Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capítulo 4
Carolina se levanta de su cama y se dirige a su armario buscando algo que despierte en Miguel la pasión que parece haber desaparecido. Encuentra un conjunto sexy, algo atrevido, con detalles delicados que le parecen perfectos para la ocasión, saca la ropa y comienza a cambiarse. Se siente diferente, más segura de sí misma. Su corazón late rápido, anticipando la reacción de Miguel cuando la vea. En ese momento, escucha el sonido de la puerta, Miguel acaba de llegar.)
—Miguel, ¿ya llegaste? —grita desde el pasillo, tratando de sonar casual, aunque el nerviosismo se refleja en su voz.
(En ese instante, Miguel entra al vestíbulo. No está tan sonriente como de costumbre, y Carolina lo nota al instante. Él se quita el abrigo y lo deja sobre el sillón, mientras ella lo observa desde la puerta de su habitación.)
—Hola, cariño —dice Carolina, acercándose lentamente.
(Miguel la mira de arriba a abajo, sus ojos parecen perderse por un momento en el nuevo look de Carolina. Ella se acerca más, dispuesta a seducirlo, y le acaricia el rostro antes de intentar besarle los labios. Sin embargo, él la detiene con una mano sobre su hombro, alejándola suavemente).
—Miguel, ¿qué pasa? —pregunta, confundida y un poco desconcertada.
—Estoy cansado, Carolina —responde él, con su tono serio. No parece querer entrar en detalles. —Lo siento, de verdad.
(El rostro de Carolina se transforma en una mezcla de sorpresa y dolor. Su corazón se hunde, como si la decepción pesara sobre sus hombros.)
—¿Cansado de qué? —pregunta con un leve temblor en la voz, tratando de mantener la compostura.—estoy tratando de salvar nuestro matrimonio.
(Miguel suspira y se deja caer en el sillón, claramente agotado).
—Eso es lo que me molesta de ti, nunca entiendes nada, de las discusiones, que si te amo, que estoy muy distante —respondió, sin mirarla directamente. —Y también… estoy cansado de que me esperes y me hagas las mismas preguntas de siempre.
(Carolina siente un golpe en el pecho. La preocupación y la frustración la invaden. El vestido sexy ya no parece importarle; lo único que quiere ahora es entender qué está pasando, por qué su esposo parece tan distante.)
—Si te incomode con todas esas preguntas, entonces, disculpa, a lo mejor estoy viendo cosas donde no las hay.
—Estoy cansado, Carolina, ahora iré a ducharme—dijo él mirándola—¿podríamos dejarlo para mañana? ¿Sí? igual te ves hermosa.
(Carolina, sin saber qué hacer ni qué decir, se queda allí, de pie, observándolo). Siente una mezcla de frustración, tristeza y rabia. Acomoda su bata y se va a su cuarto.
Miguel la mira y ve que se aleja y no sabe qué hacer. Sabe que ha lastimado.
Carolina, que yace en la cama, mirando al techo. Sabe que algo ha cambiado, pero no sabe cómo solucionarlo. Siente el peso de sus emociones acumuladas: la decepción, la soledad y, sobre todo, la impotencia de no poder hacer nada. En ese momento, Miguel entra en la habitación, ve a su esposa acostada, y algo en su pecho se aprieta al verla tan distante.)
(Miguel se acerca a la cama, sus pasos son suaves, casi temerosos. La mira, su corazón late con más fuerza al ver la tristeza reflejada en sus ojos. Sabe que la ha lastimado, y no puede evitar sentirse culpable. Se arrodilla junto a ella, poniendo una mano sobre la cama).
—Carolina… —dice, con un tono suave, lleno de arrepentimiento.
(Carolina gira levemente la cabeza hacia él, pero no dice nada. Sabe lo que vendrá, pero aún no está lista para escucharlo.)
—Perdóname —continúa Miguel, la voz quebrada por la culpabilidad. —Si es que… tuve un día muy largo, y no sabía que me esperabas así. Si me hubieras llamado… si me hubieras dicho lo que sentías… hubiera comprado una champaña y te habría llevado a cenar. Pero no lo hice. Y ahora te tengo aquí, distante, y sé que te he fallado.
(Carolina cierra los ojos un momento, como si el dolor fuera demasiado para soportarlo. Luego, abre los ojos, pero su mirada está vacía, perdida.)
—Miguel, no sé si eso cambiaría algo —responde, con un suspiro resignado. —Las palabras, las promesas… ya no son suficientes. Necesito algo más de ti, algo que no sea solo un gesto superficial. Necesito sentir que aún me ves, que aún nos vemos el uno al otro como antes.
(Miguel, sintiendo el peso de sus palabras, se sienta al borde de la cama. La observa durante unos segundos, buscando las palabras correctas. Sabe que no puede seguir perdiéndola, pero tampoco sabe cómo arreglar lo que está roto entre ellos.)
—Lo sé, Carolina —dice finalmente, con un suspiro de frustración. —Lo sé. Pero no sé cómo llegamos aquí. Y no quiero perderte… No sé qué hacer para cambiar esto, pero quiero intentarlo. Quiero que volvamos a ser lo que éramos.
(Carolina se gira para mirarlo, y aunque hay un brillo de esperanza en sus ojos, el dolor sigue allí. Ha estado esperando mucho tiempo por algo así, pero ahora siente que ya no es suficiente. El miedo a perderse a sí misma en el proceso, a quedar atrapada en una relación que ya no la satisface, la consume.)
—¿De verdad quieres intentarlo, Miguel? —pregunta, su voz temblorosa pero firme. —porque yo también quiero, pero no sé si estoy dispuesta a seguir esperando a que cambies. No sé si tengo fuerzas para esperar a que te des cuenta de lo que estamos perdiendo.