Contigo

El día del viaje escolar había llegado, en el autobús Lucas se sentó a mi lado y Jonathan junto con Amy y el grupo de chicas en el fondo, Kate estaba en el lado de la ventana, se sentó junto al maestro. Luego de media hora llegamos al museo, fuimos bajando uno por uno.

El maestro nos habló del monumento mientras caminábamos por los pasillos, contándonos sobre su forma de cruz, ahí es donde se albergaban los retos del gran almirante Cristóbal Colón, y dentro se hallaban exhibiciones de distintos países del mundo, teniendo cuarentena y ocho salas en total.

Mientras el profesor no se callaba el guía nos seguía enseñando diferentes salas, con diferentes piezas en exposición, obras de artes, maquetas y algunas colecciones del pasado. Lucas tomó fotos en todo momento y yo le seguía la corriente junto con Jonathan, nos tomamos bastantes fotos ese día. Incluso ese loco aprovechó en invitar a Kate a sumarse, y nos tomó una foto juntos de recuerdo. No me quejaba para nada de esa parte.

Regresamos a casa muy cansados, Lucas pasó por mi casa como el buen chismoso que era, quería saber donde vivía Kate, a ver que tan cerca estábamos y al notar que la casa de ella estaba justo al lado, se la pasó el resto del día molestándome, dándome sugerencias de como acercarme más a ella. Él se quedó a dormir esa noche en mi casa, tuve que sacarlo varias veces de mi cama porque abrazaba demasiado en la noche.

Los días transcurrieron con gran rapidez llegando así a conocer a Kate por un mes, y aunque no nos reuníamos tanto, hablábamos diario por teléfono. Ella se fue relajando mejor conmigo y mis sentimientos hacia ella fueron creciendo cada día que la conocía mejor. Era agradable saber que ella confiaba en mi, por ello siempre me hablaba de sus secretos y los malos momentos que tenía con sus padres. El padre de Kate a pesar de ser un empresario era alguien abusivo, también andaba metido en las bebidas, tenía un problema con dejarlo.

Afuera el sol estaba por irse a acostar, como era viernes aproveché en hacer algunas tareas que había dejado en el olvido. A veces sentía pereza con algunas clases, era algo normal. Mientras escribía recibí un mensaje, era de ella. Sonreí cuando vi el sticker que mandó, era un gatito, que tierno.

«Baja». Me levanté para asomarme por la ventana, ella estaba en el patio detrás de su casa, mirando hacia mi habitación. Estaba vestida de negro, ¿A dónde iba?

Tomé una camisa poniéndola sobre mi hombro, después bajé. Ella abrió la rejilla de su casa y salió mientras miraba atrás de vez en cuando.

—¿Qué sucede? —Pregunté cuando estábamos un poco lejos de su casa. Ella suspiró un momento, luego chasqueó la lengua.

—Es difícil, ni siquiera se como sentirme. —Hizo una breve pausa. —Mi papá me dijo que soy adoptada, que él no quería tener una hija y después…

Ella frenó con la voz ya quebrada, sostuve su mano y la atraje hacia mi pecho. Me rompía el alma verla en ese estado, era la primera vez que la notaba tan mal.

—¿Puedo llevarte a un lugar?

Ella asintió contra mi pecho mientras seguía sollozando débilmente. Me alejé para tomar su mano nuevamente y dirigirla a un sitio que era especial para mí. Llevaba años sin ir, así que, sería hermoso recordar el pasado. Tomamos el autobús, ella se quedó dormida a los segundos, por ello apoyé su cabeza sobre mi hombro. Su respiración profunda provocaba que mi pecho latiera de manera descontrolada. No pude evitar observar sus labios semiabiertos con deseo, suspiré y giré mi rostro a la ventanilla.

—Llegamos —la moví con cuidado. Ella abrió los ojos algo perdida. Mi sonrisa se asomó levemente, ella era el motivo de mis risas discretas. Todo en ella me provocaba el querer reírme sin parar.

Bajamos con las manos entrelazadas, ella no me apartó y eso me convirtió en el hombre más feliz.

—¿Dónde estamos?

—Es un parque, pero lo mejor es la cueva que hay más al fondo. —Le expliqué mientras bajábamos los escalones para adentrarnos más profundo. —De niño me preguntaba de donde salía el agua que goteaba desde las rocas de arriba, bueno todavía me lo sigo preguntando.

Ella chasqueó la lengua antes de empezar a formar una pequeña sonrisa.

—Me dijeron que en el agua cualquiera podría sentirse libre.

—Mal ahí, no se nadar —ella carcajeó contagiándome también de su gracia, el viento removió su cabello y sentí la necesidad de apartarlo. Nuestras miradas se encontraron y aparté la vista algo nervioso

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