En medio de la adversidad y la desconfianza, dos almas se ven unidas por un destino implacable. Ella, acusada injustamente y condenada por un crimen que nunca cometió. Él, sediento de venganza y convencido de su culpabilidad. Obligados a un matrimonio forzado por circunstancias ajenas, se embarcan en un viaje lleno de secretos, intrigas y pasiones ocultas. ¿Podrán superar el peso del pasado y encontrar la verdad que los liberará? Descúbrelo en esta apasionante novela de amor y redención.
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Capitulo II Es mi mayor tesoro
Sola en la oscuridad de su celda, Daphne recordaba las palabras de Gabriel. Si ella no accedía a su propuesta, el iría en contra de su hermana menor, algo que no podía permitir. Pero aceptar esa descabellada propuesta sería sufrir en manos de Gabriel Hoffman. Estaba entre la espada y la pared y no sabía que hacer.
Llegada la media noche una de las celadoras le entrego un sobre. "Aquí tienes", le lanzó la celadora con desdén. Dentro del sobre habían fotos de Tiffany, su hermana menor, en una situación muy íntima con Gabriel. Daphne empezó a pedir ayuda a gritos a la celadora, pero nadie fue a auxiliarla. En las sombras una figura familiar se escondía disfrutando del sufrimiento de la joven. No supo en qué momento se quedó dormida; el cansancio la venció finalmente y no fue hasta que la celadora fue por ella que despertó.
"No estás en un hotel, despierta, tienes una visita", informo la mujer con desdén.
"¿Quién es?", pregunto Daphne con las pocas fuerzas que le quedaban.
"¿Acaso soy tu mxxxxxx secretaria?, muévete que no tengo todo el día". Aunque Gabriel pensaba que Daphne llevaba una vida tranquila en ese lugar, no había nada más lejos de la realidad. Lo único bueno que le había pasado estando ahí, era poder seguir estudiando; por lo demás su vida era un verdadero infierno.
Mientras caminaba, la guardia la empujaba y le gritaba que se apurara. Al intentar apresurarse, tropezó y cayó a los pies de un hombre.
"Así vas a estar siempre: rendida a mis pies", se burló Gabriel con arrogancia.
Daphne se levantó y limpio sus manos maltratadas por la caída.
"Tanto le urge mi respuesta que vino temprano a escucharla", dijo Daphne resignada.
"A la única que le urge es a ti, el reloj avanza y mi paciencia se está perdiendo", Gabriel estaba ansioso por esa respuesta, ya quería empezar el infierno que le tenía preparado a la asesina de su hermano.
"Está bien señor Hoffman, haré lo que usted me pida; solo dejé en paz a mi familia", , suplico Daphne con lágrimas en los ojos.
"Muy bien, aquí tengo nuestro acuerdo, fírmalo y hoy mismo saldrás de este lugar", Gabriel le entrego un contrato en el que solo salía beneficiado él.
Daphne agarró el contrato y empezó a leerlo, pero Gabriel perdió la paciencia y la obligó a firmar sin terminar de leer. Estaba bajo mucha presión, había pasado muy mala noche y el saber que se iría con ese sujeto solo empeoraba su situación. Sin embargo, lo hacía por el bien de su madre y hermana. Una vez firmado el contrato, Gabriel ordeno que se retiraran los cargos que pesaban sobre la joven.
"Voy por mis cosas", dijo ella cabizbaja.
"Ni pienses que llevarás esos harapos sucios a mi casa. Salgamos de una vez de aquí", ordeno Gabriel arreglando su traje.
"Necesito llevar algo muy importante, no tardaré", insistió Daphne ansiosa.
La curiosidad por saber que era tan importante para ella hizo que Gabriel le permitiría ir por eso que tanto anhelaba, Daphne fue rápidamente a buscar eso que tanto temía perder. Al encontrarlo regreso a la sala de visitas abrazando un libro; aunque no era cualquier libro, este era un libro de cuentos.
"¿Por esa estupidez me hace perder mi tiempo?", pregunto Gabriel enfadado.
"No es una estupidez; es un recuerdo muy preciado, no lo entendería", Daphne cuidaba ese libro como su mayor tesoro, ese libro se lo había dejado su padre antes de morir y no lo perdería por nada del mundo.
"Salgamos de aquí; aún tengo mucho por hacer", Gabriel salió primero y Daphne lo siguió.
Una vez fuera de la prisión, Daphne respiro profundamente, ella no podía disfrutar de la libertad, ya que lo venidero sería peor que el infierno al cual estuvo sometida por dos años. Subieron a un auto de lujo, este vehículo tenía el olor de Gabriel impregnado en su interior. Ella se sentó lo más distante que el espacio le permitía de Gabriel y solo se limitó a mirar por la ventana. Las calles de su ciudad natal le trajeron viejos recuerdos, y una lágrima fugitiva escapó de sus ojos sintiendo el frío y la soledad que la acompañaron y la acompañará toda la vida.
Gabriel miró el delgado cuerpo de la mujer preguntándose el por qué de su delgadez, ¿acaso en la prisión no había comida suficiente?, recorrió su cuerpo lentamente, ella llevaba un vestido viejo y espantoso, le quedaba algo grande, su larga cabellera negra lucia descuidada, su piel estaba marchita y a través del reflejo de vidrio de la ventana pudo observar sus ojos azules llenos de lágrimas y un dolor reprimido, «¿cómo alguien que parece un ángel puede ser tan malvado para quitarle la vida a otra persona?», ese pensamiento hizo reaccionar a Gabriel quien volvió a endurecer su corazón.
Al llegar a la casa de Gabriel, del auto de manera muy elegante, se quedó parado fuera esperando a que Daphne también bajará, pero ella se había quedado inmóvil ante el miedo de lo que vendría, la paciencia de Gabriel era muy poca y ya la había perdido, así que de un tirón abrió la puerta del lado en el que iba la joven haciéndola dar un brinco hacia atrás.
"Baja del mxxxxxx auto o ¿acaso quieres que te baje a la fuerza?", pregunto Gabriel lleno de ira.
"Lo siento señor", respondió Daphne bajando rápidamente del auto.
"No me gusta esperar, así que aprende tu primera lección", regaño Gabriel siguiendo su camino.
Ya dentro de la casa una señora de unos cincuenta años los recibió.
"Bienvenido señor", saludo, la mujer respetuosamente.
"Gracias Gertrudis, ella es Daphne y será la nueva empleada, por favor llévala a una de las habitaciones de servicio, que se de un baño y se ponga el uniforme, después te digo cuál será su función en la casa", Gabriel dejo a Daphne con Gertrudis el ama de llaves, la señora muy amable obedeció las órdenes de su jefe al pie de la letra.
mi única recomendación es cuidar un poco más la ortografía y pequeños errores de escritura.