Seraphina permaneció en su mansión tras la cena, reflexionando sobre los acontecimientos de la noche. La conexión entre el emperador e Isabella se había vuelto más clara que nunca, y las palabras de Alaric habían quedado grabadas en su mente. El duque parecía genuino en su oferta de apoyo, y eso despertaba en ella una mezcla de interés y precaución. Sin embargo, sabía que los aliados en la corte eran tan escasos como valiosos, y Alaric representaba una de las pocas oportunidades de ganar fuerza en su búsqueda de justicia y venganza.
Al amanecer, Seraphina envió una nota discreta al duque, citándolo en un rincón del jardín exterior de su mansión. Era un lugar aislado, lejos de las miradas curiosas, rodeado de altos arbustos y enredaderas que aseguraban que su conversación se mantendría en secreto. La brisa fresca y el aroma de las flores llenaban el aire, dándole a su reunión un aire sereno que contrastaba con la gravedad de la conversación que estaban a punto de tener.
Alaric llegó puntual, su andar seguro y su porte imponente capturaron la atención de Seraphina desde el primer momento. Él vestía ropas oscuras que reflejaban su personalidad reservada y astuta, y al verla esperándolo junto a un banco de piedra, le ofreció una inclinación de cabeza y una leve sonrisa.
“Lady Seraphina,” la saludó, con su voz baja y calmada. “Me alegra haber aceptado su oferta de reunión.”
Ella le devolvió la sonrisa, aunque sus ojos revelaban un destello de determinación que dejaba claro que no se trataba de una charla casual. “Duque Alaric, su oferta de apoyo fue inesperada, pero debo confesar que me ha dado motivos para reflexionar. La situación en la corte se está volviendo... complicada.”
Alaric asintió, su expresión se tornó seria. “Así es, y dudo que las cosas mejoren en un futuro cercano. La corte está dividida, y aquellos que nosotros aún tenemos un poco de honor debemos ser cuidadosos con nuestras alianzas. He visto cómo el emperador ha intentado ganar su favor, y también he visto su rechazo. Me atrevería a decir que usted no es una simple dama, Seraphina. Su intención en esta corte parece más profunda.”
Seraphina mantuvo su mirada fija en él, evaluándolo. Finalmente, decidió hablar con honestidad, aunque sin revelar todos los detalles. “Duque Alaric, estoy en esta corte no solo como una noble, sino como alguien que tiene una deuda con el emperador. Sin embargo, no es una deuda de gratitud; más bien, es una deuda de justicia. En mi pasado, fui herida profundamente por aquellos que deberían haber sido mis protectores. No puedo permanecer en esta corte observando cómo el emperador usa su poder para oprimir y manipular a quienes considera inferiores.”
Alaric asintió, mostrando un respeto profundo en sus ojos. “Comprendo. Yo también he sido testigo de las injusticias que se cometen aquí. Mis deberes como duque y miembro de la nobleza a menudo me han puesto en situaciones en las que he visto lo peor de esta corte. Sin embargo, a diferencia de otros, no puedo ignorar lo que está mal. Si me permite decirlo, Seraphina, creo que usted y yo compartimos una misma causa, aunque nuestras motivaciones puedan ser diferentes.”
La brisa del jardín susurró entre ellos mientras Seraphina procesaba sus palabras. El instinto le decía que Alaric era genuino, que su propio código de honor lo guiaba a buscar justicia en un entorno donde esa virtud se había desvanecido hacía tiempo.
“Si realmente compartimos una causa, entonces tal vez podamos trabajar juntos,” dijo Seraphina en voz baja, pero con firmeza. “Lo que busco no es solo una pequeña victoria sobre el emperador, sino algo más profundo. Su caída, sí, pero también desmantelar las intrigas que él ha tejido en esta corte, su abuso de poder y su hipocresía. Alaric, si usted está dispuesto a asumir el riesgo, estoy preparada para compartir con usted mi plan, y juntos podríamos lograrlo.”
Alaric sonrió levemente, con una expresión calculada. “Es un riesgo que estoy dispuesto a asumir. Desde que era un niño, fui educado para servir al imperio y al bien de este reino. Pero, en algún momento, el poder comenzó a cegar a quienes nos gobiernan, y las leyes de honor y justicia se distorsionaron. Si alguien como usted está dispuesto a enfrentarse a este monstruo, créame, no me quedaré al margen.”
Seraphina se sintió sorprendida por la intensidad de sus palabras. Sabía que Alaric era un hombre reservado, pero ahora veía un fuego en él que no había imaginado. “En ese caso, Alaric, creo que es momento de que le cuente algunos detalles.”
A medida que hablaba, le explicó a Alaric cómo había colocado a Callum como espía cerca del emperador y los resultados que había obtenido hasta el momento. También le mencionó la conversación sobre su hermana Isabella y cómo el emperador parecía estar buscando consolidar su posición política usándola como pieza en su juego de poder.
Alaric escuchaba con atención, asintiendo en los momentos clave y haciendo preguntas astutas que demostraban su comprensión de la situación. Al terminar de hablar, Seraphina sintió que por fin podía confiar en alguien, aunque fuera solo una pequeña parte de su oscuro plan.
“El emperador busca más que solo fortalecer su posición política. Su deseo por el poder es voraz, y no dudará en sacrificar a cualquiera en su camino,” dijo Alaric, reflexionando en voz alta. “Si Isabella es realmente una pieza clave en su estrategia, eso complica aún más las cosas. Pero tengo acceso a ciertos círculos en la corte que podrían ayudarnos a desviar su atención, o al menos a sembrar dudas en algunos de sus consejeros.”
Seraphina asintió. “Entonces, podríamos atacar desde dos frentes. Usted puede trabajar desde su posición en la corte, sembrando desconfianza y manipulando la información que llega al emperador. Mientras tanto, yo mantendré mis esfuerzos en las sombras, a través de Callum y mis contactos. Con el tiempo, si logramos que sus propios aliados duden de él, su control sobre la corte comenzará a tambalear.”
Alaric se inclinó hacia ella, con una expresión resuelta. “Y mientras tanto, protegeré a su hermana, al menos en la medida de mis posibilidades. No permitiré que el emperador la utilice como un simple peón.”
La expresión de Seraphina se suavizó. Sabía que Isabella y ella tenían una relación complicada, pero aún así, no podía permitir que su hermana se convirtiera en otra víctima del emperador. La lealtad y el apoyo de Alaric en ese aspecto la tranquilizaban, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba sola.
“Gracias, Alaric. Eso significa más de lo que podría expresar,” dijo con sinceridad.
Él asintió, sonriendo de lado. “Me complace saber que confía en mí, Seraphina. Desde este momento, somos aliados, y en una corte como esta, eso significa que nuestros destinos están unidos. Si uno de nosotros cae, el otro deberá seguir luchando, pero, créame, no caeremos sin pelear.”
Se estrecharon la mano como símbolo de su alianza, un gesto que ambos comprendieron como un pacto silencioso de confianza y de fuerza compartida. Seraphina sintió que aquella alianza inesperada con el duque le daba una renovada esperanza y convicción. Alaric era un hombre de honor, alguien con un propósito que iba más allá de las ambiciones personales, y juntos formaban un equipo formidable contra el emperador y sus oscuros propósitos.
Mientras el sol comenzaba a elevarse en el horizonte, sus sombras se alargaban en el jardín, entrelazadas como símbolo de su unión.
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