Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 5: Entre Sombras y Reflejos
Nia no podía dormir esa noche. La lluvia repiqueteaba en el cristal de su ventana, un eco que se sentía como su propio corazón desbocado. Su mente era un torbellino de pensamientos: las palabras de Ethan resonaban en su memoria, las emociones del baile de aquella tarde seguían latiendo en su cuerpo, y la incógnita de lo que vendría la mantenía al borde del insomnio.
Cerca de la medianoche, decidió levantarse. Se envolvió en una manta y se dirigió al ventanal del pequeño balcón de su apartamento. Desde allí, podía ver la ciudad iluminada, un recordatorio constante de lo lejos que estaba del mundo que solía considerar suyo. En su vida, la danza había sido su refugio, su propósito, pero ahora... ahora todo parecía diferente, más incierto, más intenso.
Mientras contemplaba las luces de la ciudad, su teléfono vibró sobre la mesa. Nia se acercó, dudando por un instante antes de mirar la pantalla. Era un mensaje de un número desconocido:
**"Espero no interrumpir tu noche, pero quería agradecerte nuevamente por hoy. Hay algo especial en ti que trasciende la danza. Nos veremos pronto. - Ethan."**
Nia lo leyó varias veces, su corazón latiendo con fuerza. Quiso ignorar la sensación de vértigo que esas palabras le provocaban, pero no pudo evitarlo. No respondió. En cambio, apagó el teléfono y cerró los ojos, intentando recuperar el control sobre sus pensamientos.
**Al día siguiente**
El teatro estaba más animado que de costumbre. Los bailarines cuchicheaban entre ellos, comentando sobre la presencia de Ethan Sinclair la tarde anterior. Algunos hablaban con admiración, otros con envidia, pero todos coincidían en una cosa: su interés en Nia era innegable.
Ella trató de concentrarse en los ensayos. Sin embargo, cada movimiento se sentía pesado, cada salto menos natural. Sabía que su mente estaba en otro lugar, o más bien, con alguien.
Al finalizar el ensayo, Alma se acercó, con una sonrisa traviesa en los labios.
-¿Vas a decirme qué está pasando? -preguntó, cruzándose de brazos.
Nia suspiró, incapaz de ocultar su nerviosismo.
-No lo sé, Alma. Apenas lo conozco, y ya parece estar invadiendo cada parte de mi vida.
-¿Y eso te molesta? -replicó Alma, arqueando una ceja.
Nia dudó. ¿Le molestaba? No estaba segura. Lo que sí sabía era que Ethan despertaba en ella algo que no lograba descifrar, una mezcla de atracción, miedo y curiosidad que la desestabilizaba por completo.
-Creo que no es el momento -respondió finalmente, intentando convencerse a sí misma más que a Alma.
-Bueno, a veces el momento no lo eliges tú, amiga. A veces, el destino te empuja, te guste o no.
Esa noche, mientras Nia salía del teatro, lo encontró esperándola. Ethan estaba apoyado contra su coche, un modelo elegante que parecía fuera de lugar en aquella calle. La luz de un farol iluminaba su figura, y por un momento, Nia sintió que el aire se volvía más denso.
-No esperaba verte aquí -dijo ella, intentando sonar neutral.
Ethan sonrió, esa sonrisa enigmática que parecía esconder más de lo que revelaba.
-No podía irme sin hablar contigo. ¿Puedo invitarte a cenar?
Nia dudó. Cada fibra de su ser le decía que debía negarse, que mantener distancia era lo más sensato. Pero la curiosidad era una fuerza poderosa, y antes de darse cuenta, ya estaba asintiendo.
**La cena**
Ethan la llevó a un restaurante exclusivo en el centro de la ciudad. El lugar era elegante, con paredes de vidrio que ofrecían una vista panorámica de las luces urbanas. Sin embargo, Nia apenas notaba el lujo a su alrededor; su atención estaba completamente enfocada en él.
Durante la cena, Ethan fue más abierto de lo que ella esperaba. Habló de sus negocios, de las decisiones difíciles que había tenido que tomar para llegar a donde estaba, pero también de su pasión por las artes, algo que sorprendió a Nia.
-La danza... -dijo Ethan, observándola con intensidad- es más que movimiento. Es emoción, es narración. Es lo que siempre he buscado en mi vida: algo que trascienda lo material.
-No lo imaginé como alguien que buscaría trascendencia -respondió Nia, con un toque de ironía en la voz.
Ethan rió suavemente, pero sus ojos no perdieron esa chispa seria.
-Quizá porque no me conoces aún.
La conversación continuó, cada palabra estrechando el espacio entre ellos. Nia se sorprendió al darse cuenta de lo fácil que era hablar con él, a pesar de las diferencias abismales entre sus mundos.
-¿Por qué te interesa tanto lo que hago? -preguntó finalmente, armándose de valor.
Ethan la miró por un largo momento antes de responder.
-Porque en ti hay algo que no he visto en nadie más. Tienes una fuerza que se esconde detrás de tu vulnerabilidad, y eso... eso es lo que hace que la gente no pueda apartar la vista de ti cuando bailas.
Las palabras la dejaron sin aliento. Nia apartó la mirada, incómoda con la intensidad de su declaración.
**El final de la noche**
Cuando regresaron al coche, Ethan insistió en llevarla a casa. Durante el trayecto, el silencio entre ellos no fue incómodo, sino cargado de algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.
Al llegar al edificio de Nia, Ethan la acompañó hasta la puerta. Antes de despedirse, se detuvo, sus ojos buscando los de ella.
-Quiero que confíes en mí, Nia. No estoy aquí para complicarte la vida, sino para mostrarte que puedes llegar más lejos de lo que imaginas.
Nia no respondió de inmediato. Sus palabras eran un eco de sus propios miedos y deseos, pero no estaba lista para enfrentarlos.
-Buenas noches, Ethan -dijo finalmente, con una pequeña sonrisa que escondía más de lo que mostraba.
Él asintió, devolviéndole la sonrisa antes de girarse y desaparecer en la oscuridad de la calle.
Esa noche, mientras se recostaba en su cama, Nia supo que algo había cambiado para siempre. Ethan Sinclair no era solo un empresario ni un espectador más en su vida. Era un desafío, un espejo que la obligaba a mirar partes de sí misma que preferiría ignorar.
La pregunta no era si permitiría que él siguiera siendo parte de su mundo. La pregunta era si estaba lista para enfrentarse a lo que ese mundo nuevo podía ofrecerle.