Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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EL ANUNCIO (parte 2)
Cuando terminamos de desayunar nos apresuramos a preparar los pendientes que tendríamos durante el día.
—¿Ya casi estamos listas para abrir la tienda? —preguntó Betty.
—Sí, —confirme— solo faltan unos toques finales. Rosse, ¿puedes verificar si las violetas de la esquina están bien regadas?
—¡Claro!
Vivimos en una casa de tres pisos, es pequeña, pero es nuestro hogar. En el primer piso abrimos un negocio. Diría que es un santuario de colores y fragancias. La decisión de instalar una floristería fue un deseo compartido porque queríamos llenar nuestras vidas y las de quienes nos rodeaban con belleza y colores. Cajas de madera rústica se convertían en expositores improvisados, albergando una variedad de flores que parecían un regalo de la naturaleza. Las paredes, antes sin color, se vestían con tableros que exhibían ramos meticulosamente dispuestos y una paleta de colores que abrazaba la diversidad de las flores traídas desde la Nación de Laarnid.
Mientras Betty organizaba los ramos de flores en el mostrador, corríamos para traer las últimas cajas y las cargábamos con sumo cuidado.
—Kate, ¿cuál es tu flor favorita?
Me tomo un poco de tiempo pensarlo.
—Creo que… las Keltse. La vi en un libro y me gustó.
—¿Keltse? Nunca escuche que una flor tuviera ese nombre.
—Son raras.
Betty intervino.
—Las Keltse son flores magnificas y especiales, es una lástima que no podamos tenerlas.
—¿Porqué?
—Es un flor difícil de conseguir y con ella se puede hacer una medicina excelente.
—Vaya…
—Además tienen un significado muy bonito. —dije orgullosa.
—¿Cuál?
Me acerqué al oído de Rosse y susurre.
—Es un secreto.
Rosse comenzó a perseguirme para obtener una respuesta y Betty se reía de nosotras al vernos jugar. En eso la campana sobre la puerta sonó, anunciando la llegada de los primeros clientes.
—Buen día. ¿Pueden recomendarme algún ramo para ofrecerlo como regalo para mi prometida?
—¡Por supuesto! —responde Betty— Tenemos la flor de aciano, llegaron esta mañana…
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Por la tarde, Betty tuvo que salir. Nos encargó la tienda y con un gran pedido de flores se dirigió hacia la casa de una familia noble. Mientras avanzaba con paso decidido, vislumbró a lo lejos la figura imponente del Marqués rodeado por un séquito de hombres que llevaban el aire de la nobleza en cada gesto. Betty sintió un nudo en la garganta al reconocer a mi padre y con el ladrido de un perro pudo reaccionar ocultándose detrás de un muro de piedra.
—¡Cielos! ¡El Marqués!
Allí, con el corazón latiendo con rapidez, observó él y su séquito avanzaban por la calle principal. El Marqués, de estatura regular, tiene una figura que es menos imponente que la de otros nobles, pero su expresión dura y su mirada penetrante imponen respeto a su alrededor. Viste con ostentación, pero su atuendo denota un gusto cuestionable y una falta de refinamiento. Su traje hecho a medida es llamativo y excesivo, con colores y patrones que intentan transmitir estatus, pero terminan pareciendo ostentosos y fuera de lugar junto con los accesorios llamativos y exagerados. Su cabello oscuro, peinado de manera exagerada y con un brillo artificial, revela su vanidad y deseo de llamar la atención.
A pesar de esa apariencia, su falta de modales se hace evidente en su comportamiento y lenguaje descortés hacia los demás. Su voz, aunque profunda y resonante, suena autoritaria y condescendiente, transmitiendo su actitud arrogante y dominante. Betty pudo escuchar un poco lo que el Marqués conversaba con sus hombres.
—Preparen todo para la recepción esta noche. Deben asegurarse de que cada detalle sea impecable. Algún error y me aseguraré de hacerles pagar con su propia sangre.
—¡¡Si!! ¡¡A sus órdenes!!
Betty, agazapada en su escondite improvisado, esperaba a que se fueran, cuando el Marqués y su comitiva se alejaron, dejó escapar un suspiro de alivio. Emergió de su escondite tocándose el pecho y retomó su camino hacia la casa noble donde entregaría el pedido.
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El sonido de la campana sobre la puerta anunció la entrada de un sirviente conocido, Juan, con la formalidad marcada por el servicio a la nobleza. Se acercó a mostrador.
—Buenas tardes, señoritas. Espero que se encuentren bien.
—¡Juan! ¿En qué podemos ayudarte?
—Mi señor ha solicitado un pedido urgente de arreglos florales. ¿Podrían tenerlo listo en dos días?
—Por supuesto, —asentí— puedes confiar en nosotras.
—Gracias señoritas, saluden a Beatriz de mi parte.
Se retiró con la promesa de volver en dos días. Una vez que la puerta se cerró tras él, miré a Rosse con determinación.
—Iré a hablar con el proveedor para asegurarnos de tener las flores necesarias. Las que tenemos no nos alcanzarán.
Rosse me pidió que fuera con cuidado reconociendo la urgencia del encargo. Mientras me dirigía al proveedor noté un murmullo inusual entre la gente.
—¿Has oído? El Marqués de Krimson ha llegado.
—¿El Marqués?
—Si. Hace poco unos amigos míos me dijeron que lo vieron caminando por las calles de los nobles y luego se fue en su carruaje con dirección al castillo.
—Ah. Ya decía yo como un noble como él andaría por estos lados.
—No seas tonto, ¿qué haría un noble como él aquí?
—Bueno, ¿Su Majestad lo habrá llamado?
—Solo los dioses lo sabrán.
—Vaya.
—Además, vino con una mujer y ella cargaba a un bebé en brazos.
—¿Se volvió a casar?
—Pues imagino que sí.
Así que ese hombre está aquí y con su nueva familia. Ese tema ya no tiene que ver conmigo, dejé atrás el apellido Brown Hall y ahora solo soy Kate. Retomé mi camino y me encontré con Betty, ella estaba un poco nerviosa como si hubiera visto un fantasma. Le conté del nuevo pedido y me acompañó donde el proveedor.