Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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05
El verdadero problema éramos nosotros, ambos estábamos en pleno apogeo de nuestras profesiones: Dylan como director y compositor, yo como estudiante de economía. Faltaban escasos tres meses para graduarme, pronto tendría que iniciar los preparativos de mi seminario y tesis, para colmo, en el último semestre apenas estábamos en casa.
No había tiempo de calidad, nuestras rutinas se han vuelto extensas, ajetreadas. Este bebé lo modificaría todo, cambiaría nuestras prioridades, se convertiría en nuestro todo y por mi parte estaba bien, pero Dylan... no estaba seguro.
— Mi pequeño ¿Qué vamos a hacer una vez que nazcas? —susurré acariciándome el abdomen.
Di un salto en cuanto escuché la llave ser introducida en la cerradura de la puerta.
Tomé aire, di los últimos retoques a la mesa y corrí hasta el pasillo, donde me encontré a un cansado Dylan quitándose el abrigo y dejándolo sobre el perchero.
— Papá está aquí, corazón ¿Estás listo?
— ¡Dylan! —me lancé a sus brazos, buscando casi al instante sus labios: succionándolos con los míos, estaba un poco desesperado y mi gigante pareció notarlo, pues correspondió de inmediato, profundizando en mi boca.
Mis manos rodearon su cabeza, hundiendo los dedos entre su cabello.
— Humm... —sonrió entre besos, mordiendo mi labio inferior— Pero que buen recibimiento.
— Qué bueno que llegaste —sonreír radiante— Te estaba esperando.
— ¿Mucho?
— Sí
— No por más tiempo, aquí estoy. —sonrió abrazándome por la cintura.
— Vamos al comedor.
Deshice nuestro confortable y cálido contacto, para en su lugar entrelazar nuestras manos y caminar juntos hasta el sitio que indiqué.
— ¡Pero que delicia! —murmuró maravillado al ver todos los platillos que había preparado para él— Espera. —se giró para mirarme— ¿Olvidé algo? —su expresión pasó a ser de miedo— ¿Es nuestro aniversario?
Me reí sin poder evitarlo.
— No tonto. —rodeé su cuello, colgándome cariñosamente a él— Sólo quise prepararte la cena y festejar.
— ¿Y qué estamos festejando? —besó la punta de mi nariz, haciéndome cosquillas en el proceso.
— ¿R—recuerdas que tenía una sorpresa? —tartamudeé debido a la ansiedad que empezaba a manifestarse.
— ¿Al fin me dirás de qué se trata? —apretó el agarre en mis caderas y volvió a besarme, esta vez con más profundidad, con más ternura.
— Sí —jadeé mientras rompía la unión de labios.
Dylan me miró expectante, sus enormes y hermosos ojos brillando de curiosidad.
— Bien, pasa que... —comencé inseguro, carraspeando en cuanto la voz se perdió en mi garganta— Yo estoy... —me detuve, no tenía idea de lo que iba a decir, me quedé en blanco. — Cielo —sonreí nerviosamente— ¿N—no quieres cenar primero? —me acobardé.
— Todo luce delicioso, más porque fue preparado con tus bellas manos. —besó estas últimas con suavidad— Pero estás matándome de curiosidad, Zach ¿Cuál es la sorpresa?
— Bien. —respiré hondo, tratando de calmar el pulso acelerado y el pánico que empezaba a florecer— E—espera...
Sintiendo las piernas débiles y flojas, me dirigí hasta el estante superior dónde colocábamos algunos adornos y fotografías. Cogí la pequeña caja que esa mañana había escogido con Cheng, sintiendo mis dedos temblar en el intento. Era una cajita pequeña, forrada de color pastel, sujetada con un lasillo blanco.
— ¡Oh! —sus ojos brillaron con más intensidad— ¿Para mí? ¿Me compraste un regalo?
— Algo así. —sonreí— En realidad es un regalo para ambos.
— No debiste.
— Ábrelo, anda —animé, empezaba a sentirme mareado por mis emociones.
— Estoy ansioso.
Conforme el moño, y la tapa iban desapareciendo los latidos de mi corazón aumentaban. Sentí que pronto se me saldría del pecho, miles de posibilidades pasaron por mi cabeza en apenas micro segundos.
Cuando la tapa de aquella caja despareció, supe que era el momento. Los ojos de Dylan se abrieron enormes, todo movimiento, incluso su respiración se detuvo en seco, mantuvo su mirada fija en lo que había dentro, completamente estupefacto. Era como si ahí dentro hubiese alguna extremidad mutilada o un animal muerto, cuando en realidad no era así.
Dentro la caja había algo mucho más pequeño y bonito. Se trataba de dos zapatitos tejidos para bebé, con forma de conejito. Desde el momento en que los vi en aquella tienda, me enamoré. Eran tan diminutos, suaves y olían delicioso, anexo a ello venía una notita con la frase:
"El amor tocó mi puerta y ahora está en mi vientre".
Conté hasta diez, conteniendo la respiración, esperado una reacción de su parte, una palabra, algo que acabara con esa angustia en mi corazón. Pero Dylan parecía congelado en su sitio, se había olvidado de parpadear y respirar.
— ¿Dylan? —susurré con cierto pánico al no haber reacción alguna.
— ¿Qué es esto? —musitó por fin— ¿Tú? ¿Tú estás...? —me miró con incredulidad, sorpresa.
— ¡No lo planeé! —dije de forma atropellada víctima del pánico— ¡Fue bastante sorpresivo, en realidad! —sonreí con miedo— H—había dejado de cuidarme... e—entonces tú dijiste...las náuseas...el embarazo... yo... —cuando noté lo estúpido de mi alegato, paré. Notando con abatimiento que estaba estropeándolo— Dios, vamos a tener un bebé —cerré los ojos apenas lo pronuncié, no teniendo el valor de mirar la reacción de Dylan.
— ¡Oh, dios mío Zach! —lo escuché reír como maniático, y soló eso bastó para hacerme abrir los ojos.
Apenas lo vi venir, fue cuestión de segundos para que mis pies abandonaran el suelo y mis labios fuesen capturados por los de Dylan, en lo que fue un beso necesitado, ansioso y descoordinado. Saltó, giró, corrió en círculos conmigo en brazos, besando mi frente, ojos, nariz, mejillas, labios, pero todo sonriendo como estúpido.
No entendía nada, estaba absorto, confundido por su reacción.
Aquello significaba ¿Qué estaba feliz?
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂