La noche caía sobre el imperio como un manto pesado, cubriendo las intrigas y los secretos que parecían multiplicarse a cada instante. Tras el intento de asesinato, Seraphina no había podido apartar la tensión de sus pensamientos. Aunque había soportado la amenaza con firmeza, su cuerpo aún temblaba ante la sensación de peligro que le recordaba lo frágil de su posición.
De regreso en su mansión, intentó calmarse con té de hierbas dentro de sus aposentos, pero los recuerdos de los asesinos y el veneno invadían su mente. Se sentía en una red de espinas, donde cada movimiento requería precisión para evitar el desastre. Cuando escuchó un golpe suave en la puerta, su cuerpo se tensó, pero la familiaridad de esa presencia la tranquilizó.
Alaric entró en la habitación con paso silencioso. En su rostro llevaba la misma preocupación que la había acompañado desde el intento de asesinato. Sus ojos, habitualmente serenos, mostraban una preocupación genuina, y en el momento en que sus miradas se cruzaron, Seraphina sintió que la tensión disminuía.
"¿Puedo quedarme un momento?" preguntó en voz baja, mostrándole una leve sonrisa que apenas lograba ocultar su inquietud.
Seraphina asintió, y Alaric se acercó para sentarse en una silla junto a la ventana, donde la luz de la luna dibujaba sombras que parecían danzar alrededor de ellos. Ambos permanecieron en silencio unos instantes, dejando que la calma los envolviera, como si el peso de las palabras que iban a compartir necesitara ese silencio previo para encontrar su lugar.
"No es la primera vez que intento hacer frente a la oscuridad de esta corte," comenzó Seraphina, sin mirarlo directamente. Sus ojos estaban perdidos en la noche, recordando los momentos de traición que habían marcado su vida anterior. "En otra vida, fui completamente ingenua. Creí en las promesas, en el amor y en la lealtad de aquellos que me rodeaban. Esa ceguera me costó todo, Alaric."
Alaric la observaba con una intensidad que iba más allá de la simple curiosidad, y habló con voz suave. "Te entiendo más de lo que imaginas, Seraphina. La traición, en cualquiera de sus formas, es un veneno que se adentra en el alma y deja cicatrices profundas."
Ella giró su rostro hacia él, encontrando en sus ojos una tristeza que resonaba con la suya. "¿Alguien te traicionó también, Alaric?"
Alaric suspiró, como si esa pregunta le arrancara un secreto guardado demasiado tiempo. "Sí. Mi propio hermano, aunque no en la forma en la que tú fuiste traicionada. Desde pequeños, fuimos educados juntos, y aunque yo era el hermano mayor, siempre lo protegí y guié. Pero cuando llegó el momento de ascender al trono, él… él lo deseaba con una ambición que jamás vi venir."
Seraphina lo escuchó en silencio, viendo cómo sus palabras eran un eco de sus propios pensamientos. Ambos habían sido traicionados por personas cercanas, y ambos habían decidido no dejar que esa traición los definiera.
"¿Por qué no te revelaste, Alaric? ¿Por qué no reclamaste lo que era tuyo?" preguntó, sin poder evitar un tono de reproche, aunque también de curiosidad.
"Porque sabía que, si lo hacía, él se convertiría en alguien aún más despiadado," respondió él, con una sonrisa amarga. "Sé de lo que mi hermano es capaz. Si yo hubiera reclamado el trono, la guerra entre nosotros habría dejado cicatrices irreparables en el imperio, y preferí apartarme. Él necesita sentir que tiene el poder, que controla todo. Esa es su naturaleza, y cualquier desafío lo convierte en una amenaza."
Seraphina asimiló sus palabras, comprendiendo el sacrificio silencioso que Alaric había hecho. Ella misma había tomado un camino similar al evitar involucrarse con el emperador nuevamente, pero ahora, sentía que esta conversación con Alaric le daba un nuevo sentido de propósito.
"Eres fuerte, Alaric," murmuró. "Tu capacidad para soportar todo esto sin dejar que el odio te consuma... No sé si yo podría hacer lo mismo."
Alaric la observó por un momento, y luego extendió una mano hacia ella, ofreciéndole un apoyo silencioso. Ella dudó un instante, pero luego tomó su mano, sintiendo la calidez de su toque, que le brindaba una extraña sensación de seguridad. Durante un instante, Seraphina sintió que todas las barreras que había construido se desvanecían, dejándola vulnerable ante él.
"Yo también he tenido noches en las que el odio parecía la única salida," confesó él. "Pero cuando te veo… veo a alguien que no se ha rendido, alguien que lucha. Me das esperanza, Seraphina. Eres mi fuerza en esta oscuridad."
Sus palabras la sorprendieron, llenándola de una mezcla de ternura y asombro. Y en ese momento, se dio cuenta de que sus sentimientos por él habían crecido más allá de la simple alianza.
"¿Por qué estás aquí, Alaric?" preguntó ella, consciente de que el peligro que ambos enfrentaban los ponía en una posición imposible. "¿Por qué arriesgarías tanto por alguien como yo?"
Alaric la miró con sinceridad, que hizo que su corazón latiera con fuerza. "Porque no puedo permanecer indiferente, Seraphina. Desde el momento en que te vi y cuando empezamos esta alianza, algo en mí despertó. Siento que, por primera vez en mucho tiempo, tengo algo que vale la pena proteger. Y eso eres tú."
El silencio que siguió a sus palabras fue cargado, lleno de emociones no expresadas y deseos reprimidos. Ninguno de los dos se atrevió a romper el hechizo de la noche, y en ese instante, Seraphina supo que sus sentimientos por Alaric eran profundos y reales. Con él, no sentía la necesidad de esconderse ni de ser alguien que no era. Podía ser simplemente Seraphina, una mujer que deseaba justicia y que buscaba un nuevo comienzo.
"Entonces, si estamos en esto juntos," murmuró ella, sin soltar su mano, "te prometo que no permitiré que el odio nos consuma. Tal vez podamos lograr algo diferente, algo que cambie este destino que parece inquebrantable."
Alaric asintió, con una leve sonrisa. "Juntos, Seraphina. No permitiré que caigas en la oscuridad sola. Si alguna vez necesitas alguien en quien confiar, alguien que te escuche, estaré aquí."
Los dos se quedaron así, en silencio, sosteniéndose mutuamente en la oscuridad de la noche, dejando que sus corazones hablasen en el silencio que las palabras no podían llenar.
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