Juegos de Amor

2 años antes de los acontecimientos actuales...

Lívia es una joven llena de sueños, lleva una vida de altibajos, más bajos que altos...

El padre abandonó a la familia cuando ella tenía dos años y su hermano cinco. Era camionero; un día, que parecía ser otro día común en la rutina de Luiz, el padre de Lívia, salió temprano de casa llevando su mochila con la ropa que habitualmente llevaba en los viajes, se despidió de su esposa, besó a los hijos y salió para llevar una carga hasta Maranhão.

Durante el viaje, llamó una o dos veces a su esposa, y luego no volvió a responder. Pasaron días de angustia para Tânia, que no sabía dónde estaba su marido; pensó en los peligros de la carretera, accidentes, asaltos, pero al final, descubrió que su marido había entregado la carga en el destino y decidió no volver a Río, abandonándola con dos niños solos en el morro de Vidigal.

En ese entonces, Tânia aún no trabajaba en la barraca de la playa, hacía limpiezas en apartamentos de alto estándar en la zona sur y fue con esas limpiezas que sustentó a sus hijos, hasta que conoció a Messias. Él la invitó a trabajar como cocinera en su barraca, donde ganaría más y no tendría que moverse de un lado para otro, estando más cerca de casa.

Los niños crecieron, fueron criados a la orilla de la playa con ella, bajo la barraca, cuando no tenía con quién dejarlos. Pero para aumentar los ingresos, y para que no pasaran hambre y necesidades, continuó haciendo algunas limpiezas para antiguas clientas y una de esas clientes era Mara Peixoto, una mujer con un buen nivel de vida que tenía dos hijos; la chica vivía con ella y el chico vivía con el padre en otra ciudad, pero estaba por volver a Río, ya que estaba causando problemas y su padre se estaba irritando con él.

—Tânia, ¡André me da tanto trabajo! ¡Solo me trae problemas! Le dije que se quedara con el padre y no lo aguantó, ¡y lo mandó de vuelta!

—Ah... ¡el Andrezinho siempre ha sido travieso!

—¡Ojalá solo fuera travieso...! ¡Ojalá! Tengo tanto miedo de que siga los pasos de mi hermano.

—¡Dios lo libre, doña Mara! - ella hace el signo de la cruz sobre sí misma.

—¡Sus hijos son geniales! Cuando digo que el carácter no está relacionado con la origen de nacimiento... Beto, nacido y criado en la comunidad, sin la presencia del padre, nunca se ha involucrado en cosas malas.

—¡Nunca! Mis hijos le tienen pavor al tráfico. Odian las drogas, las armas...

André llegó para vivir con su madre, pasa los días en la habitación jugando o sale diciendo que va a la facultad, pero en verdad subía al morro para estar con el tío, el jefe del tráfico local, el Magnate.

Él tenía ese apodo por ser un tipo de clase media alta, y estaba entrenando a su sobrino André Luiz para ser su sucesor, escondido de su hermana Mara.

—¡Tienes talento, chico! Pero no dejes que tu madre se entere, no se lo cuentes a nadie. En el momento indicado, todos lo descubrirán, ¿me entiendes?

—¡Ya está, tío!

Entre pequeños trabajos, venta de dulces y cursos comunitarios, Lívia encuentra tiempo para ayudar a su madre con algunas limpiezas.

—Hoy el movimiento aquí en la barraca está intenso, no puedo salir. ¿Puedes hacerme el favor de limpiar las habitaciones de la casa de Mara?

—¡Claro! ¿Hay alguien en casa?

—No, Clara viajó y André está en la facultad.

Ella llega al apartamento, abre las ventanas para airear, organiza los productos de limpieza, primero limpia la habitación de Mara, pasa por la de Clara y va hasta la de André, enciende la luz y se lleva un susto al verlo acostado boca abajo y en calzoncillos, y acaba gritando.

—¿Qué pasa? - él se levanta y la mira.

—Lo siento, pensé que el apartamento estaba vacío. Ya me voy, ¡perdón! - apaga las luces y cierra la puerta.

Guarda el material de limpieza y se prepara para salir, y se encuentra con él de nuevo, ya vestido con bermudas.

—¡Yo te conozco!

—Soy hija de Tânia, jugamos juntos algunas veces cuando éramos niños.

—Ah, ya veo.

—¿Puedo arreglar la habitación o la dejo para otro día?

—No, ¡está bien! ¡Puedes ir allí!

Él la mira con interés, se sienta en la barra de la cocina y abre el paquete de pan mientras Lívia organiza el cuarto.

—¡Cuántas ropas tiradas! ¡Ni siquiera se puede saber si están limpias o sucias! ¡Voy a poner todo en el cesto!

Ella ve caer un cigarro de marihuana de uno de los bolsillos, y André llega justo a tiempo.

—Es de un amigo mío que me pidió que lo guardara.

—Ya veo... - se lo entrega - Ya estoy terminando aquí y puedes volver.

—Solo voy a cepillarme los dientes.

Lívia termina el trabajo y se prepara para salir.

—¿Vas a dónde?

—A casa, a estudiar.

—Ustedes viven en Vidigal, ¿no?

—Sí.

—Te doy un aventón, voy hacia allá, tengo que ...visitar a un amigo de la universidad.

Ella acepta el aventón.

—¿En moto?

—¿Cuál es el problema? - le entrega un casco - ¡Está conmigo, está con Dios!

Ella sube en la parte de atrás, aún dudosa, se agarra firmemente de la cintura de él y se acerca más a su cuerpo. Dé siente un escalofrío de deseo.

—¡Tienes buena agarre!

Él provoca y ella afloja el abrazo, los dos parten y llegan a la entrada del morro.

—¿Vas a subir el morro en moto, sin ser residente y sin ser mototaxi?!

—Está tranquilo, la tropa ya me conoce, vengo aquí siempre.

Él la deja en la puerta de casa, y los vecinos ya la miran de reojo.

—Está entregada.

—¡Gracias por el aventón!

—Lívia, ¿quieres salir conmigo mañana?

Ella se acerca a él y habla en voz baja.

—¡No salgo con marihuaneros!

Él suelta una carcajada.

—¡Ya te dije que era de un amigo mío!

—¡Y yo creo en el conejo de Pascua!

—Está bien, ¡era mío! Pero es uso recreativo, no soy adicto.

—De cualquier manera, declino la invitación.

—¡Además de orgullosa, hablas correctamente!

—¡No es porque soy de la comunidad que soy ignorante! ¡Ustedes, playboys de la zona sur, adoran etiquetarnos! ¡Adiós, André Luiz!

Él la agarra del brazo.

—Voy, pero antes tengo que hacer algo, ¡con permiso!

Él coloca el cabello de ella detrás de la oreja, pasa la mano por su nuca y la atrae. Lívia queda paralizada, y se deja llevar... fue un beso bueno, suculento, ella también se sintió atraída por él, pero sabía separar las cosas, Dé pertenece a otro mundo.

—¡Basta! ¡Todos están mirando!

—¿Y qué? ¡Me verán mucho aquí aún!

—¿Qué?!

—Voy a ser tu novio, Lívia. Mañana paso aquí a las ocho, te llevaré a cenar y haré las cosas como son.

—¡Pero no quiero ser tu novia!

—¡Mañana a las ocho! ¡No suelo tardar!

Él sigue subiendo el morro y ella queda atónita. Cuenta a su madre lo que pasó, que le pide que se aleje de él.

—¡Doña Mara dice que él es problemático! ¡Aléjate!

—¡Él ni siquiera me dio una oportunidad!

—Andrezinho es impulsivo y determinado, lo conozco desde niño. Cuando se le mete algo en la cabeza...

—¿Qué hago?

—¿Quieres ir, verdad?

—No lo sé...

—Bueno, ya te di mi opinión. Eres mayor de edad y eres consciente de que puede no ser un buen partido.

Lívia baja la cabeza y guarda silencio.

—¡Pero ve, acepta! A ver qué pasa, presta atención a cada palabra y a cada gesto de él.

—¡Pero usted dijo que él es problemático!

—Saca tú misma tus conclusiones. Sabes, hija, vivimos una vida al lado de la persona y al final descubrimos que no la conocemos de verdad. Tu padre es un ejemplo de eso... yo pensaba que lo conocía y me hizo lo que me hizo.

Lívia entiende lo que su madre quiso decir y acepta la invitación. La noche siguiente, Dé la busca para ir a la última función de cine, luego la lleva a un restaurante muy concurrido en la orla, y la deja nuevamente en la puerta de casa.

—¿De verdad no tienes miedo de subir?

—Vidigal es tranquilo, suben muchos turistas y ya te lo he dicho, tengo conocidos aquí.

—¿Conocidos del tráfico, no es así?

—Sí...

—Tú no...

Él interrumpe.

—Lívia, olvida eso. Lo que importa somos nosotros dos. Estoy muy interesado en ti, ¿quieres ser mi novia?

—No lo sé, Dé...

Él, apoyado en la moto, la toma por la cintura y la mira a los ojos.

—¿Vas a decirme que no quieres?

Ella mira hacia un lado.

—¡Dame un beso y di que sí!

Los dos se besan apasionadamente y desde ese día comenzaron a salir. Mara apoyó el noviazgo de su hijo y vio en ello una esperanza de que cambiara, ya que Lívia era una chica sensata y de buen carácter.

—Estoy tan feliz con este noviazgo, Tânia. ¡André ha dejado de faltar a clases, está tomando la universidad en serio y ya ha comenzado a trabajar con su padre!

—Estos días oí a los dos hablar de comprometerse. Lívia comenzó a trabajar como recepcionista en la ONG de la comunidad. Al principio no lo creí, pero esa relación ha funcionado y les está yendo bien.

Una tarde de sábado, Lívia llama a Dé.

—¡Hola, gatito! ¿Dónde nos veremos hoy?

Él estornuda.

—En ningún lado, estoy con un fuerte resfriado. Hoy no va a poder ser, princesa.

—Entonces iré a cuidar de ti.

—¡No, vas a terminar contagiándote!

—Entonces está bien, saldré con Duda...

—¡No! Ven... estoy solo, mi madre y mi hermana fueron a visitar a mi abuela y no vuelven hasta mañana.

—¡Espera que ya estoy llegando!

Lívia lleva varios medicamentos, chocolates, hace palomitas y los dos se quedan maratoneando series en su cuarto, bajo las cobijas.

—¿Duermes aquí conmigo hoy?

—¿Estás loco? ¡A mi madre no le va a gustar!

—No tienes que decir que estás aquí...

Lívia siente mucha ganas de quedarse, llama a Duda y acuerda decirle a su madre que pasará la noche en casa de ella.

—¿Qué van a hacer toda la noche solos?

—Nada, Dé tenía fiebre cuando llegué. ¡Voy a cuidarlo!

—Hum... sé... ¡juicio y condón!

—¡Duda!

—¡Solo estoy siendo realista!

Ella pide comida para los dos y Dé ya se siente mejor.

—Creo que ya puedo irme a casa, tú estás bien.

—¡Ni pensarlo! ¡Quiero dormir acurrucados contigo!

Él le presta una camisa, Lívia se baña y se acuesta a su lado.

Los dos se dan besos y la atmósfera se calienta.

—¡Te amo, Lívia! ¡No veo la hora de casarme contigo!

—¡Calma, ese día llegará!

Los dos continúan con las caricias, él desliza las manos por los muslos de ella, pasa por su abdomen y llega a sus pechos, donde la acaricia y Lívia suelta un gemido.

—¿Quieres que pare?

—No... ¡vamos hasta donde tengamos que ir!

Ella se quita la blusa y él baja entre sus piernas, donde coloca su lengua en medio de su hendidura, lama rápido mientras ella se retuerce de placer, entonces él cambia el estímulo y comienza a chupar y ella deja escapar un grito más alto, tira de su cabello y lo acerca a sí.

—¡Voy a llegar!

Él se esfuerza más, para que la experiencia de su novia sea más intensa.

Se abrazan besándose, Dé separa las piernas de ella con las rodillas y comienza a penetrar lentamente.

—Si te duele, avísame, que pararé un poco.

—Continúa... me está gustando...

Él ríe de forma traviesa, hace un movimiento y se adentra por completo, comenzando a moverse lentamente, y poco a poco acelera.

—¿Tienes condón?

—Tengo, pero es tan incómodo...

—¡Póntelo o aquí lo dejamos!

Él se levanta, se pone el preservativo y vuelve a penetrarla.

—¿Ves cómo es diferente?

—Mejor así que un embarazo no planeado, porque lo único que voy a contagiarme hoy aquí es un resfriado.

Él ríe y vuelven a la acción, Lívia envuelve sus piernas alrededor de la cintura de él y ambos se mueven juntos al mismo ritmo hasta llegar al orgasmo. Aquella fría noche de invierno permitió que los dos durmieran abrazados y tuvieran relaciones más una vez por la mañana antes de que ella se fuera.

Esa misma semana, Dé fue a casa de Lívia y le pidió que se casara con él.

—Tía Tânia, quiero que sepas que mis intenciones siguen siendo las mejores, ¡quiero casarme con Lívia! ¿Me das su mano?

—Si ella quiere...

—¡Yo acepto!

Los dos intercambian los anillos y se besan apasionadamente.

Todo parecía perfecto... pero no todo lo que brilla es oro.

............Continúa..........