Desde que tengo memoria, he sido repudiada por mi padre y por todo el imperio, señalada como "la princesa demonio", "la hija maldita", "la oscuridad entre la luz". Me acusan de intentar asesinar a mi hermana, la hija de la Diosa Mística. Incluso mi ex prometido me odia por querer acabar con su princesa. Estoy sola, y me espera una muerte miserable. En el cielo, mi madre y mi hermano, quienes murieron en un incendio cuando yo tenía 14 años, aguardan. Desearía haber muerto ese día también, pero pronto cumpliré mi sueño. Adiós, hermana. Nunca te odié. No sé por qué creen que intenté quitarte la vida, yo no fui. Cumple tu deber y salva al imperio de la guerra; esos fueron mis deseos antes de morir.
Sin embargo, para mi sorpresa, desperté nuevamente a los 14 años. Mi madre y mi hermano están vivos. No dejaré que mueran de nuevo.
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Capitulo 1
**En el imperio de Mística...**
Yo soy Lila, soy mayor que mi hermana Priscila por apenas unas horas. A pesar de ser una princesa, no soy amada por mi padre, ya que, según él, mi madre es la culpable de su infelicidad. También me considera maldita, porque poseo magia oscura, que es muy peligrosa. Debido a la fuerza de mi poder, cien sacerdotes realizaron un ritual cuando yo tenía dos años para sellarlo, ya que representaba un peligro para el reino y para mi hermana, quien es la hija de la diosa Mística.
Te preguntarás por qué se llama "Mística" al imperio. Mística es la diosa que ha realizado muchos milagros en este reino, mediante revelaciones en el templo sagrado que se encuentra en la capital. Hace más de 800 años se supo que "Mística" era su verdadero nombre, pero desde entonces el imperio decidió honrarla con el nombre de su diosa y adorala como tal.
Amo mucho a mi hermano, que es un año y medio mayor que yo. Es muy inteligente, entrena con la espada y es excelente en defensa personal. Utiliza la magia del viento, que representa el color amarillo. Es muy guapo, y siempre se lo digo. Mi madre es una hermosa mujer de carácter fuerte, pero está locamente enamorada de mi padre, el hombre que más la ha hecho sufrir en este mundo. Él está enamorado de Clarisa, su concubina, quien fue su verdadero amor. Los emperadores, mis abuelos, decidieron que él debía casarse con mi madre. Aunque ella estaba enamorada de él, él ya le había entregado su corazón y su cuerpo a Clarisa, por lo que la odia. A pesar de todo, no detesto a mi padre; simplemente busco la manera de que me quiera, así como yo lo quiero, con la esperanza de que algún día vea que no soy mala.
Un día decidí salir a escondidas de mi madre y de mi hermano a jugar con algunas de mis amigas, que en realidad eran criadas, porque ninguna noble quería ser mi amiga. Tenía clases de etiqueta, pero con mis amigas rompía todas esas reglas y me sentía muy bien a su lado. Ellas se llaman Betania y Beatriz, son hermanas, y me duele porque se llevan muy bien; no existen rencores ni envidias. A veces me siento sucia por ser su amiga, porque pienso que no merezco su compañía, como no merezco nada en el mundo. Soy envidiosa de la relación entre ellas dos y quisiera llevarme así de bien con mi hermana, quien es la luz de este castillo. Pero al parecer ella me tiene miedo, y cada vez que le sucede algo malo, las personas dicen que es por mi culpa, ya que estoy maldita. Cada vez que me acerco, le ocurren cosas malas, porque soy envidiosa y quiero tomar su lugar, pero nunca lo haré, ya que no tengo la bendición de la diosa Mística, solo tengo su maldición.
Cuando regresé de hablar un poco con mis amigas, me sorprendió ver humo. Mi corazón empezó a latir a mil por hora. Si no me equivocaba, ese humo provenía del ala sur de la torre donde vivíamos mi madre, mi hermano y yo. ¿Pero qué sucede? Empecé a sentir temor por la única familia que me quería.
Corrí hacia la dirección del humo y lo que encontré fue horrendo. Hallé personas quemadas que corrían en llamas, y mi temor era por mi madre y mi hermano.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Alexis! —comencé a llamarlos.
Entonces llegó mi padre y pareció molestarse al verme.
—¡Tú! —me gritó.
Me sorprendí de ver cómo me señalaba.
—Todo esto es tu culpa, porque desde tu nacimiento has traído maldición a este pueblo. Ahora tu madre murió por tu culpa y tu hermano junto con ella. Eres despreciable, no quiero verte.
Solo podía llorar.
—¿Esto es mi culpa? —las lágrimas amargas corrían por mi cara.
Después de ese día tan oscuro, mi vida no fue la misma. Si antes estaba mal, lo que vino después fue peor...
Tenía 14 años cuando me dijeron que mi madre había muerto en ese incendio junto con mi hermano. (Nunca me perdonaré el haber nacido). Era el debut en la sociedad, ya que cada señorita, al cumplir 14 años, asistía al gran evento donde podía lucir lo mejor que quisiera, ya que comenzaban a abrirse paso a la adultez y podían correr la suerte de conseguir un buen partido, un chico de una familia noble.
—Sé que nadie me elegirá —pensé.
Mi hermana entró primero, siempre con su sonrisa radiante. Yo solo era un cero a la izquierda y no sabía si esconderme y dejarla brillar. Luego bajé yo y mi sorpresa fue que una señora muy bonita, a quien creo que recordaba porque la había visto con mi madre hace tiempo, se acercó a mí de la mano de su esposo, un hombre muy guapo, seguido de un joven de unos 16 años que se notaba un poco molesto (quizás le molestaba mi presencia).
—Duquesa de Ortiz: Hola, querida, ¿cómo estás, princesa? —dijo, haciéndome una reverencia. Me sorprendí mucho porque nunca nadie había mostrado respeto por mí y no supe cómo reaccionar.
Le sonreí y le dije:
—No haga eso, señora, por favor, no soy digna.
En eso le hice una reverencia.
—Cristina: Querida, por favor, tú eres la princesa, no yo. Me llamo Cristina de Ortiz, duquesa. Él es mi esposo, el duque Ortiz, y este es mi hijo Sebastián Ortiz, mi hijo mayor, quien sucederá a su padre como el próximo duque. Yo sé que, aunque solo es un duque, es inferior a ti.
—Lila: No comprendo, ¿qué tiene que ver que sea de estatus un poco más bajo? —no comprendía en ese momento.
—Cristina: No comprendes. Parece que tu mamá nunca te habló de esto, mi apreciada amiga. Mi niña, tú serás mi nuera, ya que cuando naciste, tu madre y yo firmamos un contrato para que mi hijo y tú se comprometan. Como verás, tus lazos están unidos a él desde el momento en que naciste.
—Lila: No lo puedo creer, no soy digna.
El chico parecía molesto; sus ojos no le agradaban a esa mujer por el simple hecho de que él sabía que ella despreciaba a mi hermana, por el hecho de que mi hermana era la hija de la diosa. No soportaba que yo recibiera más atenciones que ella.
Pero su madre lo estaba obligando a casarse conmigo. Él no me quería y tampoco quería conocerme; no le interesaba ninguna mujer.
—Cristina: Hija, nadie mejor que tú puede hacer feliz a mi hijo.
—Lila: Bueno, si ya hay un contrato firmado, no tengo nada más que objetar. Será un placer para mí pertenecer a su familia.
Cristina abrazó muy fuerte a Lila, cosa que le hizo sentir un pequeño dolor en el corazón. ¿Desde cuándo alguien no la abrazaba? Recordó que desde la muerte de su madre, ella siempre le daba abrazos y besos. No pudo evitar llorar.
—Cristina: Lo siento, pequeña, no era mi intención hacerte sentir mal.
—Lila: Gracias, hacía mucho que nadie me daba un abrazo.
Cristina sonrió.
—Cristina: Hijo, ¿qué modales tienes? Ni siquiera te has presentado. Muestra tu respeto a la princesa Lila Ponce.
El chico, a duras penas, hizo una reverencia y me pidió un baile, ya que la música había comenzado a sonar.
Comenzamos a bailar; el chico no decía nada, pero podía sentir su incomodidad.
—Lila: Pequeño duque, espero que de ahora en adelante nos llevemos bien. Usted parece un joven muy simpático, como verá...
No me dejó terminar cuando empezó a protestar.
—Mire, princesa, o como sea que te llames, este es un contrato entre familias. No me interesa para nada ser tu amigo. Me casaré contigo por el simple hecho de que es un matrimonio arreglado. No esperes más de mí; no puedo quererte y nunca lo haré.
Con esas palabras duras, me hizo sentir mal.
(¿Por qué todo el mundo me odia?)
—Joven duque, no era mi intención enfadarte. Solo quería ser tu amiga.
—Yo no te lo pedí.
En eso llega mi hermana y me saluda con un abrazo, algo que me pareció raro, ya que siempre mostraba que me tenía miedo. ¿Será que estaba cambiando?
—Priscila: Hermanita, ¿quién es él?
Me di cuenta de que mi prometido estaba observando a mi hermana de una manera especial. Me preocupé, porque ella siempre le cae bien a todos.
—Lila: Hermana, él es mi prometido. Te lo presento: Sebastián Ortiz, hijo del gran duque Ortiz.
Mi hermana puso una cara de impresión.
(Quizá ella pensaba que
con mi condición nadie se prometería ni loco conmigo, yo también lo pensé).
—Priscila: Pro- me- ti- do —lo dijo de manera pausada.
El joven duque le dio un beso en la mano.
—Sebastián: Es un placer para mí conocer personalmente a la hija de la diosa Mística.
En ese momento, Priscila sonrió de una manera dulce, y mi corazón se sintió pequeño...
(Quizá no merezco nada).
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Prisila y Sebastián
Lila
el debería de pagar ante el mago por todo los pecados de la familia real