Conspiración descubierta

La penumbra de la noche envolvía los jardines del palacio mientras Seraphina se deslizaba con cuidado entre los setos. Había recibido una carta anónima que mencionaba un complot contra el duque Alaric y le indicaba encontrarse en ese lugar a una hora específica. Aunque sospechaba de una trampa, no podía ignorar la posibilidad de que la vida de Alaric estuviera en peligro.

El sonido de las hojas crujiendo bajo sus pies era apenas audible, pero Seraphina se movía con la cautela de quien sabe que la vigilancia en el palacio nunca duerme. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a la fuente indicada en el mensaje. Una figura encapuchada esperaba bajo la luz tenue de una lámpara.

"¿Eres tú quien envió la carta" —preguntó Seraphina en un susurro, manteniendo una mano cerca de la daga oculta en su cinturón.

La figura asintió y, con un gesto rápido, le entregó un pequeño pergamino sellado.

"No hay tiempo para explicaciones. Todo lo que necesitas saber está aquí. Confía en tu juicio, pero actúa rápido. El duque está en peligro".

Antes de que pudiera responder, el desconocido desapareció en las sombras, dejando a Seraphina sola con el pergamino. Con el corazón acelerado, lo abrió cuidadosamente y leyó las palabras escritas con una caligrafía apresurada:

'El duque Alaric será acusado de traición en la próxima reunión del consejo. Las pruebas son falsas, pero ya están en manos del marqués Darius. Si no haces algo, será ejecutado.'

Seraphina apretó los labios, sintiendo una ola de ira y preocupación. Sabía que el marqués Darius era una herramienta leal al emperador, pero no imaginó que llegarían tan lejos para eliminar a Alaric. Debía actuar de inmediato.

Alaric estaba en su despacho revisando documentos cuando Seraphina irrumpió sin previo aviso. Su rostro estaba tenso, y la expresión en sus ojos le dijo que algo grave había ocurrido.

"¿Qué sucede?" —preguntó, dejando los papeles a un lado.

Seraphina cerró la puerta tras de sí y le entregó el pergamino.

"Esto. No sé quién me lo dio, pero si es cierto, necesitas prepararte".

Alaric leyó el mensaje con el ceño fruncido, y cuando terminó, lo dejó caer sobre el escritorio.

"Sabía que Darius me despreciaba, pero esto… es más peligroso de lo que imaginé".

"No es solo Darius" —dijo Seraphina con firmeza—. "Esto viene del emperador. Quiere sacarte del camino, Alaric. Ya sospecha de nosotros, y ahora busca usar cualquier medio para eliminarte".

El duque cruzó los brazos, mirando el pergamino como si pudiera encontrar alguna solución escrita entre las líneas.

"¿Qué sugieres?".

"Primero, necesitamos pruebas de que estas acusaciones son falsas. Si las pruebas están en manos de Darius, debemos recuperarlas antes de que pueda presentarlas al consejo".

Alaric la miró con seriedad. "Eso no será fácil. Darius no es descuidado, y su red de espías es extensa."

"Entonces debemos ser más astutos que él"—replicó Seraphina, con una mirada encendida.

Esa misma noche, Seraphina y Alaric comenzaron a planificar. Ella sugirió utilizar a uno de sus espías, una doncella que trabajaba para el marqués, para infiltrarse en su despacho y recuperar los documentos incriminatorios. Aunque el riesgo era alto, sabían que no tenían otra opción.

La doncella, una joven llamada Elise, aceptó la misión sin dudar. Había trabajado para Seraphina durante años y le debía su lealtad. Con su ayuda, lograron idear un plan para acceder al despacho de Darius durante una reunión que lo mantendría ocupado en el ala opuesta del palacio.

El día siguiente trajo consigo un aire de incertidumbre. Mientras Elise se preparaba para ejecutar su misión, Seraphina y Alaric mantenían las apariencias en la corte. Cada sonrisa y cada palabra estaban cuidadosamente medidas, pero ambos sentían la tensión creciente en el ambiente.

Finalmente, llegó el momento. Elise, vestida como una sirvienta común, se deslizó dentro del despacho de Darius mientras otros empleados del palacio se ocupaban de sus tareas. Con movimientos rápidos, revisó los cajones del escritorio y las estanterías, buscando cualquier indicio de los documentos incriminatorios.

Cuando finalmente encontró un sobre sellado con el emblema del emperador, su corazón latió con fuerza. Sabía que no debía abrirlo allí, así que lo ocultó bajo su delantal y salió del despacho con la misma discreción con la que había entrado.

Esa noche, Seraphina y Alaric se reunieron en secreto para revisar el contenido del sobre. Lo que encontraron confirmó sus peores temores: una serie de documentos falsificados que acusaban a Alaric de conspirar contra el trono. Las firmas, aunque bien hechas, tenían pequeños errores que demostraban su falsedad.

"Esto es suficiente para exonerarte, pero no será fácil" —dijo Seraphina mientras estudiaba los documentos.

"Debemos encontrar una forma de exponer a Darius sin revelar nuestras propias acciones"—respondió Alaric.

Seraphina asintió.

"Tengo una idea. Pero necesitaremos ayuda… y más tiempo".

Al día siguiente, Seraphina visitó a uno de los consejeros más influyentes del reino, el conde Everett, conocido por su integridad y desdén hacia las intrigas políticas. Usando su encanto y una versión cuidadosamente editada de la verdad, lo convenció de que había motivos para sospechar que las acusaciones contra Alaric eran fabricadas.

"Conde Everett, el duque Alaric ha sido un aliado invaluable para el imperio. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras su nombre es arrastrado por el barro por razones políticas".

El conde, después de escucharla, accedió a investigar por su cuenta. Si lograban que alguien con la reputación de Everett cuestionara las acusaciones, el emperador y Darius tendrían más dificultades para proceder con su plan.

Seraphina regresó a sus aposentos esa noche agotada pero satisfecha. Alaric estaba esperándola, su rostro se relajó por primera vez en días.

"Has hecho más por mí de lo que merezco, Seraphina".

Ella negó con la cabeza, acercándose a él.

"No es solo por ti, Alaric. Es por lo que ambos representamos. Este imperio necesita justicia, no más intrigas".

Por un momento, el mundo pareció detenerse mientras ambos se miraban. Y, en ese instante, Seraphina supo que haría todo lo posible por proteger a Alaric, sin importar el costo.

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