarme con mi amiga, Zoe, enlazada con su actual novio, compartiendo sus fluidos salivales.
—¡Busquen un cuarto! —saludo cuando estoy a dos pasos de ellos.
—¡Envidiosa! —me dice ella con sus manos y mis mejillas se calientan.
Es obvio que nunca me han besado, como lograría llamar la atención de un chico si no puedo escuchar. Lo peor de todo, que, al saber leer el comportamiento corporal, sé muy bien cuando quieren otras cosas.
Zoe insiste en que deje de ser tan dura con el sexo opuesto y les dé una oportunidad, de lo contrario me volveré una amargada para toda la vida, además de los cientos de gatos que tendré y una gran cantidad de helado de chocolate en la heladera.
Lo primero lo no creo, pero lo segundo no lo niego, ¿Quién se niega a buen postre helado? Pero en mi caso sería todas las combinaciones diferentes de dulce de leche.
Sigo mi camino pensando en la idea de ser besada por el chico más lindo de la universidad y mis mejillas se calientan un poco más.
—Si no se lo pides nunca lo hará —señala mi amiga, luego de tocar mi hombro para llamar mi atención.
Me conoce tan bien que hasta lee mis pensamientos.
—Nunca lo haría, además de que tiene novia —le respondo y mi mirada cae al recordar que sale con la capitana de porristas.
—Solo sería un beso, tampoco es que le vayas a pedir que se case contigo —dice mi amiga de toda la vida y nuevamente vuelvo a negar.
Soy demasiado tímida como para eso.
Zoe se despide de su novio junto al pasillo que nos lleva a nuestra primera clase del día y luego tomando mi brazo me arrastra hasta la puerta de nuestra clase.
Entramos y nos acomodamos en nuestros lugares, ella retoca su labial mientras yo saco mis útiles. Como siempre me quedo perdida en mis pensamientos mientras termino de acomodarme en mi lugar, deshaciéndome de mi chaqueta y dejándola a un lado.
El aula pronto esta concurrida, las vibraciones del piso llegan a mi atreves de la madera y levanto la mirada justo a tiempo para ver como por la puerta principal entra un hombre luciendo un traje oscuro.
Todo oscuro, desde sus zapatos, hasta la camisa de vestir que lleva. Su mirada seria está concentrada en su camino, y se detiene junto al único escritorio, deja sus pertenencias y luego de su maletín saca un pesado libro y un estuche con anteojos para leer que coloca en el puente de su nariz, para luego dirigir su felina mirada al estrado.
Inmediatamente mi respiración se corta y mis piernas se juntan con el insipiente calor que llega desde un lugar desconocido.
A mi lado mi amiga me da un codazo que hace que inmediatamente respire. Ser sorda no impide que note que en el aula no vuela un pelo y que el nuevo profesor se ha llevado la atención de toda la clase y sólo espero que en algún momento de mi corta existencia me note. O no, no lo se.
Mi amiga toma mi mano y en mi palma sé que ha dejado algo, bajo la mirada para encontrar el bollo de un papelito que al abrirlo dice “caliente”.
Paso saliva y veo al frente, definitivamente este profesor con su aura oscura está más que caliente.
Nunca en mi vida había odiado mi condición. Ser sorda tiene sus privilegios, pero hoy... hoy quisiera más que nunca poder escuchar su voz.
La clase transcurre armoniosamente, se nota que es una persona calificada para la tarea. Cada vez que veo a mis lados, puedo ver como todos están ensimismados en la clase.
Nuevamente me concentró en sus labios para seguir lo que dice, pero, como pocas veces me ha ocurrido, no entiendo nada. Tampoco puedo decir que su cuerpo diga algo. Se mantiene tan firme que no logro obtener algo de él. Es como si tuviera una barrera impenetrable, una frialdad que no te deja ver más allá de lo que sus labios digan y es ahí cuando nuevamente caigo en el lamento de no oírle decir nada.
Me doy cuenta de que la clase ha terminado, cuando él se dirige nuevamente a su escritorio y comienza a organizarlo. Miro mi mesa y mi cuaderno de apuntes tan blanco como cuando empezó esta hora. Miro a mi amiga y noto sus movimientos apresurados para organizar sus cosas y marchar a la siguiente clase.
Toco su hombro y mirando por mi rabillo, el profesor sigue concentrado en su escritorio, le pido que me pase los apuntes.
Al verme utilizar mis manos y no mi vos, se sorprende.
—¿Te comió la lengua el profesor? —pregunta en modo guaza, tanto hablando como haciendo señas.
—Muy chistosa —no sé cómo sueno, pero tengo tan raposa mi garganta que luego de quejarme tengo que carraspear.
Veo a mi amiga doblarse y convulsionar. Ruedo los ojos al percatarme de que se está riendo de mí. Tomo mis cosas y las meto dentro de mi bolso, apresuradamente para salir del aula.
Levanto nuevamente la mirada y noto que el profesor nos está mirando. ¡Genial!
No puedo descubrir si está enfadado, alegre o lo que sea ya que su mirada y su cuerpo no me trasmiten nada. Eso sin tener en cuenta que solo siento calor.
A mi lado mi amiga toma mi brazo y me empuja para que corramos a las nuevas clases que nos esperan.
Al finalizar las clases, acompaño a mi amiga hasta su dormitorio y allí me ocupo de revisar sus apuntes de la primera clase, tomo nota mientras ella se prepara para salir con su novio.
Termina de vestirse, luego de probarse tanta ropa que ya me tiene mareada.
—Mañana tendrás que concentrarte mejor en clases, no puedes volar de la misma manera que lo hiciste hoy sólo porque el profesor está para darle rosca y desenrosca —me dice ella, tan apresurada que sus manos parecen borrosas.
—Lo siento, no sé que me paso —respondo.
Es la primera vez en mi vida que me quedo perdida en medio del limbo ante una presencia masculina porque definitivamente eso no me pasa cuando veo al chico más lindo de la universidad. Lo que sentí cuando entró el profesor fue algo nuevo y totalmente desconocido en mí.
Puedo afirmar que hasta ese pequeño cosquilleo entre las piernas estaba ahí para torturarme, ese famoso calor que te entra en la sangre cuando el macho alfa anda cerca. O tu beta, media naranja o lo que sea. Nunca había sentido que mi cuerpo reaccionaba así ante la presencia de un masculino.
—Si que sabes lo que te pasó, ese profesor te pegó como ningún otro hombre lo ha hecho —a veces creo que suena como una sabionda.
Termina de colocar sus tacones y se levanta de un brinco, toma su bolso y lo llena de una cantidad escandalosas de profilácticos.
—Mas vale prevenir que lamentar —dice con sus delicadas manos.
—Precioso —murmuro sintiendo un poco de envidia y me levanto de la cama para tomar mis cosas, devolver sus apuntes y juntas salir.
Ya cerca de la salida del campus nos encontramos con su novio que la espera en su coche es afortunada que tenga dinero. No como el anterior novio que tubo, prácticamente cada vez que tenían una cita ella se hacía cargo de todos los gastos.
Me saluda con su mano y yo camino tranquilamente hasta mi dulce hogar.
Llego y saludo a mi hermano que está muy acaramelado con Emilia, dejo mis útiles y me dirijo hacia el estudio para encontrar a mi padre.
—¡Papa! —grito.
Lo veo asomarse y dirigirme una sonrisa escandalosa.
—Cariño —saluda con su habitual beso y abrazo y luego me conduce a la sala que está preparada para mi — Tienes que probar lo que acabamos de instalar.
Dice y trato de adivinar a que se refiere, pero no veo nada nuevo.
—Está todo igual —apunto.
—Es un sistema de vibración a través del suelo, con eso podrás cantar sin deber tener toda una banda a tu lado —la sonrisa en su cara se hace más amplia—. Tienes que probarlo.
Con una nueva emoción circulando por mi torrente, inmediatamente elimino de mis pies mis zapatillas y corro dentro de la sala. Veo a mi padre que se pierde en el pasillo y yo me preparo, moviendo mi cuerpo hasta el micrófono y me coloco los auriculares que están preparados para que revienten mi cabeza si es que algún día pudiera oír algo.
Cuando la primera vibración llega a través de mis pies, sonrío. La vibración de mis cascos se unen a los de mis pies y me doy cuenta de que es mi canción preferida.
No pasa mucho tiempo en que cobra vida y sale de mí, siento como las vibraciones recorren mi cuerpo a medida que la letra avanza. Estoy tan emocionada con esta nueva tecnología que casi estoy gimiendo de placer.
Hacia un tiempo que no podía cantar porque mi hermano anda muy acurrucado con su novia y no tengo corazón para quejarme.
Termino mi canto y salgo corriendo de la sala para tirarme a los brazos de mi padre, chillando como cuando tenía quince años y hablé normal por primera vez.
Emocionada me alejo un poco de él para decirle lo feliz que estoy, que todo vibra espectacular, que cada sonido llegaba a mi cuerpo increíblemente. Tengo que usar mis manos porque la emoción me dejo la boca seca.
—Está bien cariño, respira —dice mi padre—. Quiero que conozcas al dueño de esta nueva tecnología, un amigo de la infancia —señala hacia un rincón de la sala.
Volteo sintiendo que mi pulso está al límite, que mi felicidad no cabe en mi pecho y salto hacia la persona dueña de semejante sistema para abrazarle y agradecerle.
La persona que rodeo se mantiene quieta, como si hubiera rodeado con mis manos un poste y no una persona de verdad, cuando me alejo un poco, noto que esa mirada fría ya la había visto antes. Más específicamente, esta mañana a primera hora.
Como si de una corriente se tratara, me alejo inmediatamente de él, disculpándome por mi arrebato. Él solo me mira. Y cuando me dí cuenta de que estaba usando mis manos, me percato que es probable que no me entendiera nada de lo que dije.
—Disculpe profesor por mi arrebato —digo alejándome de él, me sorprendo aún más cuando con sus manos me responde que no pasa nada.
—¿Lo conoces hija? —pregunta mi padre al notar que lo llamé profesor.
—Si, es mi profesor en la universidad —respondo y vuelvo a mirarlo, tratando de encontrar algo en él, que me indique como se siente. Nada llega a mí, más que frialdad.
—¡Oh! ¡Vaya, que bien! Michael era de mi vecindario cuando éramos unos mocosos, su hermano mayor es una persona no oyente como tu —dice mi padre para mi comprensión.
Vuelvo la mirada a él, nada. Mi corazón está que se sale de mi pecho. Verlo y tenerlo tan cerca me pone más nerviosa. ¡Es un hombre hermoso!
Tiene una mirada intensa, con un color verde tan oscuro que no sé si ese es el color en realidad. Sus labios se mueven a medida que la conversación con mi padre se desplaza, no sé qué dice porque estoy concentrada en sus movimientos. Como abre la boca para decir cosas, como cada tanto humedece sus labios. Su nuez de Adam se mueve al tragar y nuevamente esa corriente recorre mi cuerpo y tengo que alejarme, esto es completamente nuevo para mí, mi cuerpo y mi cordura.
No puedo enamorarme de mi profesor, claramente. Además de ser un conocido de mi papá, es mayor que yo. No tiene pinta de tener unos treinta años poco más, pero no tiene la edad de mi papá.
Antes de salir del estudio me despido del atractivo hombre, salgo en una nube de sentimientos que me hace pensar cómo sería tener esos labios carnosos recorriendo mi cuerpo.
Llego a mi habitación y me tumbo en mi cama mirando el techo, pensando en el día siguiente y como seré capaz de prestar atención a lo que dice, si solamente tengo ojos para verlo y no logro leer sus labios.
bueno a sujetarse los pantalones y la otra la bombacha 🤭