XIII. Cuerpo a cuerpo

EMMA

Despierto entre sus brazos y la felicidad que siento en este momento es algo que no puedo describir; ha empezado a recordar, de a poco, pero es un enorme paso el que ha dado. Suspiro y me pego más a su cuerpo, extrañé el calor de nuestros cuerpos cuando están pegados, su aroma a madera me golpea el sentido del olfato haciéndome suspirar. Sus brazos me sostienen fuerte por la cintura y el roce de nuestros cuerpos me calienta.

Levanto un poco la cabeza y miro por la ventana; ¡Ya es de noche! Hemos dormido toda la tarde. Me remuevo en sus brazos y trato de levantarme, pero ejerce fuerza en su agarre y me impide salir de su abrazo.

— Quiero estar otro poquito más así — susurra con voz ronca y adormilada, levanto la cabeza para verle a los ojos que aún están cerrados —. Soñé nuevamente contigo, mi amor.

Mi corazón se derrite entre todas las inesperadas palabras que me dice.

— ¿Cómo te sientes, mi amor? — pregunto y afloja un poco el agarre. Me giro quedando boca abajo y levanto la cabeza para verlo mejor — ¿lograste descansar?.

— Sí, me siento mucho mejor — su profunda voz hace estragos en mi sistema —. Y más el saber que he dormido a tu lado.

Sonríe y abre los ojos. Esos marrones profundos siempre me han encantado.

Suspiro y nos quedamos viéndonos en silencio.

— Debes tener hambre, se supone que veníamos a comer y terminamos durmiendo — dije y me levanté de la cama. Pase mis dedos por mi cabello y salí de la habitación sin esperar respuesta. Tenerlo tan cerca me pone el pulso a mil y no me deja pensar claramente.

Baje las escaleras y subí la temperatura del termostato. Aún esta haciendo mucho frío y el invierno durara un poco más. Entro en la cocina y pongo a calentar la cena que Greg ya había ordenado, y esta estaba intacta en la caja sin ser tocada.

— Te ayudo — afirma y asiento sin voltear a verlo —. Es comida oriental, no sé sivte guste pero me han dicho que es la mejor del pueblo.

— Ah, eso te han dicho — bromeo y me giro para verlo con el cabello revuelto y una sudadera nada más, mostrando su torso desnudo —. ¿No tienes frío?.

— No mucho — sonríe ladeado y aparto la vista avergonzada. El atractivo de mi esposo sigue con él, y aunque cuando estaba en coma, lucía más delgado, ahora ha recuperado peso y sus pocos pero existentes músculos se remarcan muy bien —. Ahora solo muero de hambre.

— Estoy igual — murmuro y sacó los platos de la cajonera. Apago la estufa y sirvo el arroz oriental en cada uno de los platos —. A comer.

Pongo los platos sobre el taburete y tomamos asiento. Hablando de cosas triviales se nos fue la hora de la cena, sin darnos cuenta que ya era muy tarde.

— Mejor vamos mañana a la clínica — digo y asiente —. Es muy tarde, Sherman ha de estar en casa.

— Volvamos a la cama — cambia el tema y recojo los platos de la mesa tratando de huir —. Pasa la noche conmigo, Emma.

— ¿Seguro? — digo dándole la espalda. Coloco los platos en el lava vajillas y siento sus brazos rodearme por detrás.

— Seguro ¿Acaso no hemos dormido muchas noches juntos? — susurra en mi oído y todo mi interior se sacude con fuerza. Siento que caeré de nalgas al suelo en cualquier momento —. ¿Por qué estas tan nerviosa?.

Trago el nudo y cierro los ojos soltando el aire lentamente por la boca. Mi cuerpo esta en llamas, suplicando y rogando para que mi esposo las apague.

— No estoy nerviosa — miento y siento el roce de sus dientes en el lóbulo de mi oreja. Una corriente de calor me traspasa el vientre bajo.

— Entonces por qué estas temblando — su aliento caliente más sus brazos rodeándome, me han dejado muda. Además, que siento su erección rozando mi trasero —. Ahora si me dio frío, vamos a la cama.

Y lo último que logro comprender es que, he dejado de tocar el suelo y sin dificultad alguna me carga en sus brazos escaleras arriba. Muerdo mis labios y hago puños mis manos. El calor en mi cuerpo ha incrementado en cuestión de segundos.

Tiende mi cuerpo sobre la cama suavemente. Mi corazón retumba con fuerza y mis manos sudan; es como si fuera hacer el amor con mi esposo por primera vez. Incluso, estoy mas nerviosa que el día que me entregué por completo a él.

— ¿Seguro que quieres... — mis palabras quedan ahogadas en su garganta, sube encima de mí y se apodera de mis labios con ansiedad.

Mi cuerpo reacciona a sus caricias de inmediato, la ropa empieza a estorbar. Deseo sentir su piel contra mi piel. Enlazo mis brazos en su cuello y profundizo el beso; nuestras lenguas juegan y se entrelezan, de aquella manera donde el calor aumenta en segundos. Se separa y nuestros pechos suben y bajan con rapidez; le deseo y se le nota lo mucho que también me desea.

Me mira directamente a los ojos y los suyos están más oscuros de lo normal. Inclina la cabeza y deja un beso húmedo en mi cuello. Su mano se escabulle por debajo de la blusa y al sentir sus dedos rozar mi piel; hago explosión. Dios mío, estoy tan acalorada, ha sido un largo año en el que no he hecho el amor con mi esposo y hasta creo que ya se me ha olvidado que es el sentir.

— Tu piel es tan suave — murmura con voz ronca y profunda.

Suspiro y su gran mano toca uno de mis senos, masajea suavemente por encima del brasier y vuelve a robarse mis labios. Gimo entre besos y aprovecha para meter su lengua en mi boca. Para este punto ya he convulsionado más de una vez. El cosquilleo se intensifica en mi parte baja y muero por sentir cuerpo a cuerpo, llevados por el inmenso de deseo.

— Greg — gimo su nombre, e intensifica el beso. Apasionadamente me roba todo el aliento. Se separa de mi boca y saca la mano de mi blusa.

— Eres la mujer más hermosa que existe en el mundo — lleva las manos a la cinturilla de mi pantalón y lo desliza lentamente hacia abajo —. Tu piel, tus ojos, tu cabello, tu sonrisa; todo de ti me fascina.

Quita el pantalón y sube las manos con las palmas abiertas por mis piernas; poco a poco va escalando hacia arriba y mi respiración se vuelve a descontrolar cuando llega a mis muslos. Esta es una de las torturas más deliciosas que puedan existir.

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