En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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22
Luca soltó un suspiro tembloroso, pero no se detuvo. Su mente estaba llena de recuerdos de su padre, momentos de ternura y comprensión que ahora se sentían distantes.
—Escucha, mi amor —continuó Kain, tirando suavemente de su brazo—. Yo hablaré con mi padre. Ya lo pensé y sé que nos aceptarán.
Luca iba a responder, pero un grito cortó el aire como un látigo.
—¡Kain Sandoval!
El eco del nombre resonó con una fuerza tan terrible que ambos se detuvieron en seco. El corazón de Kain comenzó a latir frenéticamente al reconocer la voz. Era su padre. Su mirada se movió con rapidez, buscando el origen del grito, y lo que vio lo congeló en su lugar.
A lo lejos, la figura imponente de su padre avanzaba rápidamente, y junto a él, el hermano de Luca, Angel, corría desesperadamente, sus ojos llenos de terror. Pero lo más aterrador era el arma que el padre de Kain llevaba en la mano. La oscuridad del arma parecía devorar la poca luz que quedaba en el ambiente, y Kain supo que el hombre no estaba ahí para hablar.
—Debemos irnos, Luca —susurró con urgencia, agarrando con más fuerza la muñeca de su novio—. Mi padre está armado.
Pero Luca no reaccionaba, todavía inmerso en su creencia de que podía razonar con su familia. Kain comenzó a tirar de él, intentando sacarlo de su parálisis cuando, de repente, un grito desesperado atravesó el aire.
—¡Luca, corran! —Angel estaba más cerca ahora, su voz llena de desesperación, pero fue demasiado tarde.
Todo sucedió en un parpadeo. El tiempo pareció ralentizarse, y antes de que Luca pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Kain lo empujó con fuerza al suelo, protegiéndolo de lo inevitable. El estruendo de los disparos resonó, cada bala rompiendo el aire con una brutalidad que parecía imposible. Luca sintió el impacto sordo en el cuerpo de Kain, uno tras otro, las balas encontrando su objetivo con precisión despiadada.
Kain cayó frente a él, su cuerpo cediendo bajo el peso del dolor. El sonido de las balas aún resonaba en los oídos de Luca, pero todo lo demás se desvaneció. En ese momento, nada más existía que el cuerpo inerte de Kain, su sangre comenzando a manchar el suelo. Los ojos de Luca se abrieron desmesuradamente mientras observaba a su novio desplomarse ante él.
—¡Kain! —gritó con una desesperación desgarradora, lanzándose sobre su cuerpo. Lo sostuvo entre sus brazos, el pánico nublando su mente. Sus manos temblaban mientras intentaba detener la sangre que fluía sin control, manchando su piel.
—Por favor, no... —sollozó, su voz rota, mirando el rostro pálido de Kain—. No me dejes, por favor, no me dejes.
La respiración de Kain era irregular, cada inhalación un esfuerzo monumental. Intentaba mantener los ojos abiertos, intentando mantenerse presente para Luca, pero el dolor era insoportable. El miedo, sin embargo, no era por su vida, sino por la de Luca. Sabía que su padre no se detendría.
—Te… amo —murmuró Kain con dificultad, su mano buscando la de Luca en un último intento por aferrarse a él.
—No, no hables —pidió Luca, las lágrimas cayendo sin control—. No me dejes, por favor…
El silencio los envolvió por un instante eterno, roto únicamente por los sollozos de Luca y el sonido distante de los pasos que se alejaban.
El caos de la escena era sobrecogedor, el aire cargado de tensión, dolor y sangre. Edmundo, apenas en pie, sostenía su arma con una mano temblorosa, su rostro marcado por una mezcla de furia y desesperación. A pesar de estar gravemente herido, había llegado justo a tiempo para enfrentar a Daniel, y la ira acumulada lo impulsó a seguir disparando hasta asegurarse de que el hombre que había causado tanto sufrimiento cayera muerto. El eco de los disparos resonó en el bosque hasta que todo quedó en un terrible silencio.
Daniel yacía inerte en el suelo, su cuerpo perforado por las balas. A lo lejos, el sonido de las patrullas se aproximaba, pero en ese instante, para Luca, el mundo se reducía a los brazos inertes de Kain y el peso insoportable de lo que acababa de suceder.