Un amor prohibido

El sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, bañando el cielo con tonos de oro y carmesí. Seraphina observaba el paisaje desde el balcón de su habitación, envuelta en pensamientos que no lograba ordenar. Las palabras de Alaric resonaban en su mente: "Te seguiré, Seraphina." Esa declaración no era solo una promesa de lealtad; había algo más, algo que ella no podía ignorar.

En el fondo, Seraphina sabía que lo que sentía por Alaric iba más allá de una simple gratitud. Su presencia la tranquilizaba, sus palabras le daban fuerza, y su mirada hacía que su corazón latiera más rápido. Sin embargo, permitir que esos sentimientos florecieran sería un acto de rebeldía no solo contra la corte, sino contra su propio plan de venganza. Amar a Alaric era un lujo que no podía permitirse, y aun así, no podía negar lo que comenzaba a sentir.

Esa noche, el duque Alaric había enviado un mensaje a Seraphina invitándola a los jardines traseros del palacio. Era un lugar discreto, apartado de las miradas curiosas de los cortesanos. Seraphina aceptó, aunque sabía que acudir a ese encuentro solo complicaría las cosas. Se fue con cautela, asegurándose de que nadie la siguiera, y encontró a Alaric esperándola junto a una fuente de mármol iluminada por la luz de la luna.

“Gracias por venir,” dijo él, con una leve inclinación de cabeza. Su tono era cálido, pero su rostro reflejaba cierta tensión.

“¿Por qué tanto misterio?” preguntó ella, intentando mantener una fachada de indiferencia. Sin embargo, su corazón latía con fuerza al estar cerca de él.

Alaric suspiró, cruzándose de brazos. “No quería que este encuentro se malinterpretara… pero necesitaba verte. Después de todo lo que hemos pasado, sentí que debíamos hablar.”

“Habla entonces,” respondió Seraphina, más firme de lo que esperaba.

Él la observó por un momento, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de emociones. “Desde que comenzamos esta alianza, he sentido algo que no puedo ignorar. Eres fuerte, inteligente y valiente. No solo admiro lo que haces, Seraphina; admiro quién eres. Pero sé que lo que siento está prohibido… inapropiado.”

Seraphina sintió que el aire se volvía más pesado. Había temido este momento porque sabía que lo que él decía era un reflejo de lo que ella misma sentía. Bajó la mirada, intentando encontrar las palabras correctas.

“Alaric, no podemos permitirnos esto. Tú lo sabes tan bien como yo. Mi camino está lleno de sombras y peligros. Mi vida ya está comprometida con una causa que no permite distracciones.”

“¿Distracciones?” Alaric dio un paso hacia ella, con su voz firme pero cargada de emoción. “¿Eso es lo que soy para ti? ¿Una distracción?”

Ella alzó la mirada, encontrándose con sus ojos. “No eres una distracción, Alaric. Eres… eres todo lo contrario. Pero por eso mismo, esto no puede ser. Mi venganza depende de que mantenga la cabeza fría, de que no permita que las emociones me nublen el juicio.”

“Y aun así, estás aquí,” respondió él, con un tono más suave. “Si de verdad quisieras mantenerme a distancia, no habrías venido esta noche.”

Seraphina apretó los puños, sintiendo que sus defensas comenzaban a desmoronarse. “No es tan simple. Lo que siento no cambia el hecho de que mi deber es más grande que cualquiera de nosotros.”

Alaric dio otro paso, hasta quedar lo suficientemente cerca como para que ella pudiera sentir el calor de su cuerpo. “¿Y si te dijera que quiero ser parte de ese deber? No solo como tu aliado, sino como alguien que esté contigo en todo momento, en cada paso.”

El corazón de Seraphina latía con fuerza. Quería creerle, pero sabía que aceptar sus sentimientos significaba arriesgarlo todo. No solo su plan de venganza, sino también la seguridad de ambos. La corte no perdonaría una relación como la suya; los rumores podrían destruirlos antes de que tuvieran la oportunidad de defenderse.

“Alaric, esto nos destruirá,” murmuró quebrándose.

“Entonces que nos destruya,” respondió él, con una intensidad que la dejó sin aliento. “Prefiero enfrentar las consecuencias que vivir sabiendo que no lo intenté.”

Seraphina sintió las lágrimas arremolinándose en sus ojos, pero las contuvo. No podía permitirse la debilidad, no ahora. Sin embargo, cuando Alaric alzó una mano y rozó su mejilla con delicadeza, toda su resolución pareció desmoronarse. Cerró los ojos, dejándose llevar por el momento, y cuando sintió sus labios rozar los suyos, supo que no había marcha atrás.

El beso fue suave, cargado de una mezcla de pasión y melancolía. Seraphina se permitió disfrutarlo, aunque fuera solo por unos segundos, antes de apartarse con un suspiro tembloroso.

“No puedo,” dijo, aunque sus palabras sonaban más a una súplica que a una afirmación.

“Pero quieres,” respondió él, con una mirada que parecía atravesarla. “Y eso es suficiente para mí.”

Ella negó con la cabeza, dando un paso atrás. “Alaric, no puedo perder el foco. Si permito que esto crezca, nuestros enemigos lo usarán en nuestra contra. No es solo mi vida la que está en juego, sino también la tuya.”

Alaric asintió lentamente, aunque la tristeza en su rostro era evidente. “Lo entiendo, Seraphina. Pero no puedo cambiar lo que siento. Y aunque me duela, respetaré tu decisión. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre estaré a tu lado.”

Seraphina sintió un nudo en la garganta, pero no respondió. Se giró, alejándose de él antes de que sus propias emociones la traicionaran. Caminó de regreso a su carruaje con el corazón pesado, sabiendo que había hecho lo correcto, pero también sintiendo que había dejado algo importante atrás.

Esa noche, Seraphina no pudo dormir. Sus pensamientos estaban llenos de dudas y emociones encontradas. Sabía que lo que sentía por Alaric era real, pero también sabía que su misión debía ser su prioridad. Sin embargo, una pequeña parte de ella deseaba que las cosas fueran diferentes, que pudiera permitirse amar sin miedo a las consecuencias.

Alaric, por su parte, permaneció en los jardines hasta que el sol comenzó a salir. Sus pensamientos eran un torbellino, pero una cosa estaba clara: estaba dispuesto a esperar. Aunque Seraphina intentara negar lo que había entre ellos, él sabía que su conexión era más fuerte que cualquier prohibición.

Ambos sabían que el camino que tenían por delante sería complicado, lleno de obstáculos y sacrificios. Pero también sabían que, aunque intentaran resistirse, el destino parecía empeñado en entrelazar sus vidas de una manera que ninguno de los dos podía ignorar.

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Comments

Altamirano

Altamirano

ahora si, no entendi,porqué no pueden tener una relacion,🤔🤔🤔🤔🤔🤔

2025-03-13

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